Pequeñas cosas que tienen un gran valor

Te escribo con el anhelo de cada mañana encuentres una razón por la que sentirte dichosa, feliz.

06 DE JUNIO DE 2018 · 20:46

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Despliego mis alas, vuelo hacia ti envuelta en recuerdos entrañables de días pretéritos.

Toda la estancia se ha llenado de olor amigo.

El tiempo se viste de pasado, el ayer se acerca al hoy e interpreta una melodía que nos resulta conocida.

Hoy la ausencia se atavía de abrazos borrando con sutileza el ahora, llenándolo todo de un aroma conocido, íntimo.

 

Sé que alguna que otra vez hemos querido hacer un alto en el camino y apoderarnos de aquella historia nuestra allí donde la dejamos, ese momento en el que absorbidas por proyectos futuros prescindimos de encuentros importantes, citas especiales, charlas significativas a las cuales quisimos restarle importancia siendo muy conscientes del valor que poseían.

Hoy no sólo quiero que leas mis palabras, quiero que las oigas con los oídos de tu corazón y que las retengas ahí, pues es ese el lugar donde quiero que lleguen.

Contemplo lo que me rodea, las cosas que pasan desapercibidas, los ojos de quienes miran sin ser mirados, las cuajadas gotas de recuerdos que a menudo me visitan y me estrechan entre sus notas del tiempo pasado. Una cabalgata de seres dispares desfila frente a mí, rostros conocidos de aquellos que se han ido enrolando en alguna de mis historias para ir engrosando esta vida mía.

A veces me sorprendo a mí misma recitando algún que otro poema que olvidado dejé crecer entre mis ansias ingenuas de adolescente, unos torpes versos de mujer que a fuerza de imaginar un mundo diferente luchó cual rebelde sin causa por hacer realidad deseos imposibles.

Hoy deshojando el pasado te encuentro y me sobrecoge el  dulzor amigo de los días caducos, de aquellos momentos que encauzados entre ilusiones crearon algunos de nuestros sueños.  Algunos se han cumplido, otros sólo los hemos soñado, pero lo cierto es que aquí estamos y aunque con algunos años más,  admito tener ese mismo sentir que en su día nos unió y que hoy me ofrece su tañido de nostalgia.

Te escribo con el anhelo de que Dios colme tu vida de ricas y abundantes bendiciones, que cada mañana encuentres una razón por la que sentirte dichosa, feliz. Que sepas sonreír en la adversidad y mostrarle así al mundo el poder que habita en ti.

Deseo, que la vida te depare razones por las que sentir alegría, por las que luchar, motivos por los que despertar cada mañana con la esperanza enarbolando tu mirada.

Hoy abandono las prisas y los quehaceres  para evocar a quien nunca sucumbirá a la desmemoria, alguien que se hizo un lecho en mi corazón y siempre han vivido en el, acurrucada bajo el calor de mi nunca deshojada capacidad para evocarla.

Hoy te hago presente, te vuelvo a vestir con los atavíos de la adolescencia que nos unió y te regalo estas frases que, carentes de altanería, intentan otorgarte un ramalazo de vida, un trazo de risas pasadas que aún resuenan en mi memoria con la chispeante alegría de quien compartió junto a mí momentos inolvidables.

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