Fátima en el primer centenario (I)

Las supuestas apariciones de la Virgen a tres niños en Fátima plantea interrogantes que aún no han sido resueltos.

07 DE JUNIO DE 2017 · 07:58

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Usted, señor Director, habrá leído lo mismo que yo, que el papa Francisco estuvo en Fátima, Portugal, el pasado viernes 12 de mayo. Fue una visita corta. Apenas llegar, a las 10 de la mañana se entrevistó con el primer ministro de Portugal Antonio Costa. A las once menos veinte visitó la Basílica de Fátima, a las once ofició una misa multitudinaria. Después de comer con los obispos portugueses se trasladó a la base aérea de Monte Real y a las cuatro en punto el avión, con el papa dentro, puso rumbo a Roma.

Un viaje muy corto. Usted, Director, atento a los vaivenes periodísticos y religiosos, ¿cómo definiría esta visita? En otras palabras, ¿a qué cree usted que fue el papa a Fátima?

Permítame, Director, que me detenga unos minutos en el primer episodio. 

El jesuita Lamberto de Echevarría dice en el primer tomo de “Año Cristiano” (1) que la Iglesia católica sólo declara santas a personas muertas. Los tres niños de Fátima llevan muertos muchos años. ¿No eran santos hasta que el papa lo dispuso un viernes 12 de mayo del año 2017? Para Dios, ¿no eran santos hasta aquél día? Y puesto que los niños no viven en el Vaticano, sino en la eternidad, ¿tiene allí dominio el papa? ¿Emitió una orden por internet pidiendo que los niños fueran declarados santos? En tal caso, ¿quién recibió la orden, Dios? Y en qué quedamos, ¿es el hombre quien obedece a Dios o Dios quien obedece al hombre, en este caso al papa?

En mi opinión, este viaje relámpago de Italia a Portugal tuvo dos objetivos principales: proclamar santos a dos de los tres pastores que supuestamente fueron testigos de la aparición de la supuesta Virgen, los hermanos Jacinta y Francisco, y en segundo lugar conmemorar los cien años de las supuestas apariciones el 13 de mayo de 1917.

Le digo, Director, que no considero necesario citarle al papa la abundancia de textos en las epístolas de Pablo, donde el apóstol afirma que santos y santas son aquellos hombres y mujeres que se convierten a Cristo con corazón sincero, se integran en la Iglesia que Jesús fundó, no en la del Vaticano y siguen amando al Señor de por vida. Si el papa conoce estos textos, como doy por sabido, no sé a qué viene tanta parafernalia andando por la tierra haciendo santos a los que su capricho considere. ¿Y cree usted, Director, que un hombre, ser humano, carne, sangre, huesos, alma, puede hacer santo a otro igual a él? También doy por sabido que el papa no va a leer este artículo. Aunque lo hiciera, de nada serviría. El mismo caso que hago yo a los dogmas y prácticas de su Iglesia.

Dejo uno de los objetivos del papa a Fátima y paso al otro: conmemorar el primer centenario de las apariciones.

Le recuerdo: el 13 de mayo de 1917, en la aldea de Fátima, distrito de Santarém, Portugal, tres pequeños pastores, Lucía y sus primos Francisco y Jacinta alborotaron el lugar diciendo que la Virgen se les había aparecido. Las supuestas apariciones se prolongaron hasta el mes de octubre. Hoy día Fátima recibe dos millones de peregrinos y turistas al año. Abundan los enfermos que acuden al santuario con la esperanza de que la Virgen les devuelta la salud. Según el sacerdote portugués Mario de Oliveira en el libro “Fátima nunca mais”, que analizaré en un próximo artículo, “el Santuario es una máquina de hacer dinero. De nausea: su única misión es fomentar el turismo religioso, de atraer gente en nombre de una fe tóxica, basada en la mentira. Hoy en día la zona entera del Santuario, y los negocios repartidos por la aldea, están creados para aprovecharse de los pobres que acuden ahí. Es bien sabido que muchos de ellos sirven para lavar dinero” (2).

