500 años de la Reforma en España (1)

Hemos recibido una herencia histórica tan deformada que en pleno siglo XXI tenemos que defender nuestra Reforma como si esta no hubiese existido.

14 DE SEPTIEMBRE DE 2017 · 14:34

Dialogo de doctrina christiana de Juan de Valdés, 1529 / Proel (Wikimedia - Dominio Público), ,
Dialogo de doctrina christiana de Juan de Valdés, 1529 / Proel (Wikimedia - Dominio Público),

Permitidme titular esta Conferencia: Defensa de la Reforma protestante española. Es el único tema que me resulta menos simpático o empático, pero debo hacerlo, si queremos salvar nuestra Reforma del olvido. Antes de que la distancia empañe la mirada que se vuelve hacia aquel siglo, atenuando el estruendo de las voces de los alguaciles de la Inquisición, de las armas, de los ejércitos, encubriendo la risa de los poderosos y los gritos de los condenados, dejarme vindicar la Reforma del siglo XVI.

Me hubiese gustado tratar sobre “La doctrina valdesiana del Beneficio de Cristo” La Teología de Servet. La novela picaresca en los protestantes españoles. La lírica en Pedro de Orellana. Los grandes traductores protestantes españoles. La Reforma radical, en nuestros teólogos protestantes, etc, pero debemos comenzar por el principio: Vindicar la Reforma en España. Y permitid dedicarla a vosotros, jóvenes.

 

PARA VOSOTROS JÓVENES

En su admirable libro “El saco del ogro”, aquel genial escritor católico que fue Giovanni Papini dice: “Toda generación tiene un mensaje divino que llevar a la ciudad de los hombres, y todo joven es, en este sentido, un ángel, aunque sea rebelde o caído. Pero este mensaje se queda casi siempre en enigma y música, sin poder fecundar la costra de la tierra. Y, sin embargo, el único secreto para que el alma no se muera –y no corrompa el cuerpo con su putrefacción- consiste en permanecer fieles a la propia juventud. Esta fidelidad se llama genio. Pero pocos hombres fueron verdaderamente jóvenes, y ésos, por brevísimo tiempo. El genio consiste en salvar una lengua (chispa) de aquel fuego y hacer con ella una antorcha que nunca se apague”.

¡Vosotros jóvenes!, que no sois almas deformadas ni envilecidas por la mediocridad ciudadana, os toca coger la antorcha de la Reforma y hacer que nunca se apague. La Reforma al sacar a luz el Evangelio, encadenado y escondido del pueblo, hizo que todas las demás facetas de la vida humana floreciesen hasta ser considerado aquel siglo El siglo de Oro.

Echad tallos y ramas, sobre aquellas raíces de la Reforma, antes de que presenciemos el lento suicidio de un pueblo, al que han querido hacer desaparecer muchas veces, engañado mil veces por atractivos sofistas, mermado y desolado hasta 500 años después de aquel día de la protesta en forma de 95 tesis. Cultivad vuestro espíritu, pero no dejéis de cultivar vuestra mente; ambas facultades son las únicas que ennoblecen y redimen a las razas y a las gentes y serán las que os harán grandes en la Historia y os darán una corona incorruptible en los cielos.

Dejadme ahora, seguir explicando y defendiendo aquella Reforma española que nos pertenece y que ha sido casi borrada y olvidada por muchos.

 

VINDICACIÓN DE LA REFORMA EN ESPAÑA

La importancia de la Reforma en España es inversamente proporcional al poder de sus detractores para destruirla, difamarla y ocultarla. Hemos recibido una herencia histórica tan deformada que en pleno siglo XXI tengamos que defender nuestra Reforma como si esta no hubiese existido. La misma Universidad Complutense de Madrid que todos los años tiene una semana de Conferencias sobre la Reforma, eludía los primeros años este hecho diciendo que hubo erasmistas, alumbrados y algunos luteranos, pero que ni la Inquisición sabía distinguir.

