‘El vuelo’: ¿quién está al control?

El clímax es el interrogatorio de Whip ante la comisión que investiga la catástrofe. Es una película sobre la verdad. Su protagonista vive en la mentira constante de una doble vida.

06 DE AGOSTO DE 2013 · 22:00

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Cuando ocurre una tragedia, necesitamos respuestas. No basta saber que ha habido un accidente, queremos saber quién es el responsable. Como el conductor del tren siniestrado en Galicia, Denzel Washington es el comandante de “El vuelo”, cuyo desastre supone pérdidas humanas en la película que ahora aparece en DVD. Como él, es un hombre reconocido y apreciado, que cuesta ver como culpable de semejante catástrofe. El comité de investigación se enfrenta a tantas presiones, que parece imposible que pueda dar a conocer la verdad. Las similitudes del film de Robert Zemeckis con lo ocurrido recientemente en Santiago, me han hecho imaginar a este hombre en el hospital, justo después del accidente, dándose cuenta que ha cometido un error que nunca podrá perdonarse. ¿Quién puede vivir con ese peso sobre sus espaldas? El viaje de esta película no es saber lo que realmente ocurrió –lo vemos desde la primera escena–, sino cómo se enfrenta una persona a la realidad de su vida. Los primeros tres minutos de “El vuelo” ahuyentarán al espectador que busque en esta película los valores de los que tanto habla el público cristiano hoy. A pesar de que el actor protagonista es hijo de un pastor pentecostal y miembro comprometido de una iglesia, muchos se preguntarán cómo alguien que lee la Biblia todos los días y busca la dirección de Dios para su vida, puede hacer esta escena de desnudos, abuso de drogas y lenguaje ofensivo. Así de diferentes son los criterios hoy de los cristianos ante el cine. “Oramos sobre todo, cada día”, dice Washington. Acaba de leer, hace poco, por tercera vez la Biblia entera, aunque lleva treinta años en una Iglesia de Dios al oeste de Los Ángeles. Dice que le ha llamado la atención un pasaje sobre la sabiduría en Proverbios 4, que le hizo reflexionar sobre la vida. La ha hecho ahora su oración. “Intento darle la vuelta a mis personajes, –dice–, incluso los peores, como el de “Día del entrenamiento”. Lo primero que escribí en el guión fue: La paga del pecado es muerte”. (Romanos 6:23) Yo creo que esta secuencia es fundamental para entender esta historia. No podemos confundir a un actor con sus personajes. Esta no es una película familiar. Es un film para adultos, que requiere discernimiento, algo de lo que parecen carecer muchos espectadores hoy. Lejos de ser una escena gratuita, es la clave para comprender quién es la persona que se esconde detrás de esas gafas oscuras. TOCANDO FONDO El capitán Whip Whitaker se despierta en una habitación de un hotel de Florida. Acaba una cerveza, que hay al lado de un cenicero lleno, al lado de la cama, rodeada de botellas vacías, donde está con una mujer. Él tiene unos cincuenta años, pero ella parece más joven. La vemos totalmente desnuda. Es una azafata con la que tiene que volar enseguida. Suena el teléfono móvil y es su ex mujer. Por el tono de la conversación, adivinamos que tienen la típica mala relación de muchos divorciados. Ella le pide dinero para la nueva escuela de su hijo adolescente. Como observa Tomás Fernández Valentí, la mayor parte de la secuencia está filmada mediante planos generales abiertos, lo que en combinación con el formato panorámico permite que el espectador vea tanto a Whip hablando por teléfono en la cama como a la joven que pulula alrededor mientras se va vistiendo. El comandante inhala una raya de cocaína como estimulante y se marcha al aeropuerto, donde es saludado con simpatía y respeto, pero a nosotros ya no nos engaña su respetable imagen. Sabemos lo que hay detrás de la máscara. Whip va a volar como ha hecho una decena de veces los últimos tres días, pero hoy va a ser diferente. Hace mal tiempo. El avión logra despegar de Orlando, camino de Atlanta, pero los motores empiezan a fallar. La excelente secuencia de la catástrofe aérea está planificada manteniendo el punto de vista subjetivo desde el interior del avión siniestrado, aunque se inserten planos del exterior del aparato cuando es necesario. Esta película supone el retorno del realizador Robert Zemeckis al cine de “imagen real”, tras unos años trabajando con la técnica de la “captura de movimiento”. El director de películas como “Regreso al futuro”, “Forrest Gump”, o “Náufrago”, ha hecho “un buen film –como dice el coordinador de la revista Dirigido Por– a ratos brillante, algo desigual, como consecuencia de algunas irregularidades del guión, así como cierto exceso de metraje”, pero es “un trabajo en su conjunto relativamente sobrio y contenido”. Washington intenta, sobre todo, no excederse en sus escenas de borrachera y drogadicción. Ya que este es un film que gira en torno a los peligrosos estragos causados por el alcohol y las drogas en el comandante de un avión de pasajeros. Para Fernández Valentí, “no es un thriller de catástrofes, sino un melodrama sobre el alcoholismo”. Puesto que “Whip tiene un serio problema con la bebida y las drogas, por más que hasta el último momento se esfuerza en negarlo ante los demás y, sobre todo, en negárselo a sí