Olvidando el pasado

 Cuando has vivido largo tiempo a la sombra del Altísimo es tan absurdo buscar refugio en recodos vacíos.

29 DE AGOSTO DE 2018 · 13:00

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Entrelazas las manos en torno a la cintura en un torpe intento que pretende darte seguridad, como si esos brazos recorriendo tu talle redujeran el dolor que aflora en ti.

Crees tenerlo todo bajo control, sabes que no es así, que en realidad flotas en una ilusoria pretensión por mantener a raya pensamientos que escapan de tu mente y aturrullados explotan haciendo añicos esa demanda por ser feliz.

Has recorrido de nuevo un trayecto de vuelta atrás. Has reconocido tu voz entre la multitud de voces que resuenan en tu memoria con la incandescente llama del dolor. 

Tu voz repica joven, inexperta, plagada de inmadurez, con un eco desolador de preguntas aún sin respuesta. Voz que grita desde una esquina del ayer expresando su pesar, la pesadumbre de un corazón roto, atribulado, deshecho.

Sabes que no debes hacer caso a nada de lo que te dice, es ilógico pensar que pueda existir cordura en un lamento tan pueril, aun así, ese sonido te perturba, te aisla.

Aúno fuerzas para convencerte de tu desvarío. Busco palabras que esgrimir para calmar tu dolor.

No sabes lo temeroso que resulta ir por la vida tan alejada de tu protector, huir tan alocadamente, sin un rumbo concreto, sin tener consciencia de los peligros que acechan.

Cuando has vivido largo tiempo a la sombra del Altísimo es tan absurdo buscar refugio en recodos vacíos.

Deja de sentirte extraña en esa tierra dónde has de habitar.

Acuna con fuerza el deseo de volver a la vida. 

No dejes que el peso de los errores te conviertan en una estatua de sal.

Rodea el presente con ilusiones nuevas, coloréalas, dales brío.

Permite que una brecha se abra en esa hermética estructura en la que permaneces aislada, es el momento de plantearte algo nuevo. Hoy es futuro.

Abandona el pasado, esa senda cubierta de recuerdos que acometen en tu contra para desnudar tu vigor y hacerte inmensamente frágil.

Enjuga tus ojos, no permitas que las lágrimas te impidan ver con claridad.

Extiende tus alas, vuela lejos. Él está contigo, tan cerca que no lo puedes ver.

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