La oración: preceder, respaldar, saturar

Cualquier acción, pre evangelística de tipo social, testimonial o alguna de las diversas maneras de proclamar el Evangelio, debe ser precedida, respaldada y saturada con oración.

12 DE SEPTIEMBRE DE 2013 · 22:00

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En medio de todas estas prioridades, debemos comprometernos de nuevo a orar. La oración es una llamada, un mandamiento y un don. La oración es la base indispensable y el recurso para todos los elementos de nuestra misión. A) OREMOS CON UNIDAD, ENFOQUE, PERSISTENCIA, CLARIDAD Y BÍBLICAMENTE INFORMADOS. En la Llamada a la acción de Ciudad del Cabo 2010, resultado del encuentro mundial Lausana 3, reiteradamente se menciona la necesidad de apoyar, respaldar y acompañar toda acción con oración. No sólo se reconoce la importancia de la oración, sino que se destaca que cualquier acción, ya sea una actividad pre evangelística de tipo social, testimonial o alguna de las muy diversas maneras de proclamar el Evangelio de la Reconciliación, debe ser precedida, respaldada y saturada con oración. Para “orar con unidad, enfoque, persistencia, claridad y bíblicamente informados”, primeramente debemos volver a creer en el sobrenatural poder de la oración. Conocemos la teoría, pero la práctica nos llevaría a vivir una vida abundante y apasionada con frescura renovada por una comunión y dependencia íntima que sólo se establece a través del diálogo continuo con Dios, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Desde la plataforma de las iglesias locales, por los medios de comunicación evangélicos, como también a través de las organizaciones dedicadas a la evangelización, se intenta llevar el mensaje de salvación a nuestra sociedad. Se trabaja y se ora, pero los resultados no son proporcionales a los esfuerzos que en recursos humano y material, en tiempo y creatividad, empleamos para tal fin. Algunos encuentran razonable la explicación que en todo el continente europeo padecemos los mismos síntomas de ese “espíritu de nuestros tiempos” llamado postmodernismo, una filosofía de vida que ha causado grandes cambios en la sociedad y que también se encuentra en mayor o menor medida reflejada en nuestras congregaciones. Redescubrir el poder de la oración como fuente inagotable de una vida significativa y plena, de fe productiva y esperanza gozosa en medio de cualquier circunstancia es vitalpara cada discípulo de Jesucristo, para la Iglesia global y para la extensión de la Obra de Dios. Orar debería ser tan natural como el respirar, y esperar confiadamente en la respuesta del Padre es lo que Jesucristo enseñó a sus discípulos. Orar en unidad, no es el resultado de una acción programada, protocolaria, sino es nuestra respuesta a la revelación del Espíritu de Diosque declara que en la unidad hay poder y fuerza testimonial. Clamar por la salvación de aquellos que irremediablemente se enfrentan a un destino sin esperanza es absolutamente bíblico, pero si además se intercede en unidad, con los demás miembros que conforman el Cuerpo del Señor, damos una respuesta de amor al ruego de Jesucristo, poco antes de ir a la cruz: “… para que todos sea uno, como tú, oh Padre, en mi, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste”. (Jn 17:21). Ante los ojos de aquellos que nos observan, la unidad hace creíble el amor del Padre por el ser humano. Jesucristo finaliza su oración por sus discípulos “y por los que han de creer en mí por la palabra de ellos” (v 20), “para que el amor con que me has amado, esté en ellos, y yo en ellos” (v 26). En la declaración de Ciudad del Cabo se enfatiza que “la reconciliación con Dios es inseparable de la reconciliación unos con otros”(2 Co 5:18,19). Es decir, “la unidad del pueblo de Dios es a la vez un hecho (a través de Cristo) y un mandato”. ¿Estamos esforzándonos en cumplir ese mandato o nuestros orígenes y raíces denominacionales nos ponen en guardia y tememos perder nuestra autonomía, nuestra particular personalidad y manera de entender y expresar las formas, aunque en el fondo estamos de acuerdo con el lema de la Reforma, Sola fe, sola gracia y sola Escritura”? ¿Podremos mejorar nuestras relaciones no sólo tolerándonos, sino amándonos, como nos manda el Señor? En España hemos intentado dar pasos en esa dirección para eventos muy puntuales, pero queda camino por recorrer, para la gloria y honra de Dios. 1. Para que Dios envíe obreros a cada rincón del mundo, con el poder de su Espíritu. Antes