Hojas caducas

Sé que la vida es efímera, pero cuan bueno es entender que el cielo es para siempre.

24 DE FEBRERO DE 2017 · 12:05

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Te has ido.

Un silencioso quejido se arropó en tu pecho. Ambicionando descanso no has querido mirar lo que dejabas.

Te he visto envuelto en ropas blancas. Dentro de esa maleta de madera parecía que de un momento a otro te ibas a despertar y regalarnos una de tus múltiples y maravillosas sonrisas. Ilusa de mí, creer que puedes regresar del sueño eterno.

Te has ido dejándonos un poco solos, desposeídos de esa contagiosa alegría que siempre ha sido una de tus credenciales...

Aferrados a la vida, nos sentimos débiles ante la presencia de la muerte, aun sabiendo que existe una vida más excelente tras esta, seguimos adheridos a nuestra rama simulando ser hojas perennes.

Se agolpan en la garganta las palabras de pesar y cuando deseas pronunciarlas estas se desmoronan en los labios fundiéndose con las lágrimas.

Cuán difícil expresar lo que no entendemos, aquello que nos cuesta asimilar como parte de un proceso.

Es humano sentir dolor ante la ausencia de un ser querido. Totalmente lógico percibir una espesa niebla de tristeza agazapada en los ojos y que sólo se disipará con una lluvia de llantos.

Los gemidos se acumulan en el alma y poco a poco son desahogados con suspiros de incomprensión. En tal estado, sometemos a Dios a un cuestionario de mil preguntas, deseosos de que nos solvente alguna de ellas, aplicando así un bálsamo sobre el desconsuelo. Es entonces cuando Él nos muestra sus horadadas manos y comprobamos como en ellas están escritos nuestros nombres. Le pertenecemos, suyos somos.

Para quienes creemos en Jesús y su promesa de vida eterna la muerte toma un matiz distinto, pero sigue salpicándonos el dolor de quien ausente nos deja una estela de recuerdos imborrables. Uno se da cuenta de que en este gran escenario, cada cual ocupa su lugar, cuando alguien lo abandona ese hueco queda vacío, nada ni nadie lo puede suplantar, somos seres únicos, irreemplazables.

La vida es efímera, somos hojas caducas que se marchitan, se secan, mueren.

Sé que la vida es efímera, pero cuan bueno es entender que el cielo es para siempre.

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