Animalismo secular y animalismo bíblico

La existencia de los animales es un testimonio de la existencia de su Creador, que, por serlo, les confiere su valor y se regocija en ellos, como en las demás criaturas.

11 DE ABRIL DE 2018 · 15:28

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Los documentales sobre animales están entre los mejores programas que se pueden ver en la televisión, habiendo alcanzado tan alto nivel de calidad que es factible contemplar detalles que hasta ahora eran desconocidos por ser imposibles de captar. Pero el desarrollo de la tecnología ha propiciado que cámaras de alta velocidad y gran precisión colocadas en sitios estratégicos, permitan grabar escenas con las que se adquiere una mirada insospechada de la vida de los animales. Y así podemos meternos en la madriguera de los perritos de la pradera y contemplar el parto de una hembra, del mismo modo que es posible admirar el proceso completo de metamorfosis de un gusano en mariposa sin movernos de nuestro sofá. Por eso, no es extraño que este tipo de programas no sólo resistan el paso del tiempo sino que están entre los que gustan a todos, sean grandes o chicos. Y es que el mundo animal es una inagotable fuente de asombro.

La perspectiva general de estos documentales, independientemente de quién sea el productor o los realizadores, es el valor intrínseco que tienen los animales. Es de ellos mismos, de su utilidad, belleza, capacidad y fascinación, de donde procede su dignidad y la consideración y respeto que merecen por nuestra parte. El mensaje de estos programas radica en que los animales, por sí mismos, son portadores de valores indispensables que deben ser asegurados. Todo el contenido de estos programas comienza y acaba con los animales, no contemplándose ninguna consideración añadida fuera de ellos. Y en el caso de que haya que preguntarse algo más, el recurso será echar mano de la evolución, que explica cómo han llegado a ser lo que son. De este modo, todo queda reducido a un sistema que, por definición, excluye la acción de un ser inteligente que les haya dado la vida.

Es por eso que necesitamos situar a los animales en su perspectiva correcta, para no despreciarlos, por un lado, pero tampoco para despojarlos, por otro, de su elevado origen, que es de donde procede su verdadero valor. Es decir, es precisa una enseñanza que ponga a los animales en su auténtico sitio, porque de lo contrario quedaremos en manos del mensaje que secularistas y ateos nos quieran enviar.

Y aquí es donde viene en nuestra ayuda el Salmo 104, con su esclarecedora enseñanza acerca de la creación. Creación y criaturas son palabras excluidas de antemano en todos estos documentales, donde no cabe ni la más remota posibilidad de que haya habido tal acto. No es que pueda existir una posibilidad entre mil millones de que sucediera; es que simplemente no pudo haberla. De ahí que se descarte totalmente.

Pero el Salmo 104 habla de otra manera. En primer lugar no comienza por las criaturas, sean animadas o inanimadas, sino que comienza por el Creador. Esto ya nos sitúa en una panorámica totalmente diferente, porque empieza por donde hay que empezar, por el origen: ‘Bendice alma mía al Señor. Señor Dios mío, mucho te has engrandecido.’ Para llegar a conclusiones correctas, hay que empezar por un punto de partida correcto.

A partir de ahí el Salmo describe la grandeza de Dios, su esplendor y magnificencia, en términos que no pueden compararse con los que puedan tener los magnates de este mundo, pues usa los más poderosos elementos, como la luz, los cielos, las aguas, las nubes, el viento y el fuego, para adornarse y vestirse de gloria. Son instrumentos suyos, por más imponentes que puedan ser. Y si son sus instrumentos, quiere decir que él los ha creado.

El ordenamiento del mundo no obedece a una casualidad sino a una causalidad, a una acción por la que ha establecido las leyes que lo rigen: ‘Él fundó la tierra… Les pusiste término, el cual no traspasarán.’ Es la disposición de Dios la que hace posible que la vida exista en nuestro planeta, porque el agua, elemento indispensable para la vida, procede de su acción: ‘Tú eres el que envía las fuentes por los arroyos… Él riega los montes desde sus aposentos.’ Las plantas, los animales y el hombre, reciben su sustento primordial del agua. Y en una imagen donde la vida animal rebosa por todas partes, se contemplan las bestias del campo, las aves de los cielos y los seres marítimos, que dependen, como el resto de las criaturas, de la benéfica acción del Creador para continuar existiendo. Todas esas criaturas bullen, viven, pacen, cantan y juegan en el entorno que Dios ha preparado para ellas. Esas criaturas esperan en él. No son autónomas ni independientes. Le deben su existencia y también la prolongación de la misma. Es decir, la existencia de los animales es un testimonio de la existencia de su Creador, que, por serlo, les confiere su valor y se regocija en ellos, como en las demás criaturas.

El Salmo termina como empezó, con una bendición a Dios. El círculo, que comenzó en Dios, pasa por las criaturas y se cierra en Dios; por eso este Salmo es el documental más precioso y exhaustivo que pueda haber, porque no sustrae a los animales de su conexión con su Hacedor sino que la destaca, con lo cual los ubica en el sitio que verdaderamente les corresponde.

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