Bandas sonoras (recuerdos)

Le pido a Dios que me escuche y me dé todo tipo de respuestas y, al no encontrarlas, me enojo con él, doy media vuelta y finjo que estoy dormida.

02 DE FEBRERO DE 2018 · 12:21

,

Son las 8:30 de la noche. Mi hijo llega avasallando. Para él es mucho más importante jugar conmigo en este momento que lo que yo pueda estar haciendo ante el ordenador. Quiere examinarme de nuevo. De vez en cuando, viene con su archivador de Cds sobre bandas sonoras bajo el brazo, lo abre y me interroga. Le hago sitio en mi silla giratoria para que estemos más cerca. Noto como contiene la risa si me equivoco. A veces tardo más de lo que espera en contestarle y me regaña, eso pasa si estoy más atenta a sus reacciones que a sus preguntas.

Me pide que cierre los ojos, que me concentre y pone la música. Tengo que adivinar a que película pertenece. Me cuesta muchísimo porque aunque me suene la melodía no me acuerdo del título. Cuando me bloqueo él me da pistas, todas las que necesito. En una de ellas me pide que abra los ojos y vea la mímica. Ha puesto los brazos en cruz y ha levantado la cabeza un poco. Entiendo que es Titanic y he acertado. En otra me dice la palabra "dinosaurios" y le respondo que se trata de Parque Jurásico, y así hasta que las voy acertando todas. Dice que le encanta jugar conmigo a ese tipo de adivinanzas. Además, desde hace unas noches está atento y al ver que me dirijo al dormitorio viene detrás corriendo, se echa a los pies de mi cama y hablamos. Si por él fuera, la conversación no terminaría nunca. En ocasiones se enfada porque ve que, inevitablemente, se me cierran los ojos. Entonces se levanta con solemnidad, me mira malhumorado y sale del cuarto muy derecho sin pronunciar palabra. Aunque le pida disculpas, se va. Hay cosas, muchas cosas que me hacen ver que todavía es un niño pequeño y precioso que está definiendo su personalidad, ejerciendo conmigo su poder infantil y su sabiduría. Como sé que estos momentos no se van a repetir por mucho tiempo, los disfruto.

Al quedarme sola, me pongo en la presencia del Señor para despedir el día y me doy cuenta de que me parezco a mi hijo. Intento guiarle en las soluciones que deseo y, para que me entienda, le doy todas las pistas necesarias porque siempre quiero llevarlo a mi terreno. Le pido que me escuche y me dé todo tipo de respuestas sobre los sucesos cotidianos pasados, presentes y futuro que a mí me interesan y, al no encontrarlas, me enojo con él, doy media vuelta y finjo que estoy dormida. ¿Está Dios a mi servicio? No, todo lo contrario. Sin embargo, me ama mucho más de lo que amo a mis hijos, pero soy yo quien debe estar a sus pies aunque no conozca todas las respuestas.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Tus ojos abiertos - Bandas sonoras (recuerdos)