Yo no hago nada malo

Juzgamos a los demás respecto de nosotros mismos como si poseyésemos galones de poder.

20 DE ENERO DE 2017 · 08:36

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Cuando menos lo esperamos salta la liebre y volvemos a los dichosos "yo no hago nada malo", "no me meto con nadie", "voy a la iglesia los domingos", "soy buena persona", "llevo tantos o más cuantos años en el Camino". Aún no hemos entendido bien el mensaje que trae la conversión. Juzgamos a los demás respecto de nosotros mismos como si poseyésemos galones de poder. Es el otro el que "no viene al culto" y por eso vamos a orar por él pero sin preguntarle los motivos, no sea que nos salpique y nos ensucie. Es el otro el que parece que "no hace las cosas tan bien como yo", y por eso voy a hablar con el pastor para ver si busca a alguien que lo discipule y lo enderece, pero no me intereso personalmente, no sea que me convenza de sus motivos y a mí nadie me mueve de donde estoy. Es el otro el que "incomoda", porque da su opinión, porque piensa, estudia y discute, por eso hay que sacarlo de la singularidad orientarlo hacia la pluralidad. 

Las buenas intenciones no son siempre válidas.

Siempre es el otro el necesitado, el equivocado, el ciego, el que está perdido porque quienes le juzgamos vamos por el camino recto. Siempre es el otro el que necesita aprender porque nosotros, los listos ya lo sabemos todo, aunque ese todo signifique saberse de memoria cuatro versículos explotados. 

Esta superioridad nos lleva a echar el candado al avance. Estamos al acecho y cada vez que el otro no actúa como está previsto según las normas nos llenamos de satisfacción al cotejarnos. Nos creemos buenos y pensamos que los demás entorpecen nuestras virtudes. 

No actuamos de frente sino como suavones*.

Nosotros, los que "no hacemos nada malo", los genios, los que nos fabricamos una felicidad propia, aislada e intocable, somos los que por miedo a no atinar, por orgullo, tampoco hacemos nada bueno. Nos limitamos a evitar los cambios, a permanecer pasivos, sin dar un paso por temor a equivocarnos. 

Por nuestra idiosincrasia humana ninguno somos buenos ni llegaremos a serlo, simplemente probaremos algunas pinceladas momentáneas que harán que nos creamos algo mejor de lo que somos antes de volver a caer en el fértil error del sistema. 

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*En andaluz, un suavón es alguien con apariencia inofensiva, pero con mala uva.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Tus ojos abiertos - Yo no hago nada malo