Viaje a Colombia

Acabo de regresar a Madrid después de un largo viaje: Colombia, Venezuela y Cuba.

17 DE MAYO DE 2017 · 14:49

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¡Viajar, viajar, conocer otros mundos, estudiar otras culturas, relacionarnos con otra gente, experimentar vivencias nuevas, viajar! ¡Ver ciudades grandes y pequeñas, con muchos y con pocos habitantes! ¡Mudar de lugar! ¡Cruzar los cielos, recorrer la tierra, navegar los mares! ¡Tanta gente, tantas costumbres!

¡Viajar! ¡Viajar! ¡Gozar!

para después sufrir!

El placer de llegar

y el dolor de partir.

(Villaespesa)

Caminante: no hay camino;

¡se hace camino al andar!

(Machado)

Cuando escribí mi segundo libro de viajes, con portada de Juanjo Bedoya, “Alforjas y caminos”, lo dediqué a Antonio López Herrera. Antonio y yo estábamos muy unidos en aquél Larache de nuestros primeros amores, en el Norte de Marruecos. Éramos de la misma edad. Nos conocimos a los 16 años y nos despedimos a los 20. Él y yo teníamos bicicletas y los fines de semana pedaleábamos mucho. Unas veces íbamos a Alcazarquivir, unos 30 kilómetros de Larache, no recuerdo bien la distancia. Otras veces tomábamos carretera arriba hasta 40 kilómetros de distancia lejos de Larache, a Arcila. Algunos fines de semana los pasábamos en la carretera. Después de la bicicleta fue el coche, el tren, el barco, el avión. Cuando Marruecos adquirió la independencia de España y de Francia Antonio se instaló en Castellón y yo en Madrid. Nos mantuvimos en comunicación hasta su muerte el año pasado.

Desde aquellas marchas en bicicleta hasta el día de hoy he viajado por 83 países de la tierra. Todos los de la América hispana excepto Chile y Bolivia, que tengo pendientes. De los 50 estados que componen la Unión Norteamericana he estado en 39. Toda Europa, la occidental y la oriental; países del África negra como Guinea, Nigeria, Camerún, Costa de Marfil, Gana y otros; muchos países de Asia: China, Japón, India, Filipinas, Tailandia, Sri Lanka, Vietnam, algunos de Oriente Medio, Egipto, Israel, Irak, Emiratos árabes….

Acabo de regresar a Madrid después de un largo viaje: Colombia, Venezuela y Cuba. No ha sido un viaje turístico. Pronuncié conferencias sobre evangelización, vida espiritual y crecimiento de Iglesia en cada uno de los tres.

Mi primera parada fue Medellín, donde llegué en vuelo directo desde Madrid. Álvaro Yepes, empresario y líder cristiano en esa ciudad, organizó a la perfección una serie de reuniones a las que asistieron miembros de varias congregaciones de la Iglesia de Cristo. El último día me dijo su esposa: “Nos ha dejado usted deseando que llegue pronto el año que viene”.

Colombia, en la parte septentrional del continente sudamericano. El andaluz Gonzalo Jiménez de Quesada fue uno de los principales colonizadores del territorio. Su capital, Bogotá, fue fundada en agosto de 1538 con el nombre de Santa Fe de Bogotá. En 1819 el país logró la independencia de España. Con el idioma y la cultura España llevó también la religión, estableciendo la primera diócesis católica en Santa Marta el año 1528. Y con la religión, el dominio de la Iglesia católica. La conversión o muerte de la población indígena, denunciada por Bartolomé de las Casas. La inquisición, fundada en 1233 por el papa Gregorio IX, extendió sus largos y mortíferos brazos por todos los países del llamado Nuevo Mundo. Los sucesores del gran inquisidor de España que nació y vivió a lo largo del siglo XV, el dominico Tomás de Torquemada, llevaron sus métodos de tortura a los pueblos que habitaban lo que hoy es Perú, Colombia, México y otros. Torquemada murió seis años después del descubrimiento, en 1498.

No fue hasta la Constitución de 1931 cuando Colombia proclamó la libertad religiosa. Cuarenta y cuatro años antes, en 1887, el gobierno colombiano de entonces firmó un concordato con el Vaticano, otorgando numerosos privilegios a la Iglesia católica.

Hacia 1861, presidiendo el país el general Tomás Cipriano Mosquera, se establecieron en Colombia los primeros protestantes. A pesar de las persecuciones y azotes de la Iglesia católica, el crecimiento ha sido espectacular. De los 49 millones de habitantes que tiene Colombia, unos 20 millones profesa el protestantismo, lo que supone un 35 por 100 de la población y el aumento continúa.

La mala fama que en los días presentes se atribuye a Colombia se debe a tres causas principales: la producción de drogas, la guerrilla revolucionaria y la violencia.

El presidente Santos, mediante largas conversaciones con sus principales líderes parece haber llegado a un acuerdo final para que las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), cesen en sus actividades guerrilleras.

Por otro lado, es bien cierto que a Colombia se la conoce como el primer país en la América hispana productor y exportador de droga. Pero también es cierto que Colombia no cosecharía ni exportaría droga si no existieran países consumidores como Estados Unidos y varios europeos.

La violencia en las principales ciudades de Colombia es una plaga que no cesa. Con frecuencia se trata de peleas y venganzas entre bandas de delincuentes o hechos puntuales. Veintiún militares fueron condenados en abril por matar a jóvenes que hicieron pasar por guerrilleros. Entre los condenados a 52 años de cárcel figuraba un coronel.

Medellín está considerada la ciudad más violenta de Colombia, donde está muy asentado el tráfico de drogas. En los hoteles recomiendan a los extranjeros no salir después de las siete de la tarde. Desde hace cinco, yo voy a Medellín una vez al año. Según mi costumbre, visitar las ciudades de noche, porque tienen un encanto que las diferencia a la luz del día, pateo sus calles después de cenar, esto es, pasadas las nueve de la noche, y jamás he tenido problema alguno. Nadie me ha molestado. Otro tanto hago cuando estoy en Bogotá, con similar experiencia. 

Merece la pena un viaje a Colombia después de haber leído a sus grandes escritores: Gabriel García Márquez, Miguel Antonio Caro, Rufino José Cuervo, Marco Fidel Suárez, Rafael Núñez, Carlos Arturo Torres, José María Vargas Vila, por citar sólo algunos nombres. 

Merece la pena viajar a Colombia.

Recorrer las ciudades y pueblos donde la vida palpita.

Disfrutar de su rica y variada gastronomía.

Tomar el sol en sus dilatadas costas entre dos océanos.

Excursionar a la gran cordillera de los Andes, eje orográfico del continente.

Asomarnos a los valles y hondonadas de notable feracidad.

Llegar hasta la selva amazónica con sus riquezas tropicales.

En suma, viajar. Viajar. Y después, cuando se cierre el ciclo de la vida, morir. Vivir, viajar y morir.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Enfoque - Viaje a Colombia