Ni ético ni estético

¿Nos parece bello y digno de imitar los valores de este sistema mundo que ve la riqueza como prestigio?

16 DE AGOSTO DE 2017 · 09:17

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Muchas veces confundimos lo feo con lo bello. Otras, lo malo con lo bueno. Confundimos lo horroroso con lo estético, y la maldad con lo ético. Imponemos nuestras reglas aprendidas o aprehendidas en el mundo y llamamos a lo feo bello y a lo malo bueno. Habría que aprender las claves bíblicas de la belleza y de la bondad de las cosas, de las situaciones, de las formas de vida, de las prioridades que deben tener en cuenta los creyentes.

Así, una mesa copiosa, un banquete humano en donde se derrocha buscando diversión y contentamiento, nos puede parecer bello, pero si ponemos en el otro fiel de la balanza las problemáticas del hambre en el mundo, de los niños que mueren desnutridos y, además, pensamos en los mil millones de hambrientos que hay en nuestro mundo, no nos puede parecer ni bello ni bueno. No es ni ético ni estético. En esa mesa de banquete humano, tanto desde la ética como desde la estética, vemos los desequilibrios del mundo, las injusticias, los desiguales repartos de la riqueza… y lo vemos feo. En algunos casos y ambientes puede ser un espectáculo de horror.

No, no es estético, no es ético. Es la exclusión y empobrecimiento de los débiles, situación de la que se aprovechan los insolidarios de la tierra para poner en sus mesas lo que les falta a otros. Bellezas envenenadas, situaciones consideradas buenas y de disfrute, pero de una pseudobondad impregnada de egoísmo. En el fondo, una maldad que el cristiano encuentra, a veces, dificultad para reconocerla.  Es entonces cuando el cristiano concienciado, agente del Reino, se ve llamado a dar un grito solidario a favor de los desnutridos y débiles del mundo. Unimos nuestro grito al de los pobres de la tierra.

No te confundas. No es bello, no es bueno. No es estético, no es ético. Hay momentos en que a muchos de los cristianos de la tierra nos gustaría derribar los grandes graneros del mundo para que éstos se derramaran, para que hubiera alimento para tantos desnutridos y pobres de la tierra. Es posible que, si esto ocurriera, hubiera voces de cristianos que pensaran que ese esparcir la riqueza para que llegue a todos no es bello ni bueno, pues hay que dar a cada uno lo suyo, pero lo que pasa es que muchos no tienen “lo suyo”, porque no tienen nada.

Sería bello y bueno ver una justa redistribución de los bienes del planeta tierra. Yo me pongo al lado de Jesús y me separo de ese sistema de triunfadores que amasan fortunas a costa de los débiles con los que se identificó Jesús.

¿Acaso nos parece bueno ver a los enriquecidos y triunfadores de este mundo viviendo en insolidaridad y llevando pautas de vida egoístas? ¿Nos parece bello y digno de imitar los valores de este sistema mundo que ve la riqueza como prestigio? Una bofetada a la ética y un cubo de basura lanzado a la estética.

A veces nos parece bueno y bello dar a los importantes de la tierra los primeros lugares, incluso en las iglesias del Señor. Admiramos a los integrados en este sistema-mundo que se mueve por las líneas de “tanto tienes, tanto vales”. Pues no, no es bello, no es bueno. Es algo contrario a la ética cristiana, a la estética que debe buscar un discípulo del Maestro.

En este mundo hay muchos trastoques de los valores bíblicos, de los valores del Reino que nos trajo Jesús que nos enseñó esto: “Muchos últimos serán primeros”. ¡Cuánto trabajo nos cuesta el poner a los últimos en los primeros lugares! Nos parece más bonita la pleitesía al rico, al poderoso. Les damos a ellos los primeros puestos. Sin embargo, alguien se equivoca, o el Señor o nosotros. Es como si no entendiéramos nada de la ética bíblica ni de su estética solidaria.

Muchos ricos e integrados de este mundo gritan que lo que tienen, que su triunfo y prosperidad, es una bendición divina. Además, aunque reconocen su prosperidad como bendición divina, no comparten. Olvidan tanto la ética, como la estética. Olvidan el amor. Ese Dios que nombran no está con ellos y calla ante sus invocaciones, ruegos y rituales. El Eterno se convierte en un Dios silente, un Dios mudo ante el ruego o el culto de los insolidarios.

No es bello, no es bueno. No es estético, no es ético. ¿No se dan cuenta aún los cristianos que la justicia social bíblica está en contracultura con la lógica humana y los valores antibíblicos que muchos cristianos llegan a divinizar construyéndose sus becerros de oro? Es hora de que nos preparemos para destruir esos becerros que construimos con materiales preciosos que están contra la ética y la estética, hora de pedir a Dios por un mundo más justo y con una mejor redistribución. El cristiano debe buscar tanto esa estética como esa ética, no sea que a lo injusto, le lleguemos a llamar una bendición económica de Dios. Caeremos en lo feo, en lo malvado.

Recordemos al Dios valedor de los pobres y de los oprimidos, de los injustamente tratados, de los empobrecidos y robados de dignidad. A ese Dios seguimos, en ese Dios somos y nos movemos sin considerar nunca lo amargo como dulce, ni lo horrible como lo bello y deseable. Nunca debemos seguir a los nuevos becerros de oro que el hombre sigue construyendo.

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