La resurrección de los muertos

La resurrección es para los cristianos mucho más que una definición dogmática. La vemos, la sentimos, la vivimos ya, la esperamos con ilusión.

22 DE MARZO DE 2017 · 08:40

Resurrectión / Chema Concellón (Flickr - CC BY-NC-ND 2.0),
Resurrectión / Chema Concellón (Flickr - CC BY-NC-ND 2.0)

El Credo apostólico nos habla ahora de la resurrección de los muertos: "Creo en la resurrección de la carne...", dicen los autores.

Hablando ante el gobernador Félix, el apóstol Pablo dijo:"... teniendo esperanza en Dios, la cual ellos también abrigan, de que ha de haber resurrección de los muertos, así de justos como de injustos" (Hechos 24:15).

Los autores del Credo tenían esta misma esperanza de que habla el apóstol Pablo. Y la compartimos todos los cristianos.

En realidad, es más que esperanza. Es una seguridad absoluta, más firme que todas las leyes de las matemáticas. Cierto que andamos por fe y no por vista (2ª Corintios 5:7), pero la resurrección es para los cristianos mucho más que una definición dogmática. La vemos, la sentimos, la vivimos ya, la esperamos con ilusión.

Y esta seguridad tiene sus motivos:

Primero, porque Dios nos ha destinado a la vida. La muerte fue un accidente en el plan de Dios. Dios nos ha destinado a la vida y a la inmortalidad, no a la muerte ni a la corrupción. Y vendrá el día glorioso en que se producirá "la restauración de todas las cosas, de que habló Dios por boca de sus santos profetas que han sido desde tiempo antiguo" (Hechos 3:21). En esta restauración se incluye la resurrección de los muertos.

Segundo, porque Dios no quiere la muerte eterna del ser humano. Dice la Biblia: "A los cielos y a la tierra llamo por testigos hoy contra vosotros,  que os he puesto delante la vida y la muerte, la bendición y la maldición; escoge, pues, la vida, para que vivas tú y tu descendencia" Deuteronomio 30:19). Y el profeta Ezequiel añade en esta misma línea de pensamiento: "Vivo yo, dice Jehová el Señor, que no quiero la muerte del impío, sino que se vuelva el impío de su camino, y que viva. Volveos, volveos de vuestros malos caminos; ¿por qué moriréis, oh casa de Israel? (Ezequiel 33:11).

Tercero, porque Cristo mismo dice que Dios es Dios de vivos, no de muertos. "Porque Dios no es Dios de muertos, sino de vivos, pues para él todos viven" (Lucas 20:38) .

La resurrección de los muertos es una seguridad absoluta en la conciencia del cristiano. La vida hay que entenderla a la luz de la eternidad. Es como únicamente tiene sentido. El famoso ateo norteamericano Roberto lngersoll hizo la siguiente afirmación: "La vida es un valle angosto entre las cumbres de dos eternidades. En vano nos esforzamos, procurando mirar más allá de las cimas. Clamamos con todas nuestras fuerzas, y la respuesta única es el eco de nuestras lamentaciones".

La resurrección de los muertos convertirá estas lamentaciones en gritos de júbilo para el creyente y en lamentos de tristeza para el incrédulo. Porque unos y otros tomarán parte en la resurrección de los muertos. Entre los muchos pasajes bíblicos que confirman esta idea voy a reproducir tres: uno de Daniel, otro de Cristo, y el tercero de Pablo. Daniel 12:2 dice así: "Muchos de los que duermen en el polvo de la tierra serán despertados; unos para vida eterna y otros para vergüenza y confusión perpetuas". En cuanto a Cristo, dijo claramente: "Vendrá hora cuando todos los que están en los sepulcros oirán su voz. Y los que hicieron lo bueno saldrán a resurrección de vida; mas los que hicieron lo malo, a resurrección de condenación" (Juan 5:28-29). Por su parte, el apóstol Pablo, hablando ante el gobernador Félix, dijo: "Teniendo esperanza en Dios, la cual ellos también abrigan, de que ha de haber resurrección de los muertos, así de justos como de injustos" (Hechos 24: 15).