Ya va siendo oportuno rescatar para la “ciencia española” la idea perversa de Menéndez Pelayo, al que han seguido una reata de serviles aduladores, cuando afirmaba que la Inquisición no quemó personas evangélicas de gran relieve. Nosotros creemos que quemó a las de gran relieve y valía en todas las ciencias antiguas y nuevas de la España del Quinientos. Si no quemó a todos es porque algunos de nuestros protestantes fueron librados por el poder de Dios de aquella terrible maquinaria inquisitorial. Decía el santanderino:

“Protestantes: Ni uno sólo de los que algo valieron fue chamuscado por la Inquisición. Juan de Valdés murió tranquilo y sosegado en Nápoles. A Servet le tostó Calvino. El doctor Constantino Ponce de la Fuente murió en las cárceles, y lo que quemaron fue su estatua. Juan Pérez, Casiodoro de Reina, Cipriano de Valera, etc., anduvieron casi toda su vida por el extranjero. Ninguno de ellos era un sabio del otro jueves. Total, de sabios protestantes quemados, cero.”

Se olvidó Menéndez Pelayo de otros 1500 protestantes españoles que yo he recogido en mis dos tomos sobre “Los protestantes y la espiritualidad evangélica en la España del siglo XVI” (que pueden bajar gratis de Internet) y que hemos tomado algunos en orden alfabético comenzando por la A, y como botón de muestra de estas 1500 biografías. Posiblemente nunca oyeron hablar de algunos de ellos.

Mateo Adriano que enseñó hebreo a Lutero y discutió con él sobre la justificación por la fe. Entre los principales gramáticos europeos de hebreo en el siglo XVI aparece Mateo Adriano al lado de Cinq-arbres,Sanctes Pagnini,  Juan Reuclin o Cantalapiedra. Santes Pagnini, fue el primero en traducir de los originales y dividió el texto bíblico en capítulos y párrafos (A,B,C…) y Servet revisaría y anotaría de nuevo en 1542. Dio clases en la Universidad de Wittenberg por 1520 y dice Menéndez Pelayo que fue profesor de hebreo y de medicina, siendo su luteranismo evidente pues nadie entraba en esta Universidad, donde daban sus clases Lutero y Melanchton, sino no era creyente reformado.

María Arias.  Se sabe de varios comentarios a la Biblia, en especial el Comentario a los Evangelios. Muy alabado este Comentario por Felipe Melanchton.

ARQUER, Segismundo. Colabora en la Cosmographia del luterano Sebastían Münster con una breve monografía, “Sardinae brevis historia et descriptio (Basilea 1550)

BELA, Jacques de. Elaboró Bela un Diccionario y una Gramática vasca y se conocen unos enormes manuscritos de cuestiones teológicas, morales, médicas y científicas, gran gramático y protestante vasco del que también se conocen varias obras de Derecho.

CARRASCÓN (El Carrascón) Tomás. (sued.Fernando Texeda). −El Carrascón. Obra que pueden bajar de Internet. Google Libros. EL obispo de Lincoln, Juan Willians, le tuvo de maestro de castellano y bajo su mandato se tradujo al español el “Libro de oración comun”. Además, Tomás Carrascón se incorporó a la Universidad de Oxford presentando su grado de bachiller en teología por Salamanca, publicando “Texeda retextus”, el latino “Hispanus conversus” (El español convertido) y un opúsculo Scrutamini Scripturas.

CASTILLO. Juan del. Se conocen cinco Cartas de aliento en medio de la persecución. Se desconoce su obra que debió de existir al ser preceptivo tener obra escrita para ser catedrático en Alcalá, Roma, Colonia y París. Es importante no olvidar que ya no eran ideales iluministas  o alumbrados, sino doctrinas luteranas conscientemente aceptadas tanto por el Almirante de Castilla don Fadrique Enríquez, María de Cazalla, Petronila o Juan del Castillo, los cuales como el Duque “estaban en lo de la salvación general con lo de Luctero e que no desconformaba en sentirlo”.

En los folios acusadores de Diego Hernández que entregó a la Inquisición con el título “Cohors sive factio lutheranorum” y delata a 70 personas de relieve, comenzaban así: “El maestro Juan del Castillo me dijo que, si se le prendiese, él moriría en la secta luterana, alabando a Dios y, si fuera quemado vivo, no revelaría los nombres de ninguno de los que él sabía eran de su secta, para que ellos pudieran seguir viviendo y extender y glorificar a Dios y que si no fuera por la Inquisición él mismo predicaría esto, pues había más penas para los luteranos en España que en Alemania, él mismo como lo hizo Juan López de Celaín se dejaría quemar y moriría en la secta como un noble y no traicionaría a nadie”. Fue quemado en 1535 atado a la estaca, tanto por naturaleza de sus herejías como por haberse escapado de la Inquisición.

