Buñuelos, hojuelas y conejos de chocolate

El muerto que cree en él, vivirá. El vivo que cree en él, no morirá eternamente. Ese es el mensaje de Semana Santa.

28 DE MARZO DE 2018 · 17:15

,

Recuerdo cuando era niño que mi madre en el tiempo de Semana Santa solía hacer unos dulces especiales que solamente eran propios de esa época del año. Los dulces que hacía eran dos, los buñuelos y las hojuelas. Como éramos de Andalucía, los buñuelos no eran los mismos que luego conocimos cuando llegamos a Madrid, aunque tuvieran el mismo nombre. Los que hacía mi madre consistían de una masa estirada y muy fina doblada por el centro, a los que tras pasar por la sartén se les echaba azúcar o miel. Eran grandes y largos, nada que ver con los de Madrid, pequeños y redondos. Para hacer las hojuelas tenía un molde de hierro en forma de flor, con el cual reproducía el perfil en la masa, elaborando aquel dulce exquisito y primoroso a la vez.

El problema de los buñuelos y las hojuelas era el trabajo que llevaba hacerlos. Todo un día metida en la cocina, amasando, dando forma y friendo. Claro que el resultado era apetitoso, especialmente para los golosos (galgos, era la palabra que usábamos en nuestra tierra).

Con todo lo especial que era la Semana Santa por razón de aquellos dulces, éstos no podían desplazar la honda huella que esos días tenían, como era evidente al poner la radio y escuchar sólo música clásica o no poder ir al cine, al estar todos cerrados, siendo la razón de ese parón que ‘el Señor estaba muerto.’ Al ser días de luto no cabía ninguna manifestación pública de liviandad o ligereza, como representaba el cine o la música que no fuera seria.

Ahora estamos en otra época, en el que los buñuelos y las hojuelas han sido desplazados por los conejos de chocolate. Estos no son autóctonos sino importados, no sé exactamente de dónde. La ventaja evidente que tienen es que no hace falta pasar horas y horas en la cocina, porque ya los venden hechos, en bonitos y coloridos envoltorios que llaman mucho la atención. Los ha fabricado en serie alguna máquina que hace decenas de ellos a la hora, resultando en un precio asequible. Naturalmente, esos conejos de chocolate hacen las delicias de los niños de ahora, igual que los buñuelos y las hojuelas las hacían en los niños de ayer.

La diferencia, aparte de la comodidad, estriba en que los conejos de chocolate representan el desplazamiento del antiguo centro de atención de la Semana Santa, de modo que todo lo que queda de esa época, en la mente de tantos niños, es el propio conejo, lo cual es indicativo del giro que han dado las cosas. Si el mensaje que acompañaba a los buñuelos y hojuelas era que ‘el Señor estaba muerto’, el que acompaña a los conejos de chocolate es que no hay tal Señor sino otro señor, que es el propio ego de cada cual, razón por la cual hay una religión para esta época, y para cualquier otra del año, cuyo nombre es egolatría. Al ego se sirve, al ego se adora, en el ego se cree, al ego se confiesa y en el ego se espera. Él es el señor absoluto. Antes, era la Semana Santa la que olía a muerto; ahora, son los muertos por el ego los que huelen.

Pero más allá de buñuelos, hojuelas y conejos de chocolate, la Semana Santa es portadora de un mensaje saturado de contenido. Es un mensaje de muerte, que no mortecino. Es un mensaje de muerte, porque enseña la muerte de la muerte por medio de la muerte. La muerte, que es el mayor de todos los males, y del cual los demás son meras secuelas, fue muerta en aquel sepulcro, al no poder retener en su seno a quien allí había sido puesto. De aquel sepulcro salió vivo el que entró muerto, pero allí quedó muerta la que había entrado viva.

Muerte y vida. Dos antagonismos excluyentes que Dios hizo compatibles por medio de su Hijo, convirtiéndose en las dos caras de una moneda. En el reverso de la misma está escrito: ‘Haciéndose obediente hasta la muerte y muerte de cruz’i; en el anverso: ‘Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo.’ii El reverso lleva grabada en su inscripción la palabra muerte bien visible. El anverso lleva grabada, también bien visible, la palabra exaltación, al haber sido la vida, en Jesús resucitado, elevada a lo más alto.

Pero este doble acto no comienza y acaba en Jesucristo, aunque solo él ha sido autor y protagonista del mismo, sino que su propósito se extiende a todo aquel que cree en él. El muerto que cree en él, vivirá. El vivo que cree en él, no morirá eternamente. Ese es el mensaje de Semana Santa. No el de los buñuelos y las hojuelas ni tampoco el de los conejos de chocolate.

 

i Filipenses 2:8

ii Filipenses 2:9

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Claves - Buñuelos, hojuelas y conejos de chocolate