Influencia de Lutero y Erasmo en España

El descubrimiento de la justificación por la fe es para Lutero algo indiscutible e innegociable, lo que le llevó al alejamiento de Erasmo.

30 DE NOVIEMBRE DE 2017 · 18:56

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Comencé a entender la Reforma en España con el voluminoso y culto libro de Marcel Bataillon, “Erasmo y España. Estudios sobre la historia espiritual del siglo XVI”. Insisto en lo de “España” porque muchos solo conocen la Reforma extranjera, la magisterial, luterana y calvinista, desconociendo buena parte del tesoro de nuestra Reforma, quizás menos magisterial y más radical en personajes como Miguel Servet, Antonio del Corro o Casiodoro de Reina.

Esta obra de Bataillon es uno de los mejores libros que he leído en mi vida, cuya erudición y observación de los hechos, sobrepasa todo lo escrito anteriormente no solo sobre el erasmismo sino sobre la Reforma en España. La sorpresa para mí fue grande cuando muchos de los personajes que estudia Bataillon, no los condena la Inquisición por erasmistas, sino por luteranos. El largo recorrido de este autor por la espiritualidad del siglo XVI en nuestro suelo, deja al descubierto que no hay mística divinizadora del alma que tanto ha proclamado el catolicismo como expresión de la espiritualidad de este siglo, sino la espiritualidad evangélica, bíblica, salvadora. El erasmismo con su ideal de la cortesía cristiana en el Enchiridion, su filosofía de Cristo mejor explicada en su Methodus veráe Theologiae en el que expone una teología basada en la Escritura y santos Padres, considerando necesario un espíritu purificado de vicios para que la imagen de la verdad pudiese brillar, no deja de ser un recetario para cambiar feas costumbres, pero sin cambiar el corazón del hombre.

Erasmo nunca podrá comprender la gracia de Dios, ni cómo llegar a ser verdaderamente cristiano, porque, aunque la Philosophia Christi no era solo estar descontento y quejoso por los abusos de costumbres, su cristianismo y estilo de vida cristiana adolecía de Buenas Nuevas. Monachatus non est pietas dirá Erasmo, pero, aunque muchos frailes se escandalizaron por el contenido de la traducción castellana del Enchiridion hecha por el arcediano de Alcor, Alonso Fernández de Madrid, (quien suavizó bastante su traducción), no pensaba en aniquilar aquellas formas de vida religiosa como lo hizo Lutero y la Reforma. Erasmo nunca pensó en la ruptura con Roma y menos aún que esta ruptura fuese violenta, ya que por encima de todo estaban los valores de la paz.

Teófanes Egido, profesor de Historia Moderna en Valladolid y buen conocedor de Lutero y Erasmo, cree que las posiciones apologéticas que conducían a las antiguas polémicas y los mutuos reproches hacia la Reforma, están superadas. Egido cree que Erasmo fue desprestigiado por Lutero por no haberlo ganado para su causa, pero todos sabemos que también en España, después de haber triunfado sus ideales como en ningún otro lugar, Erasmo fue anatematizado por amplios sectores católicos y calificado como el preparador y alentador de la ruptura de la cristiandad. En un cuadro de Lucas Cranach el Joven, aparece Erasmo entre los primeros apóstoles del luteranismo, Melanchton, Cruciger a un lado, casi en el centro Erasmo y al otro lado Justus Jonas y Bugenhagen, pero esta transfiguración tardía, en muy poco se asemeja al contenido doctrinal de Lutero, aunque tenga que ver con el observador sentido que le dio un apasionado predicador franciscano de Colonia: Erasmus posuit ova, Lutherus exclusit pullos, Erasmo puso los huevos y Lutero sacó los pollos.