CASTRO SALINAS, Juan. Cabe señalar que la traducción atribuida a Francisco de Enzinas “Las Vidas... de Plutarco, fue publicada bajo el seudónimo de Juan Castro de Salinas, posiblemente el hijo de Enzinas, por lo cual parece que debemos atribuir a éste Los ocho libros de Thucydides Atheniense, que trata de las guerras griegas entre los Athenienses y los pueblos de la Morea, traducido por Juan Castro Salinas.

CONQUES, Jerónimo. La versión catalana o valenciana del libro de Job, parece que este autor ya la había publicado en 1557 y aparecerá en el índice expurgatorio en 1559.

CORRO, Antonio del. (Sevilla 1527-Londres 1591) Uno de los más sobresalientes reformadores. Por 1558 y 1559 estudiará en la Academia calvinista de Lausana. Después sería recomendado por el mismo Calvino para la corte de Juana de Albret, dando clases al que sería rey de Francia, Enrique IV, contando con las simpatías de la reina Juana de Albret. En la ciudad de Nerac redactó unas Reglas Gramaticales para aprender la lengua española y Francesa (Oxford: Joseph Barnes, 1586). “En 1581 obtuvo una prebenda de la Iglesia de Inglaterra, donde terminó sus días como anglicano, tras su paso por el calvinismo. Por una carta fechada en 1583 se sabe que en esa fecha continuaba dando clases en Oxford. Al final de sus días, trabajó en nuevas ediciones de sus obras; en 1591 editó una revisión del Diálogo de las cosas ocurridas en Roma de Alfonso de Valdés.

Juan Díaz. El personaje de Juan Díaz, tiene un atractivo añadido y es que su asesinato a manos de su propio hermano el cura, inducido por las hábiles intrigas de Roma, sobrecogió a toda Europa. Reconocerá finalmente Menéndez Pelayo, la afirmación de su biógrafo Senarcleus, que Juan Díaz excedía a todos los españoles en el conocimiento del hebreo. También Méndez Bejarano afirma que Díaz en París ya gozaba de cierta reputación como teólogo. Díaz era de Cuenca, como los hermanos Valdés y también Constantino Ponce, todos ellos reformadores. El primer contacto con la Reforma, como les ocurrió a muchos estudiantes españoles en París, fue a través de los libros reformados, especialmente los de Melanchton.

Reconoce finalmente Menéndez Pelayo que Díaz era un teólogo de prestigio y que tenerlo entre las filas protestantes fue un triunfo de la Reforma, de manera que en la Dieta de Ratisbona los magistrados de Estrasburgo habían enviado a Martín Bucero, y este pidió que le acompañase Juan Díaz.

Francisco Enzinas. Uno de los primeros protestantes que se codeó con la mayoría de los reformadores. Un gran helenista y hebraísta al que le debemos la traducción del Nuevo Testamento, Libro de Proverbios, Los Salmos (i),  Libro del Eclesiástico e infinitas traducciones de obras griegas.

La relevancia de la literatura de los evangélicos españoles, puede considerarse cuando menos a la altura del Renacimiento europeo y estar en el centro de ese Siglo de Oro español. ¿Les parecen personas del otro jueves- que dice Menéndez Pelayo? – solo este botón de muestra?

Menéndez Pelayo, paradigma de la investigación de los heterodoxos, para quien todos los relegados pasaron al bando de los “equivocados” de la Historia de España y por tanto no han sido estudiados debidamente, se equivocó al usar la religión al servicio de la unidad de España. Por esta causa minimizó la Reforma en España, afirmando que solo es “un episodio curioso y de no grande trascendencia…Desengañémonos: nada más impopular en España que la herejía y de todas las herejías el protestantismo” -decía- “El genio español –añadía- es eminentemente católico, la heterodoxia entre nosotros es accidente y ráfaga pasajera”, como tenemos repetido.

Le copiaría esta idea Ortega y Gasset con parecida y repetida expresión:
“La característica de España no es que en ella la Inquisición quemase a los heterodoxos, sino que no hubiera ningún heterodoxo importante que quemar. Cuando ha habido alguno se iba fuera, como Servet y era fuera donde lo quemaban”.

