1 de octubre: la realidad ha tomado la palabra

Asistimos a una “guerra civil” de información que pretende convencer a la ciudadanía de que sólo la verdad absoluta de cada cual es digna de crédito.

04 DE OCTUBRE DE 2017 · 18:00

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Decía el conocido teólogo Jon Sobrino: “La realidad quiere tomar la palabra, pero hay que dejarla hablar. Y una vez que ha hablado, es necesario respetar su palabra”. La realidad hoy habla de violencia, frustración, desencanto, fracturas sociales, estados de crispación,  heridas políticas y procesos dinamitados por la sinrazón de gobernantes intolerantes de uno y otro lado.

Quien escribe no es sociólogo, ni filósofo, ni politólogo. Sin embargo, la experiencia pastoral y docente, unida a la observación de la condición humana y su devenir a lo largo de los años, permite sopesar  ángulos de la realidad que, en ocasiones, son poco explorados.

Federico Nietszche, afirmó que la voluntad de poder se identifica con cualquier fuerza orgánica o psicológica, y tiende a su autoafirmación. No se trata de la voluntad de existir, sino de ser más. En el fondo, decía: “¿Queréis un nombre para este mundo? ¿Una solución para todos los enigmas? ¿Una luz también para vosotros, los más ocultos, los más fuertes, los más impávidos, los más de media noche? ¡Este mundo es la voluntad de poder y nada más! ¡Y también vosotros mismos sois esa voluntad de poder y nada más!” (“La voluntad de poder”).

Andrés Gil en “El diario.es” de fecha 03.10.17 escribía que hace seis años las plazas de nuestras ciudades se llenaron pidiendo más democracia en lo político y en lo económico porque se reivindicaba un reinicio del sistema. El régimen del 78, una monarquía constitucional fundamentada en la alternancia de dos grandes partidos alumbró un Estado autonómico que hoy cuesta mucho encajar. El 15M señaló los fallos del sistema; reclamó una democracia real, más participativa y cercana a la vida y a las necesidades de la ciudadanía; denunció las consecuencias de la austeridad y puso cara y ojos tanto a los responsables de la crisis como a las víctimas de ella, concluyendo que la España de 2011 necesitaba un traje distinto al confeccionado al principio de la democracia.

El 1-0 en Catalunya no es un accidente, ni un leve fallo en el sistema. Lo ocurrido ese día es un voluntario tsunami ciudadano concebido a fuego lento que amenaza con hacer tambalear el edificio constitucional e institucional. Lo que sucede es que, con los espíritus heridos por la pésima gestión del conflicto, ¿Quién es capaz de parar esta deriva de emociones desbordadas por uno y otro lado? Asistimos a una “guerra civil” de información que pretende convencer a la ciudadanía de que sólo la verdad absoluta de cada cual es digna de crédito. A partir de aquí, se recrea un virtual mundo maniqueo en el que se pisotea sin piedad a los disidentes sin reparar en las consecuencias.

Podemos cerrar los ojos y pensar que aquí no ha sucedido nada. O podemos cantar victoria porque los números “cantan”. Pero importa no olvidar que el resentimiento, la amargura y el rencor son armas de destrucción masiva contraindicadas para resolver conflictos de tanto calado socio-político. La imposición del poder sólo agrandará la herida; la ignorancia de este inmenso drama no resolverá problema alguno, porque importa conocer que el espíritu de los pueblos es indestructible y nada ni nadie puede someterlo, porque  ese espíritu está esencialmente vivo y activo a lo largo de la historia. La fuerza de la Inquisición fue insuficiente para barrer a la Reforma Protestante; la bestialidad de los esclavistas no doblegó el espíritu de los esclavos. Andar por el camino de la letra de la ley, la represión y  la violencia, sin discernir los signos de los tiempos,  significa destapar la voluntad de poder que sólo trae guerra sin cuartel y dramas humanos irreversibles porque, desgraciadamente, los heridos y los muertos siempre los pone el pueblo.

La ciudadanía está cansada, hastiada y harta de mandatarios “salva-patrias” de uno y otro bando que sólo buscan imponer lo suyo. Lo demostrado hasta este momento habla alto y claro de su catadura moral y de las intenciones últimas que informan su proceder. Una lección vergonzosa de autojustificación impresentable. Lo que unos y otros han dicho y hecho aparece en las hemerotecas y en las grabaciones de las cadenas de radio y televisión. El poder mediático para “vender opinión” ha de ponerse ahora al servicio de los hechos, porque la realidad al final es la que siempre toma la palabra.

Una última palabra de reflexión: Analizando lo ocurrido y sus consecuencias ¿No estarán el pasado, el presente y el futuro tan fundidos en un presente continuo que nos impiden avanzar? ¿No estarán todavía las heridas abiertas de las dos Españas manejando demasiado el inconsciente colectivo y la voluntad de poder de todos nosotros, a cuenta de situaciones pendientes de resolución? ¿Dónde está la grandeza de los políticos demócratas y su altura de miras para reconstruir este país, respetando las sensibilidades diferenciales  sin herir la paz social?

Tenía razón Antonio Machado:

“Ya hay un español que quiere vivir y a vivir empieza, entre una España que muere y una que bosteza. Españolito que vienes al mundo te guarde Dios. Una de las dos Españas ha de helarte el corazón”.

La realidad quiere tomar la palabra, pero hay que dejarla hablar. Y una vez que ha hablado, es necesario respetar su palabra.

 Eduardo Delás

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