Para el nuevo año, pido...

En el papel blanquecino, las letras vestidas de azul comienzan a danzar.

29 DE DICIEMBRE DE 2017 · 21:00

Cathryn Lavery / Unsplash,mujer escribiendo, desayuno mujer
Cathryn Lavery / Unsplash

Despeinada por el viento, intenta atusar sus cabellos con temblorosas manos, manos de mujer que aun sin temor a nada, cimbrean cual temblorosas hojas ante la tempestad.

Ante ella se despereza un nuevo año, un horizonte nada lejano se desvela concediéndole la oportunidad de seguir existiendo por un espacio impreciso de tiempo.

Para no caer de bruces ante la nostalgia que le supone tener que recordar los trazos alegres de tantos años extintos, toma una hoja de papel y anota con elegante caligrafía un inventario de ideas o más bien de deseos para el año próximo a emerger.

Sabe que a su edad es una osadía pretender hacer planes a largo y corto plazo, el crespúsculo es cada vez más cercano, la vida se extingue a pasos agigantados.

En su extensa travesía ha aprendido a ser práctica, a mirar con actitud positiva aquello que ante ella se desnuda. Laureada de años se propone una vez más; quizás la última, endulzar su presente con un listado elaborado desde el corazón y repleto de buenos propósitos para el nuevo año.

En el papel blanquecino, las letras vestidas de azul comienzan a danzar.

Para el año nuevo me pido:

  • Ojos nuevos con los que ver aquello que otros no ven.
  • Manos prestas a dar aunque queden vacías.
  • Frases que verter en quienes necesitan oír algo más que palabras.
  • Oídos prestos a escuchar lo que otros tienen que decir.
  • Valentía para hacer frente a los temores que me acechan y paralizan convirtiéndome en un ser apocado.
  • Empatía para poder ponerme en los zapatos ajenos  y así caminar dejando a un lado las críticas.
  • Ofrecerme sin reparos, omitiendo los reproches, extendiendo mis viejas alas para alzar el vuelo llegando allí donde Dios me quiera hacer  llegar.
  • Seguir esgrimiendo la fe como bandera alzada en un decrépito castillo que tras muchas embestidas aún no ha sido derribado.
  • Vivificarme en mi andar diario y comprender lo necesario que es hacer un alto en el camino.
  • Dedicar tiempo a estar a solas con Dios, aprender en el transcurso relajado de los días lo maravilloso de ser una perla escogida.
  • Acunar en mi pecho la sensación deleitosa de saber que soy peregrina en esta tierra y que el cielo es para siempre.

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