Puntapié de la economía a la ética

Tenemos una economía sin ética y sin sentimientos de projimidad, sin sentimientos de amor o ayuda al prójimo sufriente.

24 DE OCTUBRE DE 2017 · 17:02

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Nadie duda que la vivencia de la espiritualidad cristiana comporte toda una ética solidaria con el prójimo. Pero, ¿vivimos el cristianismo proyectando una ética solidaria activa y denunciadora? La Biblia nos deja totalmente claras esas líneas éticas. Sin embargo, ¿por qué los cristianos no trabajamos más mucho más en esa ética que debe afectar fundamentalmente al hombre que sufre, al que ha sido oprimido o despojado, al que se le ha dejado empobrecido o tirado al lado del camino? ¿Es que, acaso, vivimos una espiritualidad cómoda, inactiva y de búsqueda de nuestros propios deleites espirituales sin proyectarnos como manos tendidas al prójimo que nos necesita? 

Según los parámetros bíblicos no cabe duda que el creyente debe defender y trabajar, siguiendo las líneas del discipulado de Jesús,  por el funcionamiento de una ética para la vida en nuestro aquí y nuestro ahora, para la calle, para toda la tierra, para atajar las injusticias de un mundo desigual, una ética que esté basada en los valores del Reino que, realmente, van de una forma muy clara por estas líneas de compromiso solidario con el prójimo que sufre. Una ética teñida de misericordia, de mano tendida y que, en muchos casos, debe poner a los últimos como los primeros. ¿O es que, acaso, no hemos entendido los valores del Reino?

En cuanto al sistema económico imperante, yo creo que, en las situaciones de opresión que existen en el mundo, esta ética cristiana debe ser denunciadora de la economía tal y como ésta funciona en un mundo de desigual reparto e injusto. ¿Qué deberían hacer los cristianos para que, con su influencia, la ética quedara más ligada a la economía y fuera para ésta un elemento corrector? ¿No tenemos voz? ¿No somos los voceros de Dios? O, quizás, es que no estamos de acuerdo en que hoy la economía está totalmente desligada de una ética cristiana, más aún, incluso de una ética solidaria social. ¿Hay realmente una patada de desprecio por parte de la economía a la ética cristiana?

La patada también va por el lado del olvido y de marginación de los pobres a quienes deja tirados al lado del camino de forma indiferente. Opera de la misma manera que el rico con el pobre Lázaro. Sus patadas no son llamativas para que el pobre se vea lanzado de forma estruendosa y cree escándalos rápidos. Es más una economía que es capaz de observar pasando de forma inmisericorde ante los desposeídos. Puede describir la situación de pobreza en el mundo. Es una economía que no grita contra los pobres ni, aparentemente, les da patadas de odio para eliminarlos de la faz de la tierra. Se podría definir como una economía descriptiva e insolidaria que no se plantea que el mundo podría ser de otra manera para todos. Está bañada de indiferencia ante el despojado.

Sí. Tenemos una economía que no se ruboriza ante el dolor de los pobres. Una economía sin ética y sin sentimientos de projimidad, sin sentimientos de amor o ayuda al prójimo sufriente. Hasta es capaz de mirar, narrar y describir los desequilibrios económicos, pero pasando de largo sin pararse para la protección de los despojados del sistema. Sólo trabaja para enriquecer aún más de aquellos que, enriquecidos, protegen sus patrimonios sin acordarse para nada de los despojados de la historia. Eso es simplemente, una patada a la ética desde los sistemas económicos. 

Se da la economía de los fuertes, que fomenta descaradamente la idea der que “a cada uno lo suyo” aún a sabiendas de que hay más de medio mundo que no tiene nada. Mira al mundo pobre como sobrante humano que para nada le preocupa. Para la economía no existe la ética sino el beneficio de aquellos que más tienen.

Al ser una economía que da la patada a la ética, que se divorcia de ella, no entra en ideas proféticas que le son totalmente ajenas. Esta economía no denuncia las situaciones de injusticia, no emite juicios de valor solidarios. Calla mientras genera intereses y beneficios sólo para algunos ante la mirada sufriente de muchos. Que ni siquiera tienen voz para clamar por justicia.

¿No tenemos nada que hacer los cristianos ante esta patada de la economía a la ética? ¿No tiene nada que decir el cristiano ante unas estructuras económicas cuyo único valor es la rentabilidad sin ningún tipo de preocupación ética? No oyen las voces de la ética cristiana ni de la ética simplemente social o humanista. No, no se oyen. ¿Será que debemos aumentar nuestro grito ético y solidario a favor de los desamparados y despojados? ¿Será que debemos ampliar el volumen de nuestra denuncia? ¿Será que se necesitan nuevos profetas hoy al estilo de los del Antiguo Testamento?

¿Podríamos conseguir los cristianos que la economía diera un parón para hacer una reflexión ética en torno a los robados o despojados de nuestra historia? Recordemos: Con la irrupción de Jesús en nuestra historia, se acerca a nosotros el reino de Dios. Éste tiene unos valores éticos y solidarios que quizás los cristianos no hemos puesto en marcha dándoles la radicalidad que tienen en el Nuevo Testamento.

Nosotros los cristianos seríamos los mejor equipados para que la economía, además de ser descriptiva y pasiva, fuera una economía que se fijara en lo que debería ser, que fuera un fermento solidario para un mundo mejor. El no de los cristianos a una economía basada únicamente en la rentabilidad para unos cuantos, debería sonar en el mundo anunciando el aserto bíblico de que “la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee”

No dejemos que el vínculo entre la economía y la ética lo trabajen sólo los diferentes estados del mundo. Que ese vínculo sea también trabajado por los cristianos sacando a la luz, a la palestra pública, todos los valores que nos enseñó Jesús. Los valores más fuertes para los cambios solidarios y éticos en el mundo, los tienen los cristianos. Quizás esa sea la misión profética de la iglesia para nuestro aquí y nuestro ahora a lo que tiene que unir la difusión de aquellos valores que se extienden hacia lo trascendente, hacia la salvación eterna. 

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