La autoridad en la iglesia (1)

Voy a intentar resumir lo que el Nuevo Testamento nos tiene que decir sobre la cuestión: ¿Quién manda aquí?

29 DE AGOSTO DE 2018 · 09:26

,

“Los evangélicos no tenemos un papa. Qué va. Tenemos centenares de miles”. No sé quién pronunció esta frase primero, pero desde entonces se ha repetido mil veces. Lo que suena a chiste, en realidad nos habla de forma poco ortodoxa de un problema real: el hecho de que no pocos pastores consideran a su rebaño como un coto exclusivo donde nadie se puede meter y nadie manda, salvo ellos.

Esta vez no quiero poner ejemplos, ni meterme con nadie en concreto. Simplemente voy a intentar resumir lo que el Nuevo Testamento a mi modo de entender nos tiene que decir sobre la cuestión: ¿Quién manda aquí?

 

PLURALIDAD

Cuando hablamos del tema: ¿qué es un pastor y que es lo que hace?, nos encontramos con un fenómeno muy interesante: una de las cosas que nos llama la atención (y es un hecho innegable) es que la figura del pastor, tal y como la conocemos hoy en día, no existe en el Nuevo Testamento. Esa función del pastor como cabeza única y visible de una iglesia (lo que en la teología se describe como “episcopado monárquico”) no se introduce realmente hasta el inicio del segundo siglo y lo conocemos por primera vez sobre todo por las cartas de Ignacio de Antioquía, alrededor del año 110 aD. Fue Ignacio uno de los primeros en considerar al “epískopos” como cabeza visible de la autoridad divina. Existen argumentos históricos en su favor que nos explican por qué la figura del “pastor” como persona que manda en una iglesia era necesaria y beneficiosa para la iglesia.

Pero nadie puede negar que el cuadro que tenemos en el Nuevo Testamento es más bien el de una pluralidad de líderes: allí están Hechos 14:23, 20:17 y 20:28 como tres referencias. No pongo más para que el artículo no parezca un libro de matemáticas. No han faltado intentos de identificar la expresión “ángel” en los capítulos dos y tres de Apocalipsis con la persona del pastor de la iglesia correspondiente.  Pero exegéticamente esta equiparación es atrevida. Aparte de esto, el único ejemplo de alguien que parece ejercer su liderazgo sobre una iglesia en el Nuevo Testamento de forma absoluta es el de Diótrefes en 3ª Juan, y no es precisamente un ejemplo a seguir y tener en cuenta, concretamente por su abuso de autoridad.

Tampoco las epístolas “pastorales” (1ª y 2ª de Timoteo y Tito) se dirigen a pastores en el sentido que nosotros lo conocemos hoy en día, sino más bien a un tipo de supervisores de una serie de iglesias vecinas: Éfeso en Asia Menor en el caso de Timoteo, y Creta en el caso de Tito.

El concepto de pluralidad y descentralización que es característica para la organización de la Iglesia en el primer siglo de hecho es un concepto muy moderno que en una medida creciente se adapta en muchos organismos, organizaciones y también empresas, simplemente porque es más flexible, más dinámico y da mejores resultados. Pero sobre todo la pluralidad de liderazgo donde cada uno de los integrantes ejerce una función en consonancia con sus facultades (la Biblia lo llama “dones”) evita en un principio el abuso de poder de una sola persona y pone un mecanismo de control mutuo. Controlar a los que ejercen el control no fue una invención de Lenin, desde luego.

Pero también es cierto que nuestro afán por seguir a un solo líder por bien o por mal ha facilitado desde el primer momento la figura del pastor que tiene toda la autoridad en sus manos. Es curioso que hasta el gobierno de Israel según el plan de Dios fue el de una nación con un gobierno descentralizado, con Dios como cabeza: una teocracia. Sin embargo, la gente finalmente pidió un rey. El argumento fue sencillo: todos los demás también tienen uno. Si esta razón era suficiente para saltarse las normas divinas, puede juzgar cada lector por su cuenta. Y curiosamente, desde entonces lo más cercano a una teocracia es precisamente una iglesia. Su cabeza es Jesucristo. Pero muchas veces la gente prefiere tener un rey.

