Alfonso de Mella, precursor de la Reforma en España

Se ha podido ir reconstruyendo el pensamiento de Alfonso de Mella por unos veinte documentos, aproximadamente, que citan el caso de herejía de los de Durango.

27 DE OCTUBRE DE 2017 · 10:21

Retrato de Felipe II, por Sofonisba Anguissola - Museo del Prado, Dominio público (recortado),
Retrato de Felipe II, por Sofonisba Anguissola - Museo del Prado, Dominio público (recortado)

“La blanca veste de la ortodoxia hispánica”

Nada más falso que esta aseveración donde “blanco” y “ortodoxo” son palabras extrañas en el horizonte religioso español. Pero no me detendré en demostrarlo, pues de todos es conocida la independencia de la iglesia española hasta Carlos V que saqueó Roma y destituyó al Papa “guerrero y vengativo”. Desde el siglo VIII los musulmanes y antes los judíos habían transformado cultura y religión de variadas y colosales proporciones en toda la Hispania goda, produciéndose no pocas apostasías. Desde Elipando, pasando por los adopcionistas, los cátaros y albigenses, las múltiples sectas que aprovechando el Camino de Santiago se introducían con extrañas espiritualidades, hasta los “herejes de Durango” a mediados del siglo XV, no le faltó a España ningún movimiento religioso contrario a esta supuesta ortodoxia hispánica.

Un estudio detenido de estos “herejes de Durango”, reflejaría un movimiento evangélico con fuertes bases teológicas que posteriormente proclamaría la Reforma. La personalidad del zamorano Alfonso de Mella, hermano del obispo y gran jurisconsulto Fernando de Mella y del cardenal Juan de Mella, se refleja en las veces que fue procesado por la inquisición de Roma. Por 1434 debió de tener problemas por proposiciones heréticas, siendo juzgado por tres cardenales y recluido en el convento de Santa María del Monte (Perusa). Sería absuelto por el Papa Eugenio IV y este le daría licencia para trasladarse al convento de Santa María del Poyo, diócesis de Coria, donde estuvo nueve años consagrado a los deberes de la vida regular y solo con la prohibición de no confesar a nadie durante un año. Poco le duró el convento que al cabo de unos años lo había abandonado y se había presentado delante del mismo papa Eugenio IV y este le volvería a absolver autorizándolo a oír en confesión, pero no a predicar en público.

Se ha podido ir reconstruyendo el pensamiento de Alfonso de Mella por unos veinte documentos, aproximadamente, que citan el caso de herejía de los de Durango. Una de las informaciones que más nos interesa a nosotros es la carta de Mella al rey Juan II o su sucesor Enrique IV de la que no dispuso Olaizola en su “Historia del protestantismo en el País Vasco” y que nos aporta Iñaki Bazán. También en la “Summa utilísima errorum et heresun per Christum et eius vicarios et per inquisitores heretice pravitatis in diversis mundi partibus dampnatarum” en el que aparecen las proposiciones heterodoxas de Alfonso de Mella y los suyos, dentro de un apartado que titula: “Herejes y errores de los begardos menores, principalmente de fray Alfonso de Mella de la orden menor, nacido en la ciudad de Zamora”. También aparecerán citados los errores de Alfonso de Mella por 1517 en una guía para Carlos I con el objeto de que conociera al pueblo que iba a regir. Pero como decíamos, nos interesa más lo que dice el propio Mella, porque su teología será la medida más correcta y cercana a los hechos. No podemos aplicar suposiciones como lo hace por ejemplo Fernández Conde, insertando a Mella en coordenadas del fraticelismo y del beguinismo y aún más alejados en el tiempo los Hermanos del Espíritu libre, e incidiendo en la libertad espiritual y corporal –sexualidad incluida, desobedeciendo a la Iglesia y sin necesidad de buenas obras. Demasiado atrevimiento historiográfico, solo para apuntalar Conde, que la Iglesia (católica y Romana se supone) es la portadora de la eterna beatitud en la tierra.