mismo, con vistas a guardar esas apariencias respetables para librarse de la cárcel y no tener que admitir que ha fracasado como esposo, padre y piloto”. ¿QUIÉN CONTROLA A QUIÉN? “El vuelo” es el viaje del protagonista a asumir que no controla el alcohol y la cocaína, sino que son estos los que le controlan a él. Como es habitual en Zemeckis, el contraste es con otros personajes tan solitarios y marginados como él, que por lo menos no disimulan su desgracia. Whip encuentra así una joven drogadicta de la que se enamora, Nicole, que tiene una función de “espejo”, para reflejar su propia vergüenza. Los dos conocen a un enfermo terminal de cáncer, en el hospital donde están los tres ingresados, que hace frente a la inminencia de su muerte. El diálogo de los tres en el rellano de la escalera, a donde han ido de noche a fumar, es uno de los momentos más logrados de la película. Whip es alguien roto, estropeado y tan lleno de orgullo, que no admite sus problemas. Así es como la Biblia describe al hombre caído en el pecado, una condición de la que no podemos curarnos nosotros mismos. Nos lleva a la soberbia y a la arrogancia. Hasta que no admitamos nuestra necesidad, no podemos hacer nada para cambiar nuestra situación. Somos incapaces, pero “lo que es imposible para los hombres, es posible para Dios” (Lucas 18:27). Cuando el ebrio capitán está al borde del desastre, el co-piloto ora en voz alta al “Señor Jesús”. El aterrizaje forzoso lo hace en un prado al lado de una iglesia pentecostal, donde hay unos bautismos, junto a una cruz. Vemos a los cristianos con túnicas blancas intentar salvar a los pasajeros. Es una escena que no hemos visto nunca antes en el cine. En un sentido se ha producido un milagro. Este vuelo no es sólo el de un avión, sino de una persona que está a punto de estrellarse en la vida. Vemos su miseria moral al acercarse a una azafata en el funeral de su amante, para intentarle convencer de que declaren a su favor ante la comisión de investigación. Lo mismo hace cuando visita en el hospital a su co-piloto malherido, que es un verdadero creyente. El y su esposa están convencidos de que “nada ocurre en el Reino de nuestro Señor que sea por error”. Creen que “Jesús, nuestro Salvador”, guió las manos de Whip. Ellos esperan en Dios como “un juez más alto”. El clímax del relato es el interrogatorio de Whip ante la comisión de investigación de la catástrofe. Esta es una película sobre la verdad. Su protagonista, como muchos de nosotros, vive en la mentira constante de una doble vida. Aquellos que presumen de ser libres, son en realidad esclavos, dice Jesús: “esclavos del pecado” (Juan 8:34). Y sólo “la verdad nos hará libres” (v. 32). ALGUIEN ESTÁ EN LA TORRE DE CONTROL Cuando Whip oye que el accidente es “un acto de Dios” –una frase que se repite varias veces a lo largo de la película–, se pregunta: “¿qué Dios haría esto?”. El enfermo terminal que encuentran Nicole y él en el hospital, cree que Dios lo ha escogido para tener cáncer. Eso le da una sensación de paz y libertad que quisiera haber tenido antes. Cuando el capitán entra en el avión, se ríe de una azafata diciendo que espera llevarla a tiempo a Atlanta para la reunión de oración con “Jesucristo Superstar”. Ella le corrige explicándole que la iglesia bautista a la que asiste se llama Cristo Rey y le invita a ir con ella. Dios está alrededor de esta historia, todo el tiempo, de principio a fin. Lo percibimos desde las torres de la iglesia, cruces y oraciones que marcan toda la película. Tanta iconografía religiosa no puede ser por casualidad. Dios está en todas partes. Parece que el juicio es a Él, tanto como al capitán Whittaker. Ante semejante crisis, siempre hay dos puntos de vista: los que piensan que Dios no tiene nada que ver con esto y los que le reconocen, incluso en medio de la tragedia. Lo curioso es que hasta los que no creen en Él, hablan de si podría haber hecho algo para evitarlo. ¿Tiene Él la culpa?, ¿dónde está Dios en medio de todo ello? No sé cómo actúa Dios en un accidente, o en un desenlace milagroso, pero cosas así ocurren todos los días. La cuestión no es dónde está Él en medio de esos sucesos y circunstancias, sino dónde está Él en tu vida. Nos preguntamos por qué no hace algo, cuando Él estará preguntándose lo mismo sobre nosotros: ¿por qué no hacemos algo con lo que Él ha hecho? Su Hijo murió en la cruz y resucitó de los muertos, para darnos la seguridad de la libertad del pecado y la vida eterna. Eso no responde a todas las cuestiones de la vida, pero contesta a “la gran pregunta”. ¿Qué ocurre cuando esta vida se acaba? Sea por accidente, enfermedad, o a una edad avanzada. ¿Sabemos que va a ser de nosotros, cuando llegue la muerte? Al final de “El vuelo”, aunque Whip ha dado algunos pasos en la dirección correcta, está todavía buscando la respuesta. Lo duro de ver una película así, es que estás deseando que los personajes encuentren ayuda y esperanza, pero ellos no pueden conseguirlo por si mismos, ni ven cuál es la solución. La historia apunta dónde podría estar, pero no nos da la respuesta. Para eso no hay que ver una película, sino leer el Libro, que Denzel consulta cada mañana, para encontrar dirección en esta vida llena de caos y confusión.

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