 

AUTORIDAD

Vamos a acercarnos ahora al tema de la autoridad. ¿Quien la tiene? y ¿De dónde viene?

En primer lugar, queda claro en la Escritura que los pastores tienen autoridad. De los creyentes se espera que “respeten”, “honren”, “obedezcan”, “se sometan” y estén “sujetos” a los que “trabajan”, “gobiernan”, “predican”, “enseñan” y “vigilan” sobre ellos porque tienen que rendir cuentas de las tareas que tienen que cumplir delante de Dios (1 Corintios 16:15–16; 1 Tesalonicenses 5:12; 1 Timoteo 3:4–5; 5:17; Hebreos 13:17; 1 Pedro 5:5).

Los pastores tienen la tarea de proclamar la Palabra de Dios con autoridad; no solamente dan sugerencias o sus propias opiniones, sino que declaran: “Así dice el Señor”, basándose en sus afirmaciones en las enseñanzas de la Escritura. Por lo tanto, la congregación tiene la obligación no solo de escuchar las palabras de sus pastores sino de reconocer que los pastores actúan en una autoridad delegada, en la medida en que proclaman fielmente lo que está escrito. Como pastores tienen la obligación de cuidar del pueblo de Dios (Hechos 20: 28; Efesios 4: 11; 1 Pedro 5: 2). Si ellos lideran como pastores (plural), entonces la congregación tiene que seguirlos.

En segundo lugar, la autoridad del pastor es derivada, viene de parte de Dios (no de la congregación). Aunque la congregación afirma y reconoce a sus pastores, su llamamiento y autoridad vienen de Dios. Pablo dice a los ancianos de Éfeso que “El Espíritu Santo” los hizo pastores (Hechos 20: 28) y luego dice que sus líderes son regalos de Jesús a su Iglesia (Efesios 4:11).

Por último, hay que indicar que la autoridad de los pastores se limita de cuatro maneras:

1. Ningún pastor tiene autoridad absoluta porque está bajo la autoridad de Dios y de su Palabra. En la medida en que se aparta de la Palabra se aparta de la autoridad dada por Dios y entra en un abuso de poder. Una persona que se somete a su pastor se somete a Dios en la medida en que este pastor también se somete a Dios y a su Palabra. Cuando un pastor se aparta de la Escritura compromete su autoridad.

2. Como ya vimos, el gobierno de una iglesia debe estar en manos de un liderazgo compartido. El pastor siempre tiene que rendir cuentas a los que compartan la tarea con él.

3. Su autoridad, por tanto, no va más allá de su propia congregación. No hay ningún ejemplo en el Nuevo Testamento donde un pastor ejerciera una autoridad similar a la de los Apóstoles. 

4. Existe un mecanismo para que una congregación actúe en caso de abuso de autoridad o de otras: el principio de 1ª Timoteo 5:19. Tampoco un anciano/ pastor/ obispo es intocable. Pablo menciona el principio de la Ley de Moisés donde cualquier acusación tenía que ser avalada por testigos para ser admitido a trámite. Cualquier creyente sirve como testigo. Realmente, nos deberíamos preguntar en qué sentido nuestras iglesias toman en serio este mecanismo y cómo se puede formar “un juzgado de apelación”. Es una cuestión primordial. Pablo insiste en 1ª Corintios que una iglesia debe ser capaz de juzgar sus propios asuntos sin recurrir a una justicia ajena.

En resumen: la autoridad en una iglesia reposa en manos de una pluralidad de pastores/ ancianos/obispos que ejercen una autoridad delegada de parte de Dios. Esa autoridad tiene que ser respetada mientras no atente claramente contra los principios establecidos en la Biblia.

De todos modos, la autoridad pastoral debe ser un regalo para una congregación y no un instrumento de poder.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Teología - La autoridad en la iglesia (1)