Una miradita al pasado, o al presente

Siguen las agresiones, las violaciones, la discriminación; se las sigue ninguneando, apartando; culpando de todo lo malo que ocurre a su alrededor.

05 DE ENERO DE 2018 · 11:29

,

Gracias al Señor las cosas han cambiado, pero así fueron, fuimos educadas muchas mujeres. En la actualidad, para quitarle importancia a tantos años de esclavitud, suele decirse que fueron otros tiempos, pero todavía hoy quedan flecos que debemos eliminar. Siguen las agresiones, las violaciones, la discriminación; se las sigue ninguneando, apartando; culpando de todo lo malo que ocurre a su alrededor. Ardua tarea nos espera dentro y fuera de la iglesia, aunque dentro nos queda mucha más paja que limpiar y eso no deja de ser doloroso. 

He tomado el siguiente texto del libro “He aquí la esclava del señor”, 2ª edición, Ediciones B, S.A., autor Luis Otero. Cualquier frase que pudiera añadir de mi cosecha, desgraciaría su contenido:

 

Cuarenta años de dictadura dan para mucho.

Desde el 20 de noviembre de 1975, comienzo de este después y del gran cambiazo, España es una democracia. Pero no se han borrado totalmente los rastros y así tenemos que hoy, en la democracia, a menudo afloran funestos tics heredados: nepóticos comportamientos, estúpidas invocaciones al honor, adhesiones inquebrantables, inútiles discusiones por un quítame allá —o pónmelo aquí— este preservativo, absurdas guerras de divorcios y abortos, adolescentes embarazadas contra voluntad, partos no deseados, ignorancias sobre cuestiones del sexo que darían risa si no dieran pena, disparatadas y machistas sentencias judiciales para procesos de violación y otras agresiones a la mujer, en fin, la biblia en verso y el verso también. ¡Habían sido nada menos que cuarenta años! A los efectos oportunos, en aquel entonces se nos ofrecían unas lecturas muy amenas y altamente instructivas, verbigracia:

Paseábase nuestra primera madre por el jardín-huerto del paraíso terrenal; las florecillas se inclinaban a su paso; entrelazábanse las ramas de los árboles copudos, entoldando largas avenidas por las que Eva solazaba su espíritu, aspirando el perfume de los rosales y escuchando los arpegios de las aves cantoras. Embriagada en felicidad, detúvose al pie de un manzano cargado de pomas sazonadas; una voz la despierta del éxtasis: “Come de la fruta y serás como Dios.” Y Eva, ¡al fin mujer!, sugestionada, irreflexiva, vanidosa, viéndose ya en el trono de la deidad omnipotente, mordió la manzana... y nosotros padecemos la dentera. Seduce luego a Adán, que cayó preso en la red sutil de sus acariciadoras palabras y promesas; ¡que siempre ha de ser ella, la mujer, la causante de la ruina espiritual del hombre! 

(Juan Alonso Ortiz, jesuita, El ídolo de la mujer)

Eva, ¡al fin mujer!, se lo había ganado.

Divinamente que estaríamos todos en el paraíso escuchando los arpegios de las aves cantoras y tuvo que venir Eva, ¡al fin mujer!, y chafarnos los planes. Antes teníamos paraíso terrenal y ahora, por culpa de Eva, ¡al fin mujer!, lo más que tenemos es Benidorm, en primera línea de playa con vistas a un rascacielos. A poco que se mire y se analice, Eva, irreflexiva y vanidosa, tiene la culpa de casi todo. De los matrimonios que fracasan, por ejemplo. Si Eva supiera callar, ceder y sonreír, los matrimonios serían una luna de miel sin interrupción.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Tus ojos abiertos - Una miradita al pasado, o al presente