Macerando el dolor

Agito mis alas despojando de mí el pesimismo, la modorra, vierto al aire un suspiro y sacudo fuertemente mis ilusiones con el deseo de elevarme un palmo de donde estoy.

12 DE MAYO DE 2017 · 09:54

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Tienes razones por las que sonreír, pero prefieres no hacerlo.

Permaneces con un rictus serio, con ese desdén en la mirada que nos indica que no es un buen día para entablar una conversación, pues sabemos sobradamente quienes te conocemos que las puertas están cerradas y por ello hoy no podremos conectar contigo.

De seguro te habrás concienciado; de hecho para asuntos como éstos te tomas tu tiempo, decidiendo que lo mejor es dejar macerar tu dolor, hacerlo aumentar en el caldo de cultivo de tu abatimiento.

No comprendo tu cerrada forma de ver los problemas, como haces que ellos enarbolen tu vida tomando el control de todo y sublevándote a su antojo.

No quieres tomar las riendas, no sé por qué razón te cierras en banda y no permites que te aconsejemos, te indiquemos el camino a seguir para salir de ese laberinto de dolor y continuado duelo.

A veces creo, sé que no es así pero lo pienso, que te gusta sufrir, que si te quitaran esas situaciones adversas que te hunden no sabrías que hacer con tu vida.

Mientras yo me ilusiono con vivir cada día, tú muestras ansiedad por querer vivir mirando hacia el futuro mientras sigues anclada en tu pasado.

Miramos a través de la misma ventana y sorprendentemente vemos paisajes muy distintos.

Yo me deleito en el detalle, en la sencillez de las formas, en la luz que proyecta el sol sobre la materia viva. Tú buscas los claroscuros, las sombras, la mácula, el desorden dentro del orden.

No admites consejos, no te ciñes a normas que pueda obstaculizar tus reconcentrados pensamientos que sólo intentan mimetizarte con lo negativo, ataviarte de cilicio, mostrarte la vileza de tu ser.

Yo agito mis alas despojando de mí el pesimismo, la modorra, vierto al aire un suspiro y sacudo fuertemente mis ilusiones con el deseo de elevarme un palmo de donde estoy.

Cuando lo consigo, sonrío y doy las gracias al dador de mis alas por la oportunidad que me da de poder izarme. Cuando fracaso, cierro los ojos y sigo dándole las gracias porque sé que los fracasos forman parte de mi ciclo vital.

Mi mundo y el tuyo son el mismo, la diferencia es que tú lo miras y yo lo observo, tú lo evitas y yo me planteo cómo mejorarlo. Tú ves el vaso medio vacío y yo contemplo como aún le queda espacio para ser llenado.

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