Un valiente duerme junto a mí

En toda esa fragosa travesía, Dios le ha enseñado a saber esperar. Le ha mostrado una senda distinta por la que atravesar el valle de sombra.

23 DE AGOSTO DE 2017 · 10:17

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La sala de oncología es fría, asusta, nadie quiere estar sentado en esa sala ni como paciente, ni como acompañante. Es un lugar que nunca piensas vas a visitar, pero cuando irrumpes en él te das cuenta que en realidad no es tan frío, no asusta tanto. Es una estancia en el que las cosas triviales e insignificantes se desvanecen, se volatilizan y a pesar de tanta cabeza cubierta, tanta mascarilla, existe una gama amplia de sonrisas. 

En el aire, aunque no os lo creáis, se huele la esperanza y todo el cansancio, la palidez en el rostro y la continua espera de resultados, se disipa dando paso a una grito de alegría emitido por una mujer que ha sido abrazada por un buen pronóstico.

Ella está sentada junto a su compañero de viaje. Han bromeado durante todo ese arduo trayecto de seis meses de dura terapia. Han dejado que la risa sea un ungüento sanador para mitigar tanto llanto.

Ella lo mira con ojos nuevos, ojos de mujer enamorada, asombrada. Una mujer que teme descubrirse ante un caballero tan valiente que le ha demostrado que las batallas por muy duras que estas sean se ganan blandiendo la espada del coraje, del amor.

Repasa mentalmente las hirientes palabras emitidas por médicos, las estadísticas leídas en cientos de páginas web que le han descubierto una enfermedad desconocida y desconcertante.

Admira la templanza de él, ese saber estar, la fiel mano que aprieta con fuerza la suya haciéndole saber que no debe temer, que él estaba a su lado.

Ha sentido como el viento recio golpeaba su hogar, resonando con fuerza, queriéndola intimidar.

Ha tenido miedo, ha mirado con envidia hacia atrás no queriendo ver lo que se desplegaba ante ella.

En toda esa fragosa travesía, Dios le ha enseñado a saber esperar.

Le ha mostrado una senda distinta por la que atravesar el valle de sombra.

Hoy aún las nubes cubren el cielo pero ella no tiene miedo a la lluvia.

Ha de aprender de ese hombre que la mira con dulzura, ese ser al que ama y admira. Aprender a vivir cada momento con la intensidad que lo viviría si supera que puede ser el último.

Ella es consciente de que duerme cada noche junto a un valiente y se siente enormemente privilegiada por compartir sus sueños.

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