de pedir que Dios envíe obreros a cada rincón del mundo consideremos nuestra situación en España. Son muy pocos los obreros que con una clara vocación y llamamiento de Dios hayan salido de nuestro país. ¿Será por falta de vocación, visión, enseñanza, o modelos a imitar? ¿Hay acomodo, carencia de estímulos, indiferencia? ¿Se reduce la vocación ante un futuro incierto, condicionado por la inseguridad económica? Si somos honestos y sinceros ante Dios, hemos recibido mucha ayuda y recursos de “afuera”, pero como pueblo de Dios, salvo honrosas excepciones, apenas generamos suficiente respuesta para cubrir las necesidades espirituales o las materiales internas de nuestras propias denominaciones. La actual crisis presenta un desafío añadido, pero Dios no es deudor de nadie y bendice al corazón agradecido y generoso. Es de vital importancia para la extensión del Reino de Dios, dentro y fuera de nuestras fronteras, plantear una valiente evaluación de nuestra situación como parte del Cuerpo y ejercer una autocrítica constructiva, dinámica, que busque con humildad y arrepentimiento la imprescindible guía y el poder del Espíritu de Dios que transformará y revertirá una situación raquítica, tibia, en un avivamiento personal y colectivo. Ciertamente es Dios el que por Su Espíritu llama, capacita y envía, pero nos toca a nosotros, al Pueblo de Dios, responder con amor y generosidad espiritual y material al compasivo y tierno clamor de nuestro Señor “la mies es mucha, mas los obreros pocos. ROGAD, pues, al Señor de la mies, que envíe obreros a su mies” (Mt 9:37,38). Él nos insta a ser proactivos y nos invita a participar con intercesión y ruego para el oportuno envío de obreros. Debería conmovernos que el Todopoderoso quiera utilizarnos como sus co-labradores. Despierta admiración, y tristeza a la vez, que países con menos recursos aún que nosotros – países latinoamericanos, por ejemplo- tengan tanta pasión por la evangelización que envían sacrificialmente a obreros, muchos de ellos profesionales (maestros, ingenieros, médicos, enfermeras, etc.) a lugares remotos, unos para realizar proyectos puntuales, otros, indefinidamente. En oración, busquemos maneras de estimular la visión de los jóvenes exponiéndolos a realidades desconocidascomo, por ejemplo, a través de una colaboración en proyectos misioneros puntuales durante sus vacaciones. Deben darse cuenta que son importantes y necesarios en el esquema de Dios. Apoyemos en oración, pero también y materialmente, a aquellos que evidencian ciertos dones y que sienten la guía de Dios para dedicarse a un ministerio en Su obra, para que se preparen adecuadamente para tal cometido. No hay límites de edad para llegar a ser poderosos intercesores al adoptar en oración a un país en concreto, o a sus misioneros. ¡La oración no conoce distancias, ni fronteras! Los niños, si están expuestos a historias misionera, posiblemente encuentren modelos a los que quieran imitar; la Escuela Dominical puede apadrinar a un niño por el cual aprenderán a orar. Promover y asistir a conferencias misioneras; suscribirse a boletines de oración por países, y toda la extensa información que puede encontrarse por internet, son posibles vías de inspiración para orar. Pero, lo más importante siempre será la disposición de un corazón tierno y agradecido que arda en amor y compasión. 2. Para atraer hacia Dios por su Espíritu a los perdidos en cualquier pueblo o lugar, por medio de la declaración de la verdad del evangelio y la demostración del amor y del poder de Cristo. La declaración de la verdad del evangelio, si no es acompañada de la compasión y el amor de Cristo, visible, tangible, será un mero gesto ritual carente de impacto y trascendencia. Pero a la vez, y como afirma la Declaración de Lausana3, la verdad del Evangelio es absoluta, excluyente, y no será popular o “políticamente correcta” en medio de una sociedad secular y tolerante cuyos principios son incompatibles con el evangelio de Jesucristo. La única respuesta al rechazo que provoca este ir contracorriente es un derroche de amor e interés genuino por la persona, por ese prójimo que no conoce el amor de Dios. Amar significa darse sin esperar nada a cambio; es posible amar así, porque Él nos ha amado primero (1Jn 4:19). Somos Sus representantes, embajadores de Su gracia, Sus manos, pies y corazón en esta tierra. El pasado año, más de mil iglesias de las diversas familias evangélicas se unieron alrededor de una actividad evangelística llamada “Mi Esperanza”. Hubo mucha oración, ayuno y clamorosa intercesión en España y fuera de nuestras fronteras. Los resultados sorprendieron gratamente pues el proyecto, sin precedentes en la historia de la Iglesia Evangélica en nuestro país, creó visión y esperanza, y fomentó nuevos vínculos de unión en el Cuerpo. Este planteamiento de evangelismo personal -que continúa bajo el nombre “Hay Esperanza”- descubrió la triste verdad que muchos creyentes no sabían cómo compartir su testimonio, ni sabían explicar lo que Dios había hecho en sus vidas. Aquellos que vivieron la experiencia de llevar a un amigo o familiar a los pies de Cristo quedaron impactados y conmovidos por el milagro de la reconciliación con Dios. Dios anhela usarnos, si nos atrevemos a entregarnos incondicionalmente. 3. Para que la gloria de Dios sea revelada y el nombre de Cristo sea conocido y alabado a causa del carácter, las acciones y las palabras de su pueblo. Clamaremos por nuestros hermanos y hermanas que sufren en nombre de Cristo. A pesar de un acceso todavía muy restringido a los medios de comunicación, esta poderosa herramienta traspasa las paredes de miles de hogares, llegando a personas que, probablemente, nunca hubieran cruzado las puertas de un local de culto. Las iglesias que promueven y anuncian los programas de radio, TV e internet en su vecindario como “su” programa, han establecido nuevos contactos y apertura en sus ayuntamientos. ¿Valoramos estos ministerios, los apoyamos en oración y colaboración? Ante la sociedad, ellos reflejan la cara de la iglesia, el corazón de Dios. En los últimos años las iglesias se han visto expuestas a una gran diversidad de culturas, razas y maneras de expresiones de la fe al recibir a hermanos de otras latitudes, cada uno con un bagaje, trasfondo y necesidades muy particulares. Esta realidad, añadida a la cruda situación de crisis que padecemos, ha impulsado la creación de diversas obras sociales y culturales a través de las cuales se sirve al prójimo y se hace creíble el mensaje del amor incondicional de Dios. ¡Aprovechemos el campo misionero que tenemos delante de nuestras puertas! La oración no está condicionada por la distancia, el tiempo o las circunstancias imposibles. Debemos ser más conscientes del sufrimiento y la agonía de innumerables hermanos nuestros que hoy y ahora sufren a causa de su fe en Jesucristo. Debemos respaldar a las organizaciones cercanas a nuestros hermanos en la fe que en lugares hostiles al evangelio sufren persecuciones y privaciones crueles e inhumadas. Es nuestro privilegio de interceder por ellos, con perseverancia, creyendo que Dios escucha y actúa por el poder de Su Espíritu. “La oración eficaz del justo puede mucho”. (Stg 5:16) 4. Por la venida del reino de Dios, para que se haga la voluntad de Dios en la tierra como en el cielo, para el establecimiento de la justicia, la administración y el cuidado de la creación y la bendición de la paz de Dios en nuestras comunidades. En esta tierra donde la verdadera justicia es una utopía y la falta de respeto y cuidado de los recursos naturales resultan ser un negocio rentable para unos pocos, “toda la creación gime por su redención” (Ro 8:22). Jesucristo, en la oración modelo, el Padre Nuestro, nos enseñó a rogar por la venida del reino de Diosy a rendirnos a la voluntad del Padre para que Él lleve a cabo la suya, en la tierra como en el cielo. La voluntad del Padre es “que nadie se pierda” (Jn 3:16) y aunque sólo habrá justicia y paz de Dios cuando Cristo reine, Sus hijos, mientras tanto, somos embajadores suyos, individualmente responsables de talentos y dones, de recursos y tiempo, de llevar una vida de santidad que refleje la naturaleza de Cristo, que atraiga a otros a Él. B) DEMOS GRACIAS CONTINUAMENTE CUANDO VEAMOS LA OBRA DE DIOS ENTRE LAS NACIONES, ESPERANDO EL DÍA EN QUE EL REINO DE ESTE MUNDO SE CONVERTIRÁ EN EL REINO DE NUESTRO DIOS Y DE SU CRISTO. ¡Dios es el mismo hoy, ayer y por todos los siglos! Su amor, fidelidad y misericordia no ha variado. Su paciencia y anhelo por salvar a cada una de Sus criaturas continúa vigente. Seamos partícipes agradecidos, con oración y acción. Seamos parte de Su ejército, peleando la buena batalla, de rodillas, de pie, cansados quizá, pero en la gozosa esperanza que un día, ante el Juez justo y nuestro fiel Abogado Cristo Jesús, podamos ofrecer frutos eternos, por nuestra fidelidad y compromiso en Su obra. (1 Co 3:11-14).

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