Vergüenza, impotencia y rabia

El artículo 16 de la Constitución de 1978 fue un timo, una dulce ley de caramelo, un gesto trampa que se aprobó para engañar a la ciudadanía no católica, mantenerla con la boca cerrada y todavía a la espera de que se cumpla.

10 DE MARZO DE 2014 · 23:00

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	Rouco Varela, durante la misa celebrada en la Almudena en honor a las v&iacute;ctimas del 11-M. / Periodista Digital</p>
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Rouco Varela, durante la misa celebrada en la Almudena en honor a las víctimas del 11-M. / Periodista Digital

La matanza en los trenes de Madrid del 11 de marzo de 2004 causó 191 muertos y 1.858 heridos. Hoy, nada más ver las primeras imágenes en televisión, sentí vergüenza, impotencia y rabia. Para nada han servido las reclamaciones, las quejas ni las criticas en medios de comunicación durante estos diez años. Celebrar el acto en la catedral de la Almudena, estar presidido por obispos y tener obligación de asistir a misa es insultante. Este gesto lleva en sí una gran falta de respeto a otras confesiones ya que un grupo de fallecidos y familiares no pertenecen a la fe católica. Rouco refiere que en el funeral del 11-M “Mataron inocentes por oscuros objetivos de poder”. Me pregunto si los objetivos de Rouco hoy tienen un color definido al celebrar el acto en la Almudena ignorando otras creencias. Durante el oficio, los medios de comunicación le han dado demasiada importancia tanto a la presencia de realeza como a la de los políticos, situados, como de costumbre, en primera fila, de luto, con caras compungidas para salir bien en la foto, simulando el mismo nivel de sufrimiento que las propias victimas. España no es un país aconfesional, ciudadanos. El artículo 16 de la Constitución de 1978 fue un timo, una dulce ley de caramelo, un gesto trampa que se aprobó para engañar a la ciudadanía no católica, mantenerla con la boca cerrada y todavía a la espera de que se cumpla. Pero el caramelo está pegajoso y caducado. A la ciudadanía ya le amargan tantos ardides.

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