Frase maliciosa y falsa pues las hogueras de la Inquisición no se encendieron en España para iluminar, sino para hacer desaparecer y apagar el fulgor y las inquietudes de muchos hombres de ingenio de la modernidad que tuvieron que huir. La hoguera de Servet levantada por Calvino no puede ocultar el bosque de hogueras que durante más de tres siglos dejaron a España en la más lamentable ruina moral, espiritual, política y económica.

El filósofo Mario Méndez Bejarano consideraba al protestantismo de la Reforma “salpicaduras que no respetaron la blanca veste de la ortodoxia hispánica”, introduciendo el falso concepto de “ortodoxia hispánica” cuando España siempre se había mantenido independiente de Roma. Un ejemplo: Diez años después de iniciada la Reforma, 1527, el mismo católico Carlos V, saqueó el Vaticano, llenó la ciudad de Roma de muerte y putrefacción, se apoderó de sus riquezas entregadas a los Tercios españoles como sueldo pendiente, y destituyó al Papa “guerrero y vengativo”. Así lo llamaban.

Decíamos anteriormente, que la incomprensión del protestantismo del siglo XVI se ha manifestado de diversas maneras historiográficas que en ocasiones han rayado en la injuria. Sin embargo, resulta más doloroso contemplar que, autores actuales, hagan revisiones históricas tan mezquinas como lo hace Henry Kamen (ii). Así reduce y explica el protestantismo del S. XVI este autor:

“Había, por supuesto, algunos herejes convencidos –entre ellos el noble Centelles, quemado en Valencia en 1564 y fray Cristóbal de Morales, quemado en Granada en 1571, pero menos de una decena de españoles fueron condenados a la hoguera por luteranos al final de la centuria fuera de los casos de Valladolid y Sevilla. Otros – como fray Pedro de Orellana (1496-1561), que estaba algo chiflado y pasó veintiocho años en las cárceles del Santo Oficio- fueron detenidos por infracciones que comprendían la sospecha de “luteranismo”, pero sin que pudiera hallarse en ellos creencia luterana alguna”. Resumimos nosotros: que no hubo ningún luterano.

¿Se puede vilipendiar y rebajar al protestantismo español de otra manera más sórdida, como lo hace Kamen, al resumirlo en cuatro líneas y mezclando todas las fechas? ¿Cómo es que ignora que toda la lírica del siglo XVI descansa en las estrofas “a lo divino” de este desdichado luterano, Pedro de Orellana (iii) , al que llama Kamen “chiflado”? ¿Es que veintiocho años de cárcel podían dejar a un ser humano razonable y moderado?  Sobre todo, usa Kamen el recurso de la estadística para decir que no fueron quemados muchos. Indudablemente por estas fechas de finales de siglo, no se quemaba a casi nadie (simplemente los metían en la cárcel y los dejaban morir) porque no era necesario dar escarmientos. La Inquisición poco a poco había ido controlando y modelando la sociedad, de tal manera, que las delaciones (denuncias) se hacían constantemente por miedo, formalismo o envidia, sin necesidad de indagaciones in situ de los inquisidores.

Pero más dolorosa resulta la visión del protestantismo actual, ignorante de la historia de la Reforma española del s. XVI y sin embargo atrevido en repetir las mismas falsedades. Para vergüenza nuestra lo digo. Se nos ha remitido la segunda ponencia, del VIII Congreso Evangélico donde se nos dice; Juzguen ustedes como resume la Reforma española del siglo XVI:

En la Universidad de Alcalá se formaría una clase intelectual y humanista sensible a algunas de las inquietudes de la Reforma, como ilustra el itinerario de los hermanos humanistas Alfonso y Juan de Valdés. Estas inquietudes autóctonas conectaron con los principios del incipiente protestantismo europeo, pero no pudieron prosperar. Es difícil etiquetar como protestantes a los hombres y mujeres que en aquellos años fueron perseguidos por la Inquisición, puesto que, en la mayoría de los casos, jamás tuvieron ocasión de presentarse a sí mismos como tales.

Si este autor o autores protestantes hubiesen leído El “Corst sive fatio luteranorum” y lo que acabamos de leer de Juan del Castillo, quien prefería morir en la estaca como luterano, se daría cuenta que, de los 70 acusados por Diego Hernández de esta Universidad, todos prefieren morir en la fe de Lutero. ¿Son difíciles de etiquetar estos luteranos? ¿Acaso se pueden etiquetar a los luteranos europeos hasta la Dieta de Amsburgo en 1530, donde Lutero empieza a perseguir la Reforma radical? Espero sepan rectificar en este Congreso.

