'Noé': incoherencias bíblicas, preguntas profundas

La película transita entre la acción de un blockbuster moderno y la reflexión del cine de autor. Una deriva narrativa que se resuelve alejándose del relato del Génesis.

09 DE ABRIL DE 2014 · 22:00

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Noé y su esposa, Naame, en la ficción dirigida por Aronofsky.

Darren Aronofsky no es un director que pase desapercibido. Sólo seis películas le han servido para mostrar su creatividad y talento, reconocido principalmente en la obsesiva Cisne Negro. Noé no es una excepción en esta trayectoria. Ni siquiera es la primera vez que el director se fija en el Génesis para reinterpetar la historia con intenciones narrativas propias. “En toda la tradición midrash -dice Aronofsky, de origen judío, en una entrevista con Christianity Today- el texto es la verdad, y la palabra escrita la autoridad final. Pero, ¿cómo decide uno interpretarlo? Uno puede abrir su imaginación para inspirarse en ella”. Así sucede en su última película, donde Aronofsky toma la historia de Noé para llevar a la pantalla un conflicto familiar y personal con el trasfondo de la historia que se cuenta en el Génesis, que aparece algo desdibujada y plagada de invenciones, algunas acertadas, otras cerca del ridículo. VIOLENCIA EN EL MUNDO El mundo de Noé está “lleno de violencia”, y así lo busca transmitir la película. La violencia se hace presente en las relaciones humanas de forma continuada, y en las primeras secuencias se presenta el dolor y sufrimiento de los débiles. Aronofsky centra el discurso de la película en la perspectiva de Noé. El personaje no sólo lleva el peso narrativo, sino que es alrededor de quien termina girando el mismo futuro de la humanidad. Se le presenta como un hombre valiente, bueno, que vive escondido de la maldad que le rodea. Una vez que conoce su misión, se ve atormentado por la responsabilidad, con dificultades para entender el mandato de Dios, intentando ser un buen padre de familia en medio de un mundo que será destruido. Para los que conozcan el relato de Génesis resultará llamativo el obcecamiento de Noé en que toda la humanidad sea destruida, con su misma familia incluida. Esta licencia cinematográfica, si bien puede ayudar a enfatizar el drama que vive el personaje, acaba tergiversando el carácter que la Biblia apenas describe, pero que en ningún caso presenta al patriarca con tantas dudas sobre su misión y sobre lo que Dios quería. JUSTICIA, GRACIA Y EQUILIBRIO Dice Aronofsky que una de las intenciones de la película es profundizar en lo que la Biblia llama “justo”. “¿Qué significa esa palabra? Hay un montón de maneras de definirlo (…) pero nos encontramos esta idea de “justo” es un perfecto equilibrio entre la justicia y la misericordia”. Equilibrio es un término que sobresale en el filme. Se presenta la Creación de Dios como una obra equilibrada, que se distorsiona con la caída. El hombre será luego señalado como el culpable de haber destrozado todo el paraíso. Las consecuencias del pecado, en este sentido, son evidentes, no sólo entre aquellos que mueren por el diluvio, sino también en los que sobreviven al mismo. “No somos diferentes a ellos”, dice Noé a su mujer en uno de los mejores momentos de la ficción. Pero la resolución bíblica difiere de la de Aronofsky. En la Biblia, el diluvio concluye como empieza, con la acción directa de Dios; ya sea castigando a la humanidad como teniendo misericordia y dando continuidad y esperanza a la misma. En Génesis, Dios bendice a Noé y familia al salir del arca y les comisiona a fructificar y multiplicarse: en la película este mensaje se lo aplica Noé mismo a su descendencia, siendo ellos quienes deciden apostar por “el bien” y una especie de luz interior primigenia. Es la misericordia de Noé, y no la de Dios, la que da esperanza al mundo. Así, el mensaje de la película se dirige a la dualidad, a la lucha entre el bien y el mal dentro del ser humano, alejándose del concepto de naturaleza caída que describe el Nuevo Testamento y la línea redentora que Génesis presenta en sus primeras páginas (Gn 3.15). El diálogo final entre Noé y su nuera insiste en esa idea: es posible encontrar la bondad propia y por eso el hombre, en el relato de Aronofsky, depende de sí mismo en cuanto a su destino, y son sus decisiones las que tienen todo el peso sobre el futuro. Cam escoge un camino y Noé otro, y ambos parecen válidos. Dios, por su parte, aparece como un ser esquivo que castiga -y las razones por las que hace están muy bien presentadas- pero a Noé le cuesta entender la gracia en su salvación, unas dudas que se transmiten igualmente al espectador. ¿CÓMO RESPONDER? No han sido pocos los países islámicos que han preferido prohibir la difusión de Noé por desviarse de lo que consideran doctrinalmente correcto. Sería ilusorio pensar que sucediera hacer algo semejante en nuestra sociedad. De hecho, no sería ni siquiera deseable. Porque, ¿puede hacer daño esta película a la Biblia? Prefiero preguntarme: Antes de que se emitiera la película de Aronofsky, ¿cuál era la imagen de Noé en nuestro entorno? Hace poco se hizo popular un anuncio en el que se cantaba rítmicamente “Los animales de dos en dos ua, ua”. Noé sería entonces un señor barbudo y bonachón aguantando el chaparrón y haciendo bromas con los animales en el arca. ¿Acaso era eso algo mejor que la visión que puedan tener tras ver al atormentado Russell Crowe? En lugar de condenar la película por sus incoherencias, podríamos entrar en el debate que genera. ¿Por qué el hombre es distinto al resto de la naturaleza? ¿Qué efectos tiene el pecado en el hombre? ¿Qué responsabilidad tenemos ante nuestros semejantes y la naturaleza? ¿Que significa la "mayordomía" de nuestro entorno? Y ¿Cómo actúa la justicia de Dios, y cómo se relaciona con la gracia? Todas estas preguntas flotan en la película, y aunque las respuestas de Aronofsky no nos satisfagan, será bueno darnos la oportunidad de pensar en ellas.

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