¿Es inmoral ser rico? El evangelio y los pobres

Ser rico no es inmoral. Serlo sin invertir en lo que vale la pena lo es.

08 DE AGOSTO DE 2018 · 12:00

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Después de todo lo que vemos en nuestros días en cuanto a los abusos del manejo de donativos y la manipulación relacionada con esto, uno puede fácilmente caer en el error de condenar todo lo que tenga que ver con el dinero. ¿Acaso no dijo el Señor que una persona rica lo tiene complicado para entrar en el Reino de Dios? ¿No es más deseable una forma de socialismo cristiano? ¿No practicaba la iglesia primitiva algo por el estilo, en aquellos días en Jerusalén, cuando todo empezó? 

Mi respuesta de forma muy escueta y clara desde el inicio y para aquellos que no leen el resto: no es automáticamente malo ser rico, ni bueno ser pobre. Debemos servir a Dios y usar el dinero y no usar a Dios para servir al dinero. Los estragos que están haciendo los mercaderes del evangelio se deben en buena parte a la enseñanza deficiente y equivocada sobre la economía y el dinero en particular en nuestras iglesias. Una serie de artículos por supuesto no puede entrar a fondo en la problemática, pero si puede por lo menos poner las bases para incentivar el pensamiento.

Voy a reducir las verdades bíblicas a unas frases sin poner las referencias correspondientes para no cansar al lector. 

El punto de partida - como en todo - es la Soberanía de Dios. Él es dueño de los cielos y de la tierra. Por lo tanto, todo lo que tenemos y que se considera como propiedad privada realmente pertenece a Dios y nosotros tenemos la función de ser administradores en su nombre. Y como administradores no solamente tenemos una responsabilidad inmediata que tiene que ver con el presente, sino también hacia el futuro. Esto incluye concretamente a futuras generaciones, a nuestros hijos.

Una vez reconocido este fundamento es fácil ver el impacto que tiene este principio sobre el tema de la economía: la Gran Comisión no solamente tiene un elemento espiritual que tiene que ver con la predicación del evangelio, sino que además se trata de aplicar todas las cosas que Jesucristo nos ha enseñado. Al fin y al cabo la meta es “hacer discípulos a todas las naciones.” Y esta tarea implica todo lo que tiene que ver con nuestra vida, tanto lo que comúnmente se considera como espiritual como la forma en la cual vivimos en esta tierra. Se trata de glorificar a Dios con nuestras vidas y con nuestro trabajo.

 

LA PROPIEDAD PRIVADA

Como administradores de Dios somos responsables de lo que hacemos con lo que Dios nos ha dado. Esto lo vemos en muchos sitios en la Biblia pero una de las afirmaciones más claras es lo que Pedro dice a Ananías. Hablando de una propiedad que este vendió, Pedro lo comenta así: si te la quedabas era tuya y si la vendías, el dinero era tuyo. Su problema no era la compraventa. Su problema era la mentira en cuanto a su donativo a la iglesia. Por lo tanto, en todos los sitios donde se predicaba el evangelio siempre se enseñaba que la propiedad de cada uno era sagrada. Es exactamente lo que dice el octavo y el décimo mandamiento. Cualquier sistema político o económico que no respeta este principio atenta contra las enseñanzas bíblicas e históricamente nunca ha aportado nada para el bienestar de la humanidad. Esto incluye todas las formas del socialismo, el comunismo y el fascismo en sus diversas manifestaciones. El respeto de la propiedad privada es el fundamento de cualquier economía cristiana. Y en términos generales: fundamento de cualquier economía nacional solvente.

 

EL MERCADO LIBRE

Aquí estamos hablando de otro tema esencial de una economía inspirada por la Biblia. El libre comercio, sin restricciones ni impedimentos es fundamental para el desarrollo de una sociedad prospera y libre. Donde no hay comercio libre, no hay una sociedad libre. En Mateo 20, el mismo Señor Jesucristo explica y establece e implícitamente defiende el derecho de cada ser humano a intercambiar bienes y colocar su dinero donde lo vea conveniente. La Biblia da tanto al patrón como al empleado responsabilidades concretas. Los gobiernos no tienen la autoridad - bíblicamente hablando - de imponer sus criterios en contratos privados aplicando sus restricciones y diciendo a la gente bajo qué condiciones pueden comerciar. Precisamente esta mala costumbre tiene que ver con la marca de la bestia (Apocalipsis 13:17). 

 

PROSPERIDAD NO ES PECADO

La Biblia avisa de los peligros de la riqueza y del dinero, pero ni el dinero ni el bienestar como tal son cosas inmorales o pecaminosas. Tengo la libertad de escoger la pobreza. Pero no tengo la libertad de criticar a aquellos que escogen otro camino. Y en cuanto a la riqueza económica: siempre depende de como la usamos. Bienestar puede ser una bendición de parte de Dios, siempre y cuando la fuente de esta riqueza es el trabajo honesto o inversiones no fraudulentas. 

