El Billy Graham que yo conocí

Llegué a admirar su sencillez, apertura, disposición a oir la crítica y cambiar de opinión si era necesario. Evangelizar el mundo era su pasión.

07 DE MARZO DE 2018 · 19:00

S. Escobar con B. Graham en la Universidad de Córdoba (Argentina, 1962),Samuel Escobar, Billy Graham
S. Escobar con B. Graham en la Universidad de Córdoba (Argentina, 1962)

Tuve el privilegio de conocer más o menos de cerca al evangelista Billy Graham que falleció hace unos días. Mientras yo estudiaba en la universidad en el Perú leí mucho acerca de él y sus campañas evangelísticas.

Había algunos aspectos de su organización y de su estilo de predicación que no me entusiasmaban pero tenía respeto por él y reconocía que sin duda Dios lo usaba. En 1962 visitó la Argentina y predicó en el estadio Luna Park de Buenos Aires. En preparación para el evento, el escritor Arnoldo Canclini de la Junta Bautista de Publicaciones me pidió escribir un libro sobre Jim Vaus, uno de los convertidos en la famosa campaña de Billy Graham de 1949 en Los Ángeles.

Vaus, hijo de un pastor presbiteriano, había perdido el rumbo y terminó vinculado a la pandilla de gangsters de Mike Cohen. Al escuchar a Graham tuvo una conversión notable que lo llevó a trabajar como evangelista entre delincuentes juveniles.

Tuve que leer varios libros acerca de Graham y Vaus y mi libro se tituló Del hampa al púlpito. Entre mis libros es el que más se ha reeditado y se publicó junto a una biografía de Graham.

Antes de ir a Buenos Aires Graham visitó Córdoba, la ciudad donde yo vivía por entonces, y lo llevamos a conocer la Universidad. Me impresionó su sencillez y también me di cuenta que era un estadounidense típico.

Mientras estudiaba en Madrid en 1966 fui invitado a participar en un Congreso Internacional de Evangelización en Berlín, presidido por Graham. Fue una experiencia valiosa y para mi muy formativa.

Se celebraban los diez primeros años de la revista Christianity Today que él había fundado y que se caracterizaba por tener noticias de la actividad de Graham y su Asociación pero también se incluía artículos teológicos. Escribía la nueva generación de teólogos y biblistas evangélicos que había surgido para entonces: Jim Packer, John Stott, F.F.Bruce, Leon Morris, Carl Henry, Michael Green y Leighton Ford, cuñado de Graham.

Ello me llevó a apreciar el hecho de que aunque Graham insistía en que él no era teólogo, respetaba a los teólogos, y se daba cuenta bien que su movimiento evangelizador necesitaba el respaldo de una buena teología bíblica y evangélica. En el Congreso hubo exposiciones bíblicas por John Stott, ponencias teológicas por varios de los autores mencionados, pero también informes de lo que estaba pasando en la evangelización por todo el mundo.

En abril de 1972 recibí una carta personal de Graham invitándome a formar parte del Comité Promotor de un nuevo Congreso de Evangelización que había de realizarse en 1974. Acepté el privilegio y ello me llevó a sumergirme en el mundo del liderazgo evangélico en Norteamérica y Europa. El Comité se reunía dos veces por año y las reuniones fueron oportunidades para conocer a líderes de organizaciones dedicadas a promover la evangelización y la misión: teólogos, predicadores y misioneros veteranos.

Después de las consultas iniciales presididas por Graham, el Comité fue presidido por el obispo anglicano Jack Dain de Australia. Las comidas juntos, las conversaciones de pasillo, las discusiones en las sesiones formales, me dieron la oportunidad de conocer de cerca al gran evangelista. Llegué a admirar su sencillez, su apertura, su disposición a escuchar la crítica y cambiar de opinión cuando era necesario. La evangelización del mundo era su pasión y él veía en los Congresos la oportunidad de despertar y estimular a las personas y las iglesias de todo el mundo en esa dirección. Creo que sus campañas en diversos países y sus relaciones en el proceso de organización de estos congresos fueron haciendo de Graham un líder internacional con gran sensibilidad cultural.

Se me pidió colaborar en la Comisión de Programa del próximo Congreso. Tres personas cercanas a Graham fueron claves en mi opinión para que el Congreso tuviese amplitud teológica, sensibilidad cultural y calor evangelizador. El mencionado Obispo Dain, un diplomático de primera, el evangelista Paul Little conocido por su don de comunicación del Evangelio en el mundo universitario y el evangelista canadiense Leighton Ford, casado con la hermana de Graham, predicador de nota y conocedor a fondo del mundillo del liderazgo evangélico. Creo que el entusiasmo de Graham, su humildad y sabiduría al permitir que personas capaces presidieran, y su respeto a las personas más allá de fronteras geográficas, culturales, teológicas y eclesiásticas contribuyó al éxito de lo que fue el famoso Congreso Internacional de Evangelización Mundial de Lausana en 1974.

El aporte de los evangélicos latinoamericanos que se puede advertir en el Pacto de Lausana fue la toma de conciencia de que el avance de la evangelización requería la visión de una misión integral, que no se olvidase de la realidad social ni de la diversidad cultural.

Hay quienes no le perdonan a Graham que más de una vez haya aparecido en público con los presidentes de su país, pero lo hizo por igual con los republicanos conservadores y con los demócratas liberales. Graham sólo aceptó una invitación a ministrar en Sudáfrica cuando las iglesias superando la segregación del apartheid aceptaron tener coros y cuerpos de ujieres y consejeros integrados por negros y blancos.

Graham también llegó a comprender y aceptar la lucha por los derechos civiles en Estados Unidos, representada por figuras como el pastor Martin Luther King. Yo estuve con Graham en conferencias de prensa en lugares tan distantes como Buenos Aires y Filadelfia y me impresionó su capacidad para responder con claridad e integridad a todas las preguntas de periodistas seculares a veces hostiles o burlones.

Después de Lausana mis encuentros con Graham fueron menos frecuentes pero siempre hubo cordialidad y simpatía de su parte. Varias veces nos encontramos en las Conferencias Misioneras de Urbana que organizaba cada tres años el movimiento estudiantil evangélico Inter Varsity, y al cual acudían miles de universitarios.

Graham y su equipo apoyaron de manera efectiva y solidaria a varios programas vinculados al movimiento de Lausana que surgieron del Congreso de 1974. Es importante recordar que para evitar los escándalos, vinculados a veces con figuras destacadas en el mundo de los evangelistas populares, Graham había adoptado casi desde el inicio de su carrera una política de eficacia y transparencia. La Asociación Evangelística que lleva su nombre era la encargada de llevar adelante sus campañas de evangelización siempre en colaboración con comités locales representativos. Fue también la encargada de auspiciar los Congresos, publicaciones y actividades similares que se vinculan a la práctica evangelizadora. En su Asociación Graham tenía asignado un salario fijo apropiado y obligaciones determinadas.

El ministerio de Billy Graham ayudó al sector evangélico del protestantismo mundial a cumplir con una presencia y proclamación del Evangelio apropiada a las demandas de fines del siglo 20 y comienzos del siglo 21.

En Norteamérica superó las estrecheces de la mentalidad fundamentalista de sus críticos y se esforzó en que los líderes del movimiento ecuménico entendieran el por qué de la urgencia de la evangelización. Y nadie puede negar que miles de personas en los cinco continentes llegaron a entender el Evangelio de Jesucristo y aceptarlo, en algún esfuerzo evangelizador con Billy Graham. Conocerlo de cerca fue para mí un privilegio especial por el cual agradezco mucho a Dios.

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