Por las medidas y convincentes explicaciones de Iñaki Bazán, la fecha de la carta de Mella sea de 1442-44 aunque aparezca la carta dirigida al rey de Castilla, in regnum Granate circa annos Domini 1440. La carta comienza con una vindicación de su persona que se encuentra en boca de todos “de doce años acá poco más o menos no a causa de las maldades ni a causa de otros delitos que yo hubiera cometido entre los cristianos con los cuales fui predicador”. Es decir, él no es un malhechor, ni un delincuente, sino un predicador de la Palabra de Dios. Después explica por qué había huido a Granada:

1. “por predicar la verdad del santo Evangelio como es declarada por los santos doctores y decretos” fue perseguido, y como esta persecución no remitía, “pensé ceder a su irá y apartarme por algún tiempo como lo hizo Jesucristo y nos mandó que lo hiciéramos diciendo: “Si os persiguen en una ciudad huid a otra” (Mt. 10,23);

2. “porque plugo al altísimo Dios quien según lo que le place e inspira, declarar en mi corazón que su santa ley y los santos Evangelios no han sido explicados hasta el día de hoy suficientemente por los doctores anteriores según la propia verdad que contienen, y sobre todo carecen de la necesaria nueva y espontanea declaración para la iluminación de aquellos que están en las tinieblas de la infidelidad y juzgan que ellos andan con la luz clarísima de la fe, y señor, por entre los cristianos no puede manifestar mi corazón como conviene a ella como se ha dicho arriba a causa de la incredulidad de aquéllos y a causa de la crueldad de las leyes rígidas injustísimas”. La explicación que aporta Iñaki Bazán a “doctores anteriores”, las considera una contradicción al entender que la doctrina que vindica es de los “santos doctores” y a la vez estos doctores no la habían explicado bien. Quizás la explicación provenga de aceptar Mella los primeros concilios y los santos Padres, pero no estos “doctores anteriores” que no “santos doctores”.  Es decir, no acepta más autoridad que la Santa Escritura, santos Padres y primeros concilios.

España se adelantó a la Reforma luterana también con Alfonso de Mella, quien forma una comunidad distinta a las órdenes mendicantes y los monasterios reglados. El intento de desacreditar esta “herejía” nace de la profundidad de su teología, radicalmente bíblica, con pretensiones de una utopía ginebrina como la de Calvino, pero en Durango. El resumen que convierte la posición de Mella en original y heterodoxa es que al final de la conocida carta suya dice: “Y puesto que Nuestro Señor Dios de tan sublimes, nobles y excelentes acciones previó venir en vuestro reinado según su admirable disposición, Señor Rey, se nos hace evidente que Vuestra Soberanía debe proveer acerca de ello con el sabio consejo de aquellos que hayan sido designados celadores de la santa ley de la Fe, no con el orgullo de los que con sus perversas obras demuestran ser la sinagoga de Satanás y no la Iglesia de Jesucristo, o de los que quieren progresar con algún otro escándalo o de algún otro modo indebido. Lo que, con todo, oh Prudentísimo Señor, no esperamos de Vuestra Soberanía otra cosa, especialmente porque estamos dispuestos a oír y creer todo lo que según la razón y la autoridad de la Escritura debe ser creído convenientemente, con toda la verdad y sin ningún otro recibimiento. Del mismo modo estamos dispuestos a creer, a dar cuentas de nosotros y de todas las cosas que hasta hoy hubiéramos hecho y dicho, aquí y allí.

Tras Alfonso de Mella, no es de menor importancia Pedro de Osma. Dice Tomás M’Crie que Pedro de Osma, profesor de teología en Salamanca, hizo una corrección del texto griego del Nuevo Testamento, mediante una recopilación crítica de diferentes manuscritos. “En materia de doctrina desplegó la misma libertad de opinión, y en 1479 fue obligado a abjurar ocho proposiciones relacionadas con el poder del papa y el sacramento de la penitencia extractadas de una obra suya sobre la confesión y condenadas como erróneas por un concilio celebrado en Alcalá”. Posteriormente los Alumbrados y Protestantes del siglo XVI entroncan con estas inquietudes “heréticas”. El Inquisidor Fernando de Valdés diría que alumbrados y reformados protestantes son de la misma “simiente” y esta apreciación no era intrascendente puesto que ya el Inquisidor en 1519 estaba entre los que procesaron a los alumbrados.

