El monstruo en casa

Aunque estemos lejos, somos muchos los que te observamos y nos preguntamos qué será de ti.

15 DE DICIEMBRE DE 2017 · 17:04

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Querida mujer, no nos conoces, tampoco sabes que, aunque estemos lejos, somos muchos los que te observamos y nos preguntamos qué será de ti. Es posible que nunca leas esto, no importa. Aunque estás callada, no hay que ser muy lince para darse cuenta de que vives en la jaula del monstruo y los barrotes que te cercan definen sus disparejos estados de locura.

Nunca sabes cómo será su despertar, el abrir de ojos de ese que se levanta cada mañana desde el otro lado de la cama y comienza a controlarte, te dice todo lo que tienes que cumplir para hacerle feliz y, de paso, agradar a Dios. Sí, ese que te vigila. Ese que te obliga a realizar lo que a él le da la gana y a interpretar los textos sagrados según su criterio y beneplácito, porque Dios le ha hecho varón, para mandar, y a ti hembra, para que aguantes. Sí, mujer, ese muchacho que tan bien supo entrar por los ojos de tus padres, que creyeron que para ti sería un gran partido hasta que hoy comprueban que así es, que partido tienes, pero el corazón, el alma, la autoestima, la esperanza. Hay mañanas que no puedes levantarte de tanto como te pesan y no sabes cómo aliviarte de esa carga.

Con el paso del tiempo has aprendido que cuando sonríe no siempre ríe y que sus llantinas no contienen lágrimas. Es cínico, manipulador y cruel. También es torpe. Hasta en el desconcierto de sus instantes más dulces te sientes dañada a causa de sus múltiples caras.

No sabemos si has llegado a plantearte alguna vez huir de ese destino que se presentó ante tu puerta, justificando vuestro noviazgo con la promesa de vivir eternamente con una biblia de miel entre las manos, siendo, como era en realidad, un caramelo envenenado. 

Estás descompuesta y es posible que veas imposible abandonarle, ya que sutilmente te ha ido apartando de todo aquello y aquellos que podrían reportarte ayuda. Te has quedado con él y con la iglesia. Sobre esta última te habrás preguntado multitud de veces dónde está la comprensión de sus integrantes; la de los que te saludan alegres cuando saben de sobra que estás triste; la de los responsables que te animan a continuar con él porque debes ser la ayuda idónea del monstruo; la de los que luego, a tu espalda, cobardemente y a solas te compadecen.

Escribía al principio que es normal que nunca leas esto, no pasa nada. Lo que sí importa es que el Señor haga efectiva en ti la certeza de su amor y sus cuidados, que no tengas dudas. Rogamos para que recibas su poder y su gloria como heredera al trono de gracia. 

Los que intuimos que por ahora no puedes romper tales barrotes (desgraciadamente pocas mujeres pueden), oramos con el fin de que, llegada la hora, consigas la fuerza necesaria para salir corriendo. Ve ejercitando músculos, nadie conoce cuándo se producirá el momento. También pedimos por el monstruo, para que al tomar, por fin, la decisión de dejarlo solo, abrazándose a sí mismo, se encuentre distraído, no corra detrás de tu sombra y tengas tiempo de alejarte lo máximo posible. Cuídate, además, de todos aquellos que permanecieron en silencio cuando te tenían cerca y al conocer detalles sobre tu libertad comenten: Yo lo sabía.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Tus ojos abiertos - El monstruo en casa