La resurrección de los muertos se ilustra en el Nuevo Testamento con lecciones sacadas de la propia naturaleza. Un solo Dios ha creado el mundo material y el mundo espiritual. Estas dos esferas desiguales se rigen por idénticas leyes. San Pablo se refiere a la resurrección de los muertos en relación con las obras de la naturaleza. En 1ª de Corintios 15:35-38, el apóstol escribe: "Dirá alguno: ¿cómo resucitarán los muertos? ¿Con qué cuerpo vendrán? Necio, lo que tú siembras no se vivifica si no muere antes. Y lo que siembras no es el cuerpo que ha de salir, sino el grano desnudo, ya sea de trigo o de otro grano: pero Dios le da el cuerpo como Él quiso, y a cada semilla su propio cuerpo".

Aquí se establece un principio que es universal: la muerte engendra la vida. El grano de trigo ha de morir para que salga la nueva espiga. El mismo Señor Jesús dijo: "Si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, él sólo queda. Mas si muriere, mucho fruto lleva" (Juan 12:22). Esta declaración es científicamente exacta. El grano de trigo ha de morir literalmente para dar vida a la nueva planta. Así ocurre con la resurrección del cuerpo. El cadáver que desciende a la sepultura dará origen al nuevo cuerpo de la resurrección. Alguien preguntará cómo será esto posible; hay una sola respuesta: existe diferencia entre lo que se siembra y lo que se recoge; y la misma diferencia entre el cadáver que se entierra y el cuerpo que resucitará. Los arqueólogos han demostrado que en las tumbas de los faraones del antiguo Egipto se han conservado plantas de trigo de hasta tres mil y cuatro mil años de antigüedad. En cuanto a la resurrección de los cuerpos, por muchos siglos que lleve muerta una persona, saldrá de nuevo a la  vida.

¿Cómo resucitarán los que han perecido en los incendios; los que han sido devorados por las fieras; destrozados en la guerra; deshechos en las profundida¬des submarinas, o incinerados en los crematorios? La respuesta nos la da San Pablo en uno de los versículos antes citado: "Dios le da el cuerpo como Él quiso, y a cada semilla su propio cuerpo". Para nosotros es un misterio que una patata muerta dé vida a una planta fresca; que un grano de trigo duro produzca espigas tiernas. El mismo misterio existe en torno a la resurrección de los cuerpos. No sabemos cómo lo hará Dios, pero Él puede unir incluso las partículas diseminadas en el espacio si así se lo propone.

Algo sabemos, en este capítulo 15 de la epístola a los Corintios, sobre la naturaleza del cuerpo de la resurrección. Muchos han preguntado cómo será este cuerpo. Esta misma pregunta se hacía en los tiempos de Pablo. Para contestarla, el apóstol usa distintas imágenes. En primer lugar nos dice que el cuerpo de la resurrección será incorruptible: "Así también es la resurrección de los muertos. Se siembra en corrupción, resucitará en incorrupción" (1ª Corintios 15:42). Segundo, será un cuerpo glorioso: "Se siembra en deshonra, resucitará en gloria" (1ª Corintios 15:43). Tercero, será un cuerpo potente: "Se siembra en debilidad, resucitará en poder" (1ª Corintios 15:43). Cuarto, será un cuerpo espiritual: "Se siembra cuerpo animal, resucitará cuerpo espiritual". (1ª Corintios 15:44). Y quinto, será un cuerpo inmortal: "Porque es necesario que esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad. Y cuando esto corruptible se haya vestido de incorrupción, y esto mortal se haya vestido de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita: “ Sorbida es la muerte con victoria" (1ª Corintios 15 :53-54).

Mucho más podría decirte sobre la resurrección de los muertos. Pero el espacio termina aquí. Puedes estar seguro de que tu cuerpo resucitará un día. Puedes resucitar para vivir eternamente en la presencia de Dios o también eternamente apartado de Dios. Eres tú quien ha de decidir.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Enfoque - La resurrección de los muertos