El lanzamiento de un ‘ay’

Todo ritual que deja a un lado la misericordia, es vano.

09 DE ENERO DE 2018 · 15:19

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¿Se habrá lanzado este “ay” también contra mí? ¿De qué “ay” se trata? ¿Cómo reaccionamos a los “ayes” de Jesús por ejemplo en las bienaventuranzas del evangelista Lucas en Lc. 6:20-22 que van seguidas de los “ayes” 24-26? Atended: También hay “ayes” para muchos cumplidores religiosos que, sin duda, deberían replantearse su fe, pero que creen que ellos no lo necesitan. Cumplen horarios de cultos, fiestas religiosas, diezmos, lecturas bíblicas, largas oraciones…

Si no sabemos interpretar bien lo que es y lo que implica el seguimiento de Jesús, podemos equivocarnos a pesar de nuestro olor a templo y a Biblia. Si el seguimiento nos conduce solamente a cumplimientos religiosos del ritual, estamos errando. Un “¡Ay!” de los fuertes es para nosotros, cumplidores del ritual, fieles representantes de una religiosidad sin trasfondo bíblico, sin cumplir las exigencias de Jesús.

Mirad que “ay” tan profundo y condenatorio lanzado a los religiosos fieles cumplidores de una ética cúltica de ritual, pero que no habían asumido lo esencial del Evangelio: “¡Ay de vosotros, hipócritas!, porque diezmáis la menta y el eneldo y el comino, y dejáis lo más importante de la ley; la justicia, la misericordia y la fe”. La ética de los cumplimientos religiosos no es lo que salva. Incluso nos pueden llamar hipócritas y lanzarnos al abismo de la condenación eterna.

¿Corremos el riesgo de que ese “ay” sea lanzado contra nosotros, fieles cumplidores de la asistencia a los cultos, fieles donantes, asiduos colaboradores en las tareas de la iglesia? Tenemos que reflexionar en cómo vivimos la religión. Sí. La religión que a veces es rechazada como concepto por algunos creyentes errando, porque la religión pura y sin mácula es definida en la Biblia como misericordia y fe: “Atender a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones —son amplios rasgos de misericordia—, y guardarse sin mancha hasta el fin —que, sin lugar a dudas, implica la vivencia de una fe viva”.

El “ay” va lanzado contra aquellos que no tienen esta vivencia de la religión que nos ha de religar al Dios de la vida, a Jesús a quien hemos de seguir de forma radical. Quizás lo que pasa es que diezmar de espaldas a la misericordia, es hipocresía. Todo ritual que deja a un lado la misericordia, es vano. Todo cumplimiento religioso que se hace sin fe es algo sin valor y que no traspasa los techos de las iglesias, que no puede volar hasta el trono de Dios.

Aunque nos parezca extraño, todo cumplimiento religioso, toda ética que se nutre de realizaciones externas, el diezmar la menta, el eneldo y el comino de espaldas a la situación del hombre que sufre, es un evangelio sin prójimo y nos hace caer en la hipocresía. Es como querer ser cristiano sin fe. Es dejarse llevar por los fantasmas de la inútil e irresponsable hipocresía.

Un “ay” lanzado por Jesús que en muchos casos no nos interpela o, mejor dicho, no queremos que nos interpele, y giramos la cabeza hacia otro lado para seguir en las comodidades de los cumplimientos religiosos, el sinsentido de una ética religiosa que se contenta con simples realizaciones rituales. Dios quiera que ese “ay” nos penetre en el corazón y cambie nuestra manera de vivir la espiritualidad cristiana, que nos ayude a vivir la auténtica religión, esa que el apóstol Santiago llamaba la “pura y sin mácula”.

La justicia, la misericordia y la fe están coimplicadas. Las realizaciones de la fe, sus concreciones en lo que el apóstol Pablo diría “la fe que obra por el amor”, es la práctica de la misericordia que nos va a llevar, indefectiblemente, a la búsqueda de la justicia en la que el amor al prójimo está también complicado.

¿A quién se dirigen estas palabras tan duras de Jesús? Desde luego no solamente a los religiosos hipócritas de su época, sino a todos aquellos que hoy dicen seguirle, que quieren seguirle o que creen seguirle en medio de un mundo de dolor. ¿Es que, acaso hoy, no hay personas sumidas en prácticas religiosas vanas autoengañándose a sí mismas y lejos de la vivencia de la auténtica espiritualidad cristiana? Terrible problema al que, a veces, no se le presta la atención debida para que la enseñanza de la iglesia pueda corregir estos errores que conducen a la perdición y a la hipocresía religiosa.

Debemos de tener cuidado no sea que lleguemos a estar hartos de ir al tiemplo y de practicar todo tipo de cumplimientos religiosos, pero sin haber practicado la justicia, ni la misericordia, ni la fe. Sin haber practicado el amor. ¡Terrible drama de algunos religiosos que, quizás, también se encuentren entre nosotros!

Parémonos ante ese “ay” que se lanza contra muchos practicantes del ritual, contra muchos religiosos. Y si viene directo hacia nosotros como para explotar en nuestra espiritualidad como si fuera una bomba, busquemos ese escudo que es la protección de Dios y convirtámonos, cambiemos de dirección asumiendo lo más importante de la ley: “La justicia, la misericordia y la fe”

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