No podremos avanzar en el conocimiento de la Reforma en España, sin tener una visión general de la implantación del protestantismo durante todo el siglo XVI. Hay varios asuntos que pueden darnos un horizonte más abierto sobre la Reforma española. El Memorial de libros prohibidos en la Inquisición de Sevilla demuestra que al poco tiempo de la invención de la imprenta España estaba inundada de libros, principalmente de reformadores alemanes y ginebrinos. Comentarios bíblicos, estudios sobre la eucaristía, o la variedad de textos del francés Viret, reformador de Ginebra, Lausana y profesor de la academia de Orthez,  el Diálogo de la desorden que está presente en el mundo, en francés; De la Virtud y uso de la Palabra de Dios en francés; Exposiçion sobre la oraçion dominical en francés; Epístola enbiada a los fieles que conuersan entre los Papistas, en francés; De vero verbi Dei, sacramentorum et eclesie ministerio; Admoniçion y consolaçion a los fieles que determinan de salir de entre los papistas. Añádanse los nombres de Antonius Corvinus (Rabe), Andreas Osiander (1498 - 1552), Bartholomeus Westemerus, Bernardino Ochino, gran predicador de la Reforma, Constantino Ponce de la Fuente predicador de Carlos V, Felipe Melanchtom diez obras. Una de ellas era Hystoria de victa et actis Martini Lutheri. Marceluis Palingenus una obra. Martinus Borchaus tres títulos, dos sobre Aristóteles. Martín Lutero,Melchor Rling (Kling) el libro Super instituta. Miguel Servet o Villanovanus el Tractatus contra Trinitatem. Nicolaus Gallus una obra. Othonis Prumfelsii dos obras. Othone Wermulero una obra.Etc. No podemos reproducir a todos los autores, pero esta erudita biblioteca sevillana nos hace considerar que las bases de la Reforma española estaban asentadas en la Escritura sagrada y la espiritualidad evangélica.

Estos escritos que los marranos de Amberes introducían con profusión para apoyar la Reforma en España, desprestigiando la Inquisición por su crueldad y su manera de hurgar en las conciencias, también lo hacían apoyando a Lutero por su posición pro judía. Hicieron traducir al español el comentario de Lutero a la epístola a los Gálatas (In epistolam Pauli ad Galatas commentarius) y su Tractatus de libertate christiana, tratados estos que fueron enviados a la Península y en los que se desarrollaban las doctrinas de la justificación por la fe, rechazaba la intervención del Estado en materia de herejías y solo permitía que el Estado actuase ante los abusos de la Iglesia. La predilección de los marranos y conversos por San Pablo, dado que el principio paulino de un “nuevo orden” en el que ya no había cristiano viejo ni cristiano nuevo que tanta división provocaba, hacía que mirasen al protestantismo o la doctrina luterana como un cristianismo más puro y superar su origen étnico.

Fue tal el empuje de los marranos en su actividad reformadora que Felipe II publicaría la llamada Pragmática. Lo más lamentable para España de este movimiento intelectual y religioso en los Países Bajos, fue la orden de Felipe II cerrando estas universidades a los estudiantes españoles con el inusitado alcance de sus consecuencias. El informe de Baltasar Pérez a Felipe II decía:

“Yo tendría por cosa de servicio de Dios, si se pudiese dar orden de traer aquí a todos los españoles que están allá (es decir en Flandes) porque aunque la doctrina de la universidad es buena y católica, todos los que siguen estos monipodios y conciliábulos se gustan y acostumbran sus oídos a oír suciedades; y venidos acá (se entiende a España donde se formula la denuncia) que se mire por todos a sus conversaciones, porque yo tengo experiencia que privadamente por rincones hacen estos más mal que públicamente. Y si se puede dar orden que no fuese nadie a estudiar allá, lo tendría por cosa sustancial para conservación de la religión de estos reinos (de España). Y si esto no se puede hacer, a lo menos se provea de alguna persona o personas pías y católicas que estén por allá, que mire en los españoles que andan allá, así estudiantes como mercaderes. Y torno a decir que en Amberes hay mucho mal, en la corte hay menos”.

El biógrafo del rey no deja de reseñar el resultado de la Pragmática de 22 de diciembre de 1559, acompañada de graves penas: “Hizo embarcar a todos los muchachos españoles de la Universidad y escuelas y embarcarlos para que no aprendiesen lo que podría dañar a ellos y a su patria”. Era evidente que el ambiente universitario y extrauniversitario era a favor de la Reforma protestante en toda la amplitud de ideas que esta tenía. La ruptura con Europa que supuso la Pragmática lo expresa Ortega y Gasset diciendo que supuso la tibetización de España.

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