Pero Lutero mantendrá su postura de no deber nada a Erasmo, no tanto porque Lutero se atrevió a romper las cadenas del papado y Erasmo solo denunciaba costumbres y vicios eclesiales, sino porque su doctrina era sacada de las entrañas de la sabiduría bíblica solamente, mientras la philosophia Christi de Erasmo era racionalista y mística. Por lo demás Lutero y Erasmo estaban de acuerdo, pues los abusos de la escolástica en sus métodos para resolver el laberinto de sus sutilezas, el vacío de Evangelio y Santos Padres en las predicaciones y en la teología, los votos de los monjes y frailes, y todo un mundo de vicios en el clero, nadie los podía negar. Pero los motivos y los fines no eran los mismos en uno y en otro, pues Lutero alabará la vida seglar y Erasmo, aunque dijese que monachatus non est pietas, no los desautorizó ni dio soluciones.

Así pues, las divergencias erasmistas y luteranas fueron profundas en cuanto a talante, dice Egido. Cree que Lutero estaba incapacitado para entender al Erasmo humanista, filólogo y teólogo, quien le consideraba alejado del verdadero Cristo. Erasmo consideraba el luteranismo más indocto, más hostil a las bellas artes que allí donde se implantaba hacía “morir las letras”. Esta consideración de Egido de que la Reforma es estéril para las letras es otro de los repetidos tópicos, sino intencionado si inconsciente, puesto que ignora la labor intelectual de un Lutero y un Calvino, por poner un ejemplo, de la sistematización de la llamada “escolástica protestante” y la influencia que tuvo en los filósofos posteriores, entre ellos Kant, Hume, etc. que han influido en toda la historia de la civilización occidental. Siempre lo que “mata las letras” es la falta de libertad y el convertir la religión en una obra de arte, bella, pero sin alma.

El camino del alejamiento Lutero-Erasmo es a partir de 1520-24 en el que todavía Erasmo manifiesta los aspectos positivos de Lutero, pero Lutero reconocerá insalvables sus posiciones. Los motivos no eran otros que la doctrina de la “justificación por la fe” entendida la Biblia desde la visión de un teólogo como Lutero y un filólogo como Erasmo. Dirá Lutero: “mi disentir de Erasmo proviene de que a la hora de interpretar las Sagradas Escrituras yo prefiero seguir a san Agustín antes que a san Jerónimo en la misma medida en que él prefiere a Jerónimo antes que a Agustín. No es que me deje llevar por predilecciones de mi orden, sino que me doy cuenta de que san Jerónimo busca deliberadamente el sentido histórico y, lo que es más de admirar, que interpreta mejor las Escrituras cuando lo hace de forma incidental (por ejemplo, en sus cartas) que cuando trata de ellas”. Pero la abismal distancia de Lutero y Erasmo se forma en torno a las obras que no justifican, ni merecen. Para Erasmo las obras que no justifican son las farisaicas, para Lutero todas las que no son de fe “porque si se hacen fuera de la fe en Cristo, aunque sean capaces de fabricar Fabricios, Régulos y hombres integérrimos, sabrían tanto a justificación como el serbal a higos”.

El descubrimiento de la justificación por la fe es pues para Lutero algo indiscutible e innegociable: “Vivimos tiempos cargados de peligros, y veo que no se es cristiano verdaderamente sabio por el hecho de dominar el griego y el hebreo, cuando san Jerónimo, con sus cinco lenguas, no puede ni compararse con Agustín, que solo sabía una, aunque Erasmo se empeñe en ver las cosas de otra forma”. Pero el meollo del abandono de la admiración de Lutero por Erasmo, la expresa en esta frase: “Estoy leyendo a nuestro Erasmo, y mi afición por él decrece de día en día. Me agrada ciertamente que con tanta constancia y erudición condene a frailes y curas por su inveterada y torpe ignorancia, pero me temo que no insista tanto como se debe en Cristo y en la gracia de Dios”. “A Erasmo, siempre que me es posible lo alabo encarecidamente y lo defiendo ante todos los que aborrecen o ignoran las buenas letras, cuidándome muy bien de vomitar aquello en lo que disiento de él para no fomentar la envidia que le tienen, y esto a pesar de que vea en Erasmo muchas cosas que me parecen tan poco atinadas para llegar al conocimiento de Cristo”.

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