Divertirse

¡La Biblia dice que cuando el Señor Jesús vuelva, los jóvenes volverán a jugar!

29 DE ENERO DE 2018 · 12:54

Niños jugando, en Indonesia. / Robert Williams, unsplash (CC),
Niños jugando, en Indonesia. / Robert Williams, unsplash (CC)

Ancelotti fue un excelente centrocampista del Milán de Arrigo Sachi, equipo ganador de la copa de Europa. A pesar de su calidad, cada vez que se enfrentaban a su eterno rival (el Inter), vivía preocupado por cómo desarrollar de la mejor manera posible su juego. El holandés Van Basten, máximo goleador del equipo, le dijo antes de un partido, al ver la tensión que llevaba encima: “No tengas miedo de nada. Tu dame la pelota y después preocúpate de venir a abrazarme”.

Preocupaciones. Todos las tenemos. Nos cuesta mucho aprender que la tensión y la preocupación nos impiden sonreír y divertirnos. Nos preocupamos antes de que sucedan las cosas, vivimos en tensión cuando estamos atravesando un momento difícil y, ¡por si fuera poco!, nos llenamos de tristeza recordando lo mal que lo hemos pasado.

¿Recuerdas? Dios nos hizo para disfrutar. Fue él quien inventó el juego, la belleza, la alegría, la felicidad, los abrazos... La promesa del Creador para nuestra vida es muy clara: “Saldrás a las danzas con los que se divierten” (Jeremías 31:4). ¡Eso es lo que él espera de nosotros! Como cualquier padre, Dios quiere que sus hijos sean inmensamente felices.

El problema más grave de la humanidad es haberle dado la espalda. Si abandonamos a Dios, lo perdemos todo: el amor, la belleza, el juego, la tranquilidad, la alegría... Desde ese mismo momento en el que decidimos vivir por nuestra cuenta, es imposible que podamos disfrutar de una manera total. Siempre tendremos que conformarnos con pequeños instantes de felicidad que son solo el reflejo de lo que Dios había diseñado para nosotros. Habiendo sido creados para sumergirnos y disfrutar en un mar absolutamente tranquilo y radiante, nos conformamos con chapotear en una charca enfrente de nuestra casa.

Dios es el que nos enseña a vivir y no preocuparnos, independientemente de cuáles sean las circunstancias. Nosotros terminamos torciéndolo todo: cuando competimos, solo nos sentimos bien si ganamos. En nuestro trabajo, toda nuestra felicidad se mide por lo que nos pagan. Si estamos con nuestros amigos, solo nos sentimos bien cuando somos el centro de toda la atención... Esas son algunas de las consecuencias de vivir lejos de Dios. ¡No quiere decir que no sintamos los mismos deseos de ganar, que luchemos para que sean justos con nosotros, o que lo que digamos tenga importancia! La diferencia está en lo que Dios hace en nuestra vida.

Competimos, pero no se nos viene el mundo abajo cuando no ganamos. Trabajamos por el placer de hacer lo que hacemos bien, porque eso nos gusta. Tenemos amigos no solo para que nos ayuden, sino también para ayudar. Disfrutamos incluso estando cansados porque sabemos que un día nuestro cuerpo será transformado y no habrá ninguna sombra de mal en él. (¿Te imaginas en la eternidad jugando el tiempo que quieras sin cansarte?).

¡La Biblia dice que cuando el Señor Jesús vuelva, los jóvenes volverán a jugar! ¡Esa es una de las consecuencias! (Zacarías 8:5, Jeremías 30:19 y Jeremías 31:4). Todos disfrutaremos del reinado de la alegría, porque será el mismo Hijo de Dios el que lo gobierne todo. Aquel que anunció un día: “Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia” (Juan 10:10) sabe muy bien de qué está hablando.

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