Día de la madre

Es necesario reconocer el papel, valorar el esfuerzo y agradecer el sacrificio de tantas madres entregadas.

04 DE MAYO DE 2017 · 08:39

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Entre las madres cuyos nombres aparecen en la Biblia hay algunas más destacadas que otras. Por ejemplo, los nombres de Sara, Rebeca, Ana, Elisabet y María, estarían entre los más importantes, en consonancia con la grandeza de sus hijos. Una de esas mujeres, tal vez no tan conocida como las mencionadas, fue Eunice, la madre de Timoteo, estando recogidos varios datos sobre ella en tres citas del Nuevo Testamento. Sin embargo, de tan escasa cantidad de información es posible extraer algunas verdades preciosas sobre esta mujer.

 

1. El trasfondo de Eunicei.

Formaba parte de la diáspora judía que estaba dispersa por tantos lugares del Mediterráneo. Se había casado con un gentil, un griego, del que no conocemos su identidad. Es interesante que ella misma llevaba un nombre no judío, griego para más señas, lo cual no debió ser una anormalidad entre los judíos, si tenemos en cuenta que otro judío que aparece en esas mismas páginas, Aquila, era portador de un nombre romano. Sin embargo, esta mujer no perderá sus señas de identidad paganizándose, sino que las reforzará como se verá.

 

2. La conversión de Euniceii.

Seguramente ella y su propia madre, Loida, estuvieron entre los convertidos del apóstol Pablo en su primer viaje misionero, cuando pasó por las ciudades de Derbe y Listra predicando el evangelio. Aunque muchos judíos se opusieron, otros creyeron, formándose de este modo las primeras comunidades cristianas en esas ciudades y otras aledañas.

 

3. La perseverancia de Euniceiii.

Que la conversión de esta mujer no fue como un efecto pirotécnico fugaz, que tal como aparece desaparece, sino un acto que tuvo continuidad en el tiempo, se aprecia porque bastantes años después el mismo apóstol testifica de la autenticidad de la fe de esta mujer, lo cual muestra su fidelidad y constancia en el camino cristiano que ella un día emprendió. Esa fidelidad es todavía más encomiable al tener en cuenta que nada se dice sobre la conversión de su marido, que puede tener dos explicaciones, o bien que se había quedado viuda con anterioridad o bien que él nunca aceptó la fe. Pero tanto en un caso como en otro, Eunice fue el alma espiritual de su hogar, siendo de esta manera prototipo de tantas mujeres cristianas que, contra viento y marea, han sido las columnas vertebrales espirituales en sus hogares a lo largo de la historia.

 

4. El trabajo de Euniceiv.

Del hijo de Eunice, Timoteo, ahora que ya era adulto, testifica Pablo diciendo dos cosas muy importantes que dan constancia del trabajo de esta mujer. La primera es que la fe de este hombre no era fingida, igual que no lo era la de su madre. La segunda que había sido instruido desde la niñez en las Sagradas Escrituras, consistiendo indudablemente en eso la tarea de esta madre. Aquí tenemos cómo un trabajo callado, una siembra realizada durante años, se convierte en un trabajo vital, que repercutirá decisivamente en el futuro de la persona instruida. Se trata de un trabajo pedagógico, al ser formativo de las creencias y del carácter. Es un trabajo sacrificado, especialmente si se tiene en cuenta que no se cuenta con la colaboración del padre, que está mal dispuesto, es indiferente o está ausente. Pero es un trabajo remunerador, porque se trata de una inversión a largo plazo que dará su precioso fruto. Un trabajo que Dios bendijo.

 

5. El fruto de Eunicev.

Cuando el apóstol Pablo volvió a pasar por Listra y Derbe, allí estaba Timoteo, a quien se define como un discípulo, lo cual ya es un calificativo a tener en cuenta. Pero además tenía buen testimonio de los demás, lo que fue determinante para que el apóstol se fijara en él y lo escogiera para que le acompañara en este segundo viaje que había emprendido. A partir de este momento Timoteo se convertirá en compañero de Pablo, quien lo denominará hijo espiritual. La carta última que Pablo escribiera y que puede considerarse su testamento, llena de entrañables referencias personales y enseñanzas y directrices vitales, la dirigió a Timoteo, este pastor que recogería la antorcha de manos del gran apóstol. Es muy posible que a estas alturas ya Eunice estuviera muerta, por lo que no pudo terminar de ver todo el resultado de su esfuerzo. Pero del mismo modo que los santos del Antiguo Testamento no recibieron en vida lo prometido sino que lo miraron de lejos, lo creyeron y lo saludaron, así fue con esta mujer también. Eunice hizo honor a su nombre: Buena victoria.

Es por eso que ahora que se celebra el día de la madre es necesario reconocer el papel, valorar el esfuerzo y agradecer el sacrificio de tantas madres entregadas. Verdaderamente un papel, esfuerzo y sacrificio que no es en balde.

 

i Hechos 16:1

ii Hechos 14:6-7

iii 2 Timoteo 1:5

iv 2 Timoteo 3:15

v Hechos 16:1-3

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Claves - Día de la madre