Profetas populistas

Son profetas porque predican esperanzas y son populistas porque las esperanzas prometidas son falsas, al estar basadas en falsos remedios.

06 DE ABRIL DE 2017 · 09:37

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Cuando suceden tiempos de crisis proliferan los mensajeros que anuncian soluciones para los males que afligen a las naciones y como actualmente el mundo entero está inmerso en una gran crisis de consecuencias impredecibles no es raro que se hayan multiplicado los que tienen recetas cuasi-mágicas para los graves problemas que acechan. Que tales mensajeros tengan considerable audiencia tampoco es extraño, porque lo que muchos desean es que alguien les dé una solución prometedora que disipe los temores y la ansiedad. A estos mensajeros bien podría denominárseles profetas populistas. Son profetas no porque hagan vaticinios sobre los acontecimientos futuros, sino porque predican esperanzas; y son populistas porque las esperanzas prometidas son falsas, al estar basadas en falsos remedios.

Jeremías vivó en un tiempo, finales del siglo VII y principios del siglo VI a.C., cuando su nación estaba sumida en una de las mayores crisis de su historia. Los nubarrones en el horizonte eran bien oscuros, porque en la escena internacional se había levantado un poder hegemónico que amenazaba a todas las naciones de alrededor, poniendo en peligro su libertad y hasta su existencia. Por tanto, crecieron como hongos los que tenían respuestas para las preguntas, los que ofrecían certezas a las incertidumbres y los que presentaban optimismo frente al pesimismo. Fueron uno de los grandes dolores de cabeza para Jeremías, al constatar que contradecían el mensaje que él traía y al captar que la popularidad de ellos contrastaba con la impopularidad de él, lo cual es lógico si tenemos en cuenta la diferencia de contenido y tono entre sus mensajes.

Hay varias cualidades que caracterizan a estos profetas populistas y el mismo libro de Jeremías nos ayuda a descubrir cuáles son.

En primer lugar está su superficialidad, al pretender arreglar el profundo problema de la nación solamente con palabreríai. Es como si un médico ignorara el cáncer que aqueja a su paciente, recetándole simplemente algún analgésico para calmar los síntomas externos. Es evidente que el paciente saldrá alborozado de su consulta, al quedar convencido por el galeno de que sus temores no tienen base alguna, si bien el problema real hará pronto acto de presencia.

En segundo lugar está su positivismo que transmite tranquilidad a sus seguidores, al negar que vaya a producirse ninguna catástrofeii. Solamente mentes retorcidas y obsesionadas con los desastres, como la de Jeremías, pueden recrearse en semejantes especulaciones tétricas. Pero de lo que se trata es de ser positivos por encima de todo, porque el pensamiento positivo es la mejor cura frente a los males del negativismo. No hay nada comparable a una mente positiva en los tiempos difíciles. Lo positivo crea lo positivo, lo engendra, siendo disipador de los malos augurios y presagios.

En tercer lugar está su subversión deliberada de las consecuencias de la maldad, al prometer prosperidad a quienes resueltamente se han lanzado en una frenética carrera de iniquidadiii. Nada tienen que temer todos aquellos que andan según su imaginación y van en pos de la dureza de su corazón empedernido. Las advertencias y amenazas lanzadas contra quienes se obstinan en sus malos caminos, como hace Jeremías, son sólo estrategias para tener asustada a la gente, cuando en realidad no hay relación moral entre lo que se siembra y lo que se cosecha. Por tanto, no hace falta arrepentimiento ni conversión alguna; nada de cambio ni de erradicar lo perverso. Todo irá bien.

En cuarto lugar está su alarde de apelación a la autoridad final e inapelable, que no es otra, cuando se rasca un poco la superficie, que ellos mismosiv. Han aprendido una fraseología que cumple dos funciones; la primera es su propia satisfacción que se emborracha con su retórica y la segunda la seducción que causa en quienes les creen. El estar complacidos de sí mismos les lleva al envanecimiento personal y el complacer a los demás a la notoriedad, que alimenta su envanecimiento. Es un círculo que se retroalimenta.

Después de 2.600 años desde que Jeremías vivió, los profetas populistas están en auge porque las condiciones del mundo actual, esencialmente, son las mismas de entonces, aunque ahora tengamos naves espaciales e Internet.

De hecho, es fácil considerar que llegará un día cuando se levante el profeta populista por antonomasia, a quien un mundo atrapado en su crisis suprema entregará todo poder y autoridad para que arregle definitivamente las cosas, de acuerdo a los deseos del mundo. Y será entonces, cuando digan paz y seguridad, cuando vendrá la destrucción repentinav. Pero también será entonces cuando se producirá el regreso de quien trae la solución verdadera a este mundo sin solución.

 

i Jeremías 6:14; 8:11

ii Jeremías 14:13

iii Jeremías 23:17

iv Jeremías 23:31

v 1 Tesalonicenses 5:3

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