La espiritualidad de los protestantes españoles llamaba la atención a los inquisidores. En los márgenes de las obras expurgadas o de la simple correspondencia que se les encontraba, se anotaban frases como: “este hablar muy a lo espiritual es luterano” y muy a renglón seguido se hallaba otro punto fundamental de esta piedad evangélica que era “el hablar de las cosas de Dios al margen de la iglesia”. Como expresará Juan López de Celaín, (luterano quemado en 1530) en carta al Almirante de Castilla, estaba todo dispuesto para la “reformación de la verdadera cristiandad” en España.

En 1997 José Nieto publica El Renacimiento y la otra España (iv) y considera que la historiografía de la Reforma ha estado polarizada entre quienes prueban que hubo protestantes y los que manifiestan que en España no hubo protestantismo o luteranismo. Dice Nieto que el ensayo de Unamuno “En torno al casticismo (1895)” es importante por su forma de concebir la historia, sus ideas y su visión sobre España. Pero Unamuno no estaba interesado en la historia como desarrollo histórico, sino en la historia eterna o intrahistoria”, una historia que no se contamina con su desarrollo histórico. Sin embargo, Nieto considera que Unamuno con esta intrahistoria eterna no tiene nada de original sino de tradicional y que con otras palabras viene a decir lo mismo que Menéndez Pelayo en los Heterodoxos. Dice Nieto : -¿Qué sabía Unamuno de los Alumbrados? Nada. Unamuno sigue el juicio de Menéndez Pelayo como lo hizo Ortega y Gasset. Unamuno atacó la heterodoxia sin conocerla y sin preocuparse por investigarla de primera mano. Alumbrados, pseudo-místicos y protestantes eran casi lo mismo para Unamuno. Dice Nieto que don Miguel hace una breve referencia de refilón sobre “que un protestante, Juan de Valdés, inició la lingüística castellana” o que Juan de Lizarraga tradujese al vascuence el Nuevo Testamento, pero no mencionará las traducciones de Francisco de Enzinas y Juan Pérez de Pineda del Nuevo Testamento, la traducción de la Biblia de Casiodoro de Reina y la revisión de Cipriano de Valera. Termina diciendo Nieto que con eso demuestra la falta de interés por los heterodoxos por parte de un heterodoxo como él. Se pregunta Nieto por qué no fueron para Unamuno, los heterodoxos castellanos, tales como Valdés, Díaz, Enzinas, Pérez de Pineda, Constantino o Servet los primeros reveladores de lo eterno del alma” ya que Teresa de Ávila o Juan de la Cruz no solo fueron tardíos, sino que se agotaron bien pronto. ¿Por qué rechazó Unamuno las posibilidades de una norma “de lo eterno” heterodoxa?

Unamuno y Ortega, aunque niegan la importancia de la Reforma en el siglo XVI, como ya hemos visto, se dan cuenta de su necesidad. En 1907 escribe Ortega a Unamuno:

“En España no habrá cultura mientras no haya lucha religiosa- dice usted-; cuidado: en España no se verá la cultura hasta que el pueblo se divida en dos. No se dividirá en dos mientras no haya protestantismo español y no habrá este mientras no haya teología y exégesis protestante españolas. Eso ya era así en el siglo XVI, ¿cómo no ha de serlo en el XX” (Marburgo 3 de enero de 1907) (v)

Este texto que nos reconcilia con estos dos grandes pensadores, pero reclama al protestantismo español mejores estudios de teología y exégesis propias, dentro de una mayor preocupación por la cultura.

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(i) Los Salmos de David. Metrificados en lengua castellana. Por Juan Le Quesne. 1606
(ii) La Inquisición Española: una revisión histórica. Henry Kamen. Editorial Crítica, 2005, pág,100
(iii) La obra literaria de Pedro de Orellana Leer más: http://protestantedigital.com/blogs/1138/La_obra_literaria_de_Pedro_de_Orellana
(iv) El Renacimiento y la otra España. José C. Nieto Editor Librairie Droz, 1997 887 págs. Pág. 151
(v) Historia de la Iglesia en España, 1931- 1939: La Segunda República, 1931-1936 por Gonzalo Redondo. pág. 368

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