Cultos molestos para Dios

El Señor nos demanda que, antes de ir a Él en culto y adoración, nos reconciliemos primero con el prójimo sufriente.

10 DE OCTUBRE DE 2017 · 15:10

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Yo creo que, normalmente, cuando vamos a la iglesia, nadie se pregunta si hay algún condicionante para el auténtico culto a Dios. Probablemente, porque nuestra inclinación natural es pensar que el culto está solamente relacionado con Dios y que Él no pone condicionantes a sus hijos para que le adoren, le alaben y ofrenden para su obra en la tierra. Pensamos que Él siempre se goza en la alabanza. Eso ocurre porque nos olvidamos de los textos proféticos en relación con el auténtico culto a Dios, en relación con el auténtico ritual para que éste le sea acepto y ante el cual Él habrá sus oídos.

¿Habrá condicionantes del culto para que éste no sea molestia a los oídos de Dios? Quizás no pensamos esto porque tenemos una unilateralidad impropia de todo aquél que se dirige ante el trono de Dios para rendirle culto. Pensamos que el auténtico culto, acepto a Dios, es el que está relacionado con la adoración, la alabanza, la oración, la ofrenda o la celebración ante un Dios que se goza con nuestra forma de rendirle pleitesía. ¿Estaremos en algún error? ¿Faltará algo? ¿Habrá algún condicionante para que Dios nos escuche y no se quede mudo ante nuestras súplicas?

¿No recordáis palabras proféticas en las que Dios comunica que no oirá nuestro culto, nuestras celebraciones, ni se gozará en nuestras alabanzas y fiestas solemnes? ¿Qué era lo que impedía la aceptación por parte de Dios de nuestras celebraciones? ¿Lo tenemos en cuenta hoy en día cuando acudimos a la iglesia a adorar a Dios? La respuesta es curiosa y sencilla, aunque hoy no incidamos mucho o casi nada en el tema: Dios no se complace en nuestro culto, ni en nuestra alabanza, ni con nuestra ofrenda y lo considera como algo no válido, cuando no se da el condicionante esencial para que nuestra adoración sea acepta a Dios. Este condicionante previo es, simplemente, cuando no va precedido de una relación con el prójimo que nos necesita, una relación de servicio y de ayuda, una relación de clamor por la justicia para el huérfano y la viuda, para los sufrientes de la tierra.

¿Por qué causa se dicen estas palabras en la Biblia?: “Cuando extendáis vuestras manos, yo esconderé de vosotros mis ojos; asimismo cuando multipliquéis la oración, yo no oiré”, junto con el rechazo de la ofrenda, las fiestas solemnes y otros. El profeta Isaías nos lo aclara y nos deja las palabras del mismo Dios indicando la falta de un condicionante esencial: “Aprended a hacer el bien; buscad el juicio, restituid al agraviado, haced justicia al huérfano, amparad a la viuda”.

Siendo esto tan importante en la Biblia, muchas veces no lo tenemos presente. Es como si a muchos de nosotros cuando vamos al templo se nos diera el alto y se nos dijera: ¡Espera! ¿Dónde vas? ¿Te has reconciliado con tu hermano? Y se nos echara fuera para que intentásemos cumplir con el condicionante necesario que el auténtico culto necesita para ser acepto a Dios.    

¿Es, acaso, la falta de misericordia y el ser ajeno a la búsqueda de justicia para con los más débiles, un condicionante para el culto? ¿Es que el culto, entendido de forma integral, es algo más que nuestro ritual eclesiástico? ¿No se agota o no es válido si sólo se hace de palabra y ajeno al compromiso con el hombre? ¿Es que, quizás, es imposible la relación cúltica con Dios cuando pasamos de largo ante el grito del oprimido, del empobrecido, del sufriente, del despojado?

¿Qué sentido tiene en estos textos que el Señor use a través del profeta la expresión “Venid luego”. ¿Es que, acaso, el compromiso con el hombre sufriente y la búsqueda de la justicia es el condicionante previo?

Nos podríamos preguntar: Señor, ¿son aceptos ante ti nuestros cultos en nuestro aquí y nuestro ahora, en el ambiente de nuestras congregaciones? ¿Pueden ser nuestros cultos, por nuestra pasividad e insolidaridad ante el hombre que sufre una molestia para ti, un “metal que resuena o címbalo que retiñe”, como diría el apóstol Pablo ante el cual tú te tapas los oídos? ¿Es que está el compromiso con el hombre ligado al culto, al auténtico ritual? ¿Es que, quizás, al igual que el amor a Dios y el amor al prójimo están en relación de semejanza, así también le reconciliación con el hombre y la búsqueda de justicia para los sufrientes de la tierra también están en relación de semejanza con la mismísima adoración a Dios? Todo un misterio que hemos de tomar en serio.

Es posible que la vida cristiana, la vivencia de la auténtica espiritualidad, deba formar un conjunto integral en donde se den, necesariamente, la relación vertical con Dios y la relación horizontal que debemos tener con el prójimo, especialmente el prójimo sufriente, sabiendo que los textos bíblicos, de una manera misteriosa, anteponen la ayuda al prójimo y la búsqueda de justicia como anteriores al ritual, como condicionantes para que se pueda dar el hecho de que Dios escuche nuestros ruegos y responda a nuestras oraciones. Quizás éste sea el sentido der la expresión “Venid luego” que el Señor usa en estos textos proféticos.

Dios no quiere que nos acerquemos a Él para rendirle culto “como gente que hubiese hecho justicia”. Nos pide que, si realmente no hemos hecho justicia ni ejercido misericordia, nos alejemos del ritual y corramos a hacer projimidad, justicia misericordiosa para con el prójimo que sufre. Sí. El Señor nos demanda que, antes de ir a Él en culto y adoración, nos reconciliemos primero con el prójimo sufriente. Si no, sólo escucharemos el silencio de Dios y nuestro ritual será vano.

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