La sustitución de las ideologías

La Europa de Occidente no está en condiciones espirituales de librar al Este de sus reminiscencias ideológicas.

11 DE ABRIL DE 2018 · 06:33

Un monumento a Lenin.,
Un monumento a Lenin.

La segunda parte del siglo XX infligió un golpe mortal a las ideas comunistas y a los estados piramidalmente totalitarios.

El declive de la Unión Soviética hasta su derrumbamiento total duró desde marzo 1990 a diciembre 1991.

A la desaparición oficial del comunismo en la Unión Soviética siguieron la independencia y cambio de regímenes de países del Este europeo: Checoslovaquia, Polonia, Rumania, Hungría, Albania y las repúblicas del Báltico: Lituania, Letonia y Estonia.

En marzo 1990 trabajadores municipales derribaron la gigantesca estatua de Lenin, de ocho metros de altura, instalada en 1960 en una plaza de Bucarest. En junio 1991 fue derribado el muro que en Berlín separaba Alemania en dos partes. El Este siguió el camino de transformación política seguida por los países mencionados.

Desaparecidas la Unión Soviética y países satélites, ¿ha significado la muerte del comunismo? No lo creo. No ha habido una sustitución de ideologías ordenada, agresiva.

Tratando el tema en primera persona y retrotrayéndolo al día de hoy, ¿cómo llevar a cabo la sustitución del ateísmo? Sería un error reemplazar el ateísmo filosófico que prevalecía en los países comunistas por el ateísmo religioso, el ateísmo práctico que profesan los países supuestamente cristianos de Occidente. Esto sería como sustituir un cáncer por otro cáncer. Y el cáncer debe ser sustituido por la salud.

El reto no es fácil de asumir. La Europa de Occidente no está en condiciones espirituales de librar al Este de sus reminiscencias ideológicas.

La Iglesia católica, presente en todos los países del Este europeo con implantación numérica desigual, trata de acumular nuevas parcelas de poder. Controla los órganos de Gobierno hasta donde le es posible, como está haciendo en Polonia y quiere hacer en Checoslovaquia. Procura la conquista de todos los estamentos sociales susceptibles de sucumbir a su acoso. Intenta dominar la economía creando poderosas sociedades enmascaradas, al igual que hace en Occidente. Aspira al monopolio de esas conciencias, que quiere ir a parar a su trayectoria histórica. Se eleva soberbia ante los ojos de la Europa democrática como pionera de la lucha anticomunista y como paladín del hundimiento de los Estados ateos. Y hay quien lo cree.

De hecho lleva tiempo asumiendo este papel. Una hábil campaña montada dentro de los muros del Vaticano y dirigida a los medios de comunicación de todo el mundo está atribuyendo a la Iglesia católica y en especial al Papa Juan Pablo II los éxitos políticos que han conducido a la democratización de Rusia y países satélites.

Los cristianos que están surgiendo en los antiguos nidos comunistas son los únicos que pueden llevar a los desengañados países del Este europeo la seguridad de un Dios que es infinito y sin partes. Está en todos los sitios y está entero en cada sitio. Un Dios que excede a la razón materialista y escapa a las especulaciones filosóficas del marxismo-leninismo.

El remanente fiel, la manada pequeña, tiene en esta época de incredulidad y de vacío religioso una doble misión. Por un lado, sustituir las ideologías muertas de las sociedades ateas por un Cristianismo vivo, para que Jesucristo irrumpa en la vida individual como una inundación de alegría. Por otro, salvar a los países de la Europa occidental de su fe vacía, de sus ritos mecánicos y sin sentido, de su hedonismo contaminante, de su grosero materialismo, del crimen que a diario cometen matando a Dios en la intimidad de la conciencia.

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