Un buen ejemplo es Abraham. La Biblia dice explícitamente que era un hombre rico (Génesis 13:2). La fuente de la bendición siempre es Dios, no nuestras capacidades. Es sorprendente todo lo que la Biblia dice sobre temas de dinero y economía. La economía tiene que ver con nuestras decisiones en cuanto a los recursos que Dios nos ha dado. Una persona sabia según la Biblia será siempre buen economista. Y esto incluye un uso sabio de dinero que implica trabajo duro, ahorro e inversiones inteligentes. Esto es uno de los fundamentos del auge económico de los países donde la Reforma triunfó históricamente. Vivir según las normas divinas incluye bendición y esta bendición por regla general - aunque no en cada caso individual - se refleja en una prosperidad económica creciente.

En este contexto, la Reforma ha recuperado la idea del llamamiento individual. Y se entendió este llamamiento no solamente en el contexto espiritual sino también en un contexto secular. Esta distinción artificial - tan popular hoy en día - era inexistente para los reformadores. Y ellos lo aprendieron de los apóstoles. Pablo ejercía un ministerio tanto haciendo tiendas (para el ejército romano) como predicando el evangelio. Dios nos ha entregado ciertos “talentos” y estos talentos hay que usarlos de tal manera que crean prosperidad.

Es muy interesante que hasta en el estudio de la economía secular, diferentes escuelas han fracasado en explicar un fenómeno curioso: donde hay libertad de intercambio de bienes, donde hay división de trabajo, donde hay honestidad y contratos que se honran y cumplen, allí aumenta el bienestar. ¿Por qué? Porque Dios honra a los que le honran - aunque ni siquiera lo saben. La Biblia llama esto “bendición”.

 

AVISOS

Pero es cierto: al mismo tiempo Dios nos avisa de los peligros de la riqueza. Pero de la misma manera como Abraham no puso su confianza en su poder económico o militar, sino en el poder de Dios, de la misma manera debemos seguir ese ejemplo. No debemos ser avaros, tacaños y convertir el dinero en nuestro Dios. No podemos servir a dos señores. Debemos servir al Señor, usando el dinero y los bienes con los cuales Él nos ha bendecido. Y somos llamados a hacerlo de forma sabia. Es verdad, dando que la mano izquierda no sepa lo que hace la derecha. Esto habla de generosidad. Pero Dios no nos ha llamado a financiar el programa del diablo. 

 

Y ¿LA IGLESIA DE JERUSALÉN?

Con frecuencia leo artículos o escucho sermones donde el “comunismo” de bienes de la iglesia primitiva se establece como un ejemplo a seguir para la Iglesia. Pero ¿realmente es así? Tengo mis serias dudas. Como siempre las cosas hay que entenderlas en su debido contexto. La iglesia en Jerusalén tuvo que sufrir una marginación y una sistemática expropiación de sus bienes. ¿Qué judío iba a comprar fruta u otras mercancías de un seguidor de alguien que había sido ejecutado como hereje de parte de las autoridades religiosas? Muchos cristianos perdieron su trabajo y su fuente de ingresos. Por la profecía de Lucas 21 (et al.) la Iglesia sabía que los días de la ciudad estaban contados. Ahora era el momento de vender y sacar un beneficio (para el bien de todos los creyentes) mientras se podía. Y por supuesto, el apoyo a los creyentes pobres (no por vagancia, sino por las circunstancias inevitables) siempre ha sido una de las prioridades máximas de los cristianos. No es buena idea convertir algo, que simplemente surgía de la necesidad del día, en regla

Por supuesto quedan preguntas y no todo el mundo estará de acuerdo con mi visión. Aquí sólo puedo dedicar unas líneas a un tema que merece libros1. Pero pienso retomar el tema más adelante.

Es un hecho poco conocido y valorado, que el ministerio de Jesucristo y de sus discípulos no fue posible solamente gracias a lo milagroso. No todos los días el Señor solía sacar una moneda de la boca de un pez para pagar sus impuestos. De forma regular su ministerio fue financiado por mujeres (también un detalle encantador) con medios suficientes para poder sufragar los gastos para un grupo no precisamente reducido de personas. Y esto, sin que Jesús hiciera llamamientos a recoger ofrendas o publicando sus necesidades en los medios sociales de su tiempo. 

Y como último detalle: de nuevo nos encontramos con una mujer rica (por lo que sabemos), que era María, la madre de Juan Marcos, cuya mansión (de forma muy espiritual llamada “aposento alto”) se había convertido en cuartel general de la iglesia primitiva. Casas de este tamaño en aquel entonces era privilegio de gente que no vivía precisamente de un modesto jornal.

Ser rico no es inmoral. Serlo sin invertir en lo que vale la pena lo es.

 

Notas

1Véase por ejemplo mi libro: Crisis, Europa en la encrucijada

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