Las supuestas apariciones de la Virgen a tres niños en Fátima plantea interrogantes que aún no han sido resueltos. Puesto que estamos en el primer centenario de los hechos, si usted me lo permite voy a redactar una serie de artículos sobre el tema. No serán muchos, pero procuraré documentarlos al máximo.

Siempre niños.
Dice el escritor católico Arango que “la Virgen ha venido del cielo a menudo a visitar a niños muy pequeños”. Agrega:

  • “María visitó a Bernardita en Lourdes”.
  • “María dio la Medalla Milagrosa a una niñita encantadora en París”.
  • “María se le apareció a un niñito en México”.
  • “Nuestra Señora se apareció a tres niños en Fátima” (3).

En San Sebastián de Garabandal, Santander, la Virgen se apareció supuestamente a cuatro niñas.

¿Por qué la imaginada Virgen escoge siempre a niños? El niño, generalmente, carece de capacidad para razonar y está poco preparado para comprender los misterios celestiales. Cuando Dios quiso darse a conocer al mundo no eligió a un niño, sino a un hombre que había cumplido los 30 años. ¿Ha cambiado Dios de métodos? ¿Están los niños tan capacitados como los adultos para ser portavoces del Eterno, aunque en estos casos se tratara, supuestamente, de la Virgen?

Mayor sacrilegio: Los niños de las apariciones llegaron a creerse que eran algo así como pequeños mesías, modernos redentores a quienes estaban reservados sufrimientos vicarios que ellos debían soportar en beneficio de los pecadores. “Si nos pegan –decía Lucía-, una de las niñas de Fátima a sus primos, Jacinta y Francisco, sufriremos por el amor de nuestro Señor y por los pecadores” (4). Resulta increíble: ¿cómo una iglesia como la católica, de tanto prestigio en la tierra, puede apoyar semejante barbaridad que va en contra de la lógica, en contra de la razón, en contra de la Biblia?

Los mensajes de la supuesta Virgen.

Todas las apariciones, sin excepción se manifestaron terriblemente egoístas. Pretendían hacer bien, salvar al mundo, curar a los enfermos, pero reclamaron para sí mismas adoración, honores y ovaciones, lo que jamás se dio en la Virgen María, ni en los apóstoles, ni en el Señor Jesús con todo y ser el hijo de Dios.

La supuesta aparición en Fátima dijo a la niña Lucía: “soy nuestra Señora del Rosario; deseo que en este lugar se levante una capilla en mi honor”.

¿”Soy nuestra Señora”? La niña utilizó el vocabulario que escuchaba en misa cuando acudía al templo católico. ¿Cómo pudo la Virgen aparecerse y decir: “yo soy Nuestra Señora”? Nuestra Señora de quién, ¿de ella misma? Si acaso, debió haber dicho “yo soy vuestra Señora, pero no “nuestra”. ¿O es que las apariciones de Fátima no entendían el portugués gramatical?

Otro día Lucía dijo a la supuesta Virgen que ya habían recogido algún dinero para levantar la capilla. Y la siempre supuesta Virgen le ordenó: “que empleen la mitad del dinero recogido hasta ahora para hacer las andas con sus imágenes. La otra mitad servirá para la construcción de la capilla” (5).

Descartando que la Virgen María se apareciera a Lucía, ¿ese lenguaje pudo ser de la niña? ¿Sabía ella lo que es unas andas, tablero sostenido por dos barras horizontales y paralelas para llevar en procesiones las imágenes? De no haber sido ella, ¿quién puso ese párrafo en boca de la niña? ¿Quién o quiénes habían visto anticipadamente el gran negocio de Fátima y lo estaban estructurando? Desde luego una mente superior a la de la niña Lucía, y más culta.

Queda mucho por decir sobre estas supuestas apariciones.

Con permiso, señor Director, seguirán otros artículos.

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