Farron, trofeo de caza de la nueva ideología

Después de siglos de configuración política y social, ¿son las creencias cristianas ahora inaceptables en la vida pública?

15 DE JUNIO DE 2017 · 18:24

Tim Farron, político cristiano.,
Tim Farron, político cristiano.

Tras verse expuesto a una insoportable campaña mediática sobre su fe, el líder de los demócratas liberales, Tim Farron, se encontró “confrontado entre vivir como cristiano fiel y servir como líder político”, por lo que renunció. ¿Y quién podría culparlo? La política siempre ha sido un negocio duro y las elecciones generales siempre han sido difíciles. Seguramente Tim estaba preparado para eso. Pero para lo que no estaba preparado, y lo que nadie esperaba, era un ataque radical y constante a su fe. Y no ha sido el único.

Durante las elecciones, varios candidatos cristianos han sido atacados con una insistencia bastante desagradable en los medios de comunicación, con críticas políticas y protestas de activistas. ¿Su crimen? Ser cristianos. O más precisamente, cristianos tradicionales, convencionales, teológicamente ortodoxos y practicantes. Ni más, ni menos. Solo cristianos. Con las mismas motivaciones para el servicio público que figuras históricas como Hannah More, William Wilberforce, Shaftesbury, Gladstone, Kier Hardie e incluso Gordon Brown. Entonces, ¿qué ha cambiado? ¿Por qué ahora los candidatos de fe cristianaestán siendo sometidos a tal escrutinio?

El tema, para algunos, parece ser la visión cristiana tradicional sobre el matrimonio y la ética sexual. Para aclarar, lo que estos candidatos creen no es diferente de lo que la gran mayoría de las personas que se auto-identifican como cristianos han creído históricamente y no es diferente a lo que muchos cristianos creen hoy en día en todo el mundo, en un número creciente. Sus convicciones, derivadas de las opiniones cristianas históricas generales sobre la ética sexual, no solo son consistentes con la enseñanza bíblica, sino que son extraordinariamente coherentes entre el protestantismo, el catolicismo romano y las expresiones de la ortodoxia griega y rusa. Por lo tanto, incluso teniendo en cuenta el analfabetismo religioso, ¿qué es lo que la gente espera que los cristianos y, en este caso, los de las otras creencias abrahámicas crean?

No hay duda de que históricamente el cristianismo tiene mucho de qué arrepentirse con respecto al trato a los gays, y debe arrepentirse por ello. Sin embargo, por muy comprometidas que sean las figuras públicas cristianas con consturir una plaza pública plural, una verdadera sociedad civil y procurar el bien común, parece que para algunos nunca será suficiente.

A pesar de la línea bastante insostenible de Tim Farron de que “mi fe es privada”, era notable que había intentado con paciencia probar sus credenciales liberales. Esto incluyó finalmente su respuesta a preguntas persistentes sobre las relaciones homosexuales, con una respuesta que él esperaba y pensaba que sería suficiente para sus críticos. Pero fue en vano. Quizás, lo más importante, vale la pena reflexionar sobre el hecho de que, más allá de lo que él dijo o la forma en que había votado, fue perseguido por lo que cree, lo que piensa. Otros candidatos buscaron ser abiertos sobre su fe, y expresar y explicar sus creencias en un espíritu igualmente tolerante y democrático. Pero de nuevo, fue en vano.

Con el parlamento en espera de acuerdo, el centro de atención mediático se ha vuelto hacia el Partido Unionista Demócrata. Acusado por los llamados medios liberales debido a las opiniones de sus diputados sobre temas como el aborto y la redefinición del matrimonio, la cobertura se ha justificado sobre la base de que tales opiniones son tan “extremas” e intolerantes que no deberían ser toleradas. Con algo que parece una forma de manipulación, se trata de presentar suposiciones y opiniones como hechos, como “datos”.

Todo esto hace que estas elecciones generales hayan sido diferentes de todas las anteriores. Diferentes debido a la coronación de una nueva ideología, cuyos proponentes aprovechan todas las oportunidades para inferir la normalidad de sus puntos de vista al desafiar, deslegitimar y en última instancia silenciar cualquier punto de vista y voces disidentes. Llamémosle “sextremismo”. 

Con sus raíces en las universidades, que han facilitado el crecimiento de las políticas de identidad, se centra en los derechos de los homosexuales, el feminismo radical, la interseccionalidad y la fluidez de género. El lenguaje aquí es sobre el discurso del odio y la ofensa, e involucra la señalización de la virtud, amenazas, antiplataformas, micro-agresiones y la provisión de espacios seguros para excluir a las personas que podrían tener puntos de vista “inadecuados” o diferentes, ya sean Peter Tarchell, Germaine Greer o Melanie Phillpis. Esta ideología fuerte y ocasionalmente violenta propaga una visión particular de la historia, la realidad y la naturaleza humana que distorsiona la investigación intelectual, erosiona la diversidad y ahoga el debate. El efecto de ello es que, en palabras de WB Yeats: “Los mejores carecen de toda convicción, mientras que los peores están llenos de apasionada intensidad”.

Tim Farron ha sido presa del sangriento deporte de caza al que lleva esta ideología. Al final, Tim optó por poner su esperanza en Jesucristo, porque al final eso es lo que realmente importa. Sin embargo, cuando el líder del Partido Liberal Demócrata dice que “vivir como un cristiano comprometido, mantener fielmente la enseñanza de la Biblia, me ha resultado imposible”, está sugiriendo que el liberalismo contemporáneo ya no es liberal. También sugiere que esta nueva ideología autoritaria no permite una sociedad plural y demócrata, a la que el cristianismo ha contribuido tanto.

Lo que plantea, finalmente, una cuestión importante: después de siglos de configuración de la política y el gobierno, ¿son ahora inaceptables las creencias cristianas en la vida pública? Si la respuesta es “no”, entonces estamos en deuda con todos los que valoran la democracia liberal para hacer frente a esta nueva ideología. Si la respuesta es “sí”, entonces las cosas tendrán que cambiar.

No deberíamos esperar que nuestra política y nuestra sociedad disfrute de los frutos del cristianismo sin sus raíces. En ese caso, deberíamos abandonar la pretensión de llamarnos a nosotros mismos una democracia liberal y simplemente legislar contra los cristianos en la vida pública. Eso es al menos un enfoque más honesto. Porque como admitió Tim Farron, “estamos bromeando si pensamos que aún vivimos en una sociedad tolerante y liberal”.

 

El Dr. David Landrum es el responsable de asuntos políticos de la Alianza Evangélica de Reino Unido.

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