Ante el juez

La pregunta central y vital va a ser que qué has hecho de tu hermano, cómo has tratado al hombre, a la mujer, al humano, al prójimo.

10 DE ENERO DE 2017 · 16:15

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Muchas veces no somos totalmente conscientes de la enseñanza de Jesús de que el amor a Dios y el amor al prójimo están en relación de semejanza. Pues es algo que vamos a aprender ante el Juez y que nos puede costar incluso la vida eterna. ¿Crees en el Juicio Final? ¿Creemos en el Juicio de las Naciones? ¿Damos relevancia al relato de Mateo 25? ¡Qué relación tan grande entre el amor a Dios y el amor al prójimo! ¡Qué tipo de identificación tan radical y dramatizada en ese relato del Juicio de las Naciones!

¿Qué pasa en ese Juicio Final? ¿Qué nos llama tanto la atención? ¿Por qué es tan relevante y sorpresivo este relato? La pregunta central en este Juicio Final no va a ser si has asistido a la iglesia, si has cumplido el ritual, si has leído y estudiado el texto bíblico, si has alabado y dado culto a Dios o si has ofrendado. La pregunta central y vital va a ser que qué has hecho de tu hermano, cómo has tratado al hombre, a la mujer, al humano, al prójimo. La iglesia, en su predicación y enseñanza debería enfocar mucho más este aspecto que tanto resalta la Biblia y de una manera especial en las palabras de Jesús en Mateo 25 en el Juicio de las Naciones. 

Lo central en este pasaje, en esta dramatización, en este relato, es la acción amorosa y el ser movido a misericordia ante el prójimo excluido, marginado, tirado al lado del camino y apaleado. ¿Qué has hecho con tu hermano, con tu prójimo, con el que necesitaba de tu ayuda? Esa es la pregunta central del juicio, esa será el cuestionamiento central ante el Gran Juez. Te van a preguntar si tu fe ha estado actuando en el mundo a través del amor, como diría el Apóstol Pablo, o si tu fe ha estado muerta, sin haber practicado la misericordia ante el prójimo sufriente.

¿No merecería que la iglesia y sus líderes emplearan más tiempo a la enseñanza y al ir preparando a los creyentes para poder contestar a estas preguntas ante el juicio final, ante el Gran Juez? No es que la alabanza, la adoración, la lectura de la Palabra y cualquier parte del ritual pase a segundo plano, sino que si no complementamos esa línea de la verticalidad con Dios con las líneas de horizontalidad con el amor al prójimo reflejado en acciones de misericordia propias de una fe viva que produce frutos, hemos mutilado la vivencia de la espiritualidad cristiana, hemos eliminado la posibilidad del seguimiento a Jesús, hemos puesto nuestra herencia espiritual en un grave peligro, el peligro de la muerte eterna.

¿Será que el amor al prójimo es simplemente lo mismo que el amor a Dios que, de manera imperativa y necesaria se debe reflejar en el amor al prójimo? ¿Qué significa que cuando albergamos, vestimos, visitamos, dimos de comer o beber al hombre sufriente, al pobre o excluido lo hemos hecho por el mismísimo Dios? ¿Qué significado puede tener la frase tan llamativa de Jesús “Por mí lo hicisteis”, frase que nos lleva a disfrutar de la salvación? ¿Qué puede significar su contrario cuando la fe no actúa por el amor y se nos dice que “por mí no lo hicisteis”, frase que nos lleva a la condenación eterna?

¿No merecería la pena pararse ante estos textos y replantearse cómo debe ser la auténtica vivencia de la espiritualidad cristiana a la que hemos de aspirar? ¿A quién has ignorado, con quién has cometido un pecado de omisión, ante quién has pasado de largo, por qué no has sido capaz de sentirte movido a misericordia? ¿Por qué no te has parado ante el herido y despojado? ¿Por qué no has visitado al enfermo o al preso?

¿No te han concienciado tus pastores y líderes de esta gran responsabilidad cristiana que está en semejanza con el amor que debes tener a Dios? ¿No has comprendido ni estudiado estas líneas del Evangelio que es también el Evangelio de la misericordia y no sólo del ritual? ¿Por qué se identifica Dios con el pobre y abandonado y nota en su ser el impacto de nuestra acción o, en su caso, el impacto de nuestra insolidaridad? ¿Tenemos que identificarnos lo mismo que Jesús ante el dolor del hombre oprimido o empobrecido? ¿Os parece una radicalidad excesiva?

¡Qué curioso que Dios se identifique tanto con los despojados y excluidos hasta el punto de sentirlo en su ser de tal forma que le hace emitir un juicio de condenación o de salvación! Todo dependiendo de la acción misericordiosa cristiana, todo dependiendo si hemos vivido el cristianismo practicando el ritual o uniéndolo también a la práctica de la misericordia.

CONCLUSIÓN: Lo que hacemos por el prójimo, por los seres humanos, por los hombres, mujeres o niños que están viviendo y experimentando el no ser de la marginación, el hambre y el frío ante la mirada insolidaria del hombre, del creyente, lo que hacemos por el otro, por el prójimo en necesidad, lo hacemos por Dios y éste siente nuestra acción repercutiendo en su propio ser. Es el gran desafío del Evangelio, es lo que nos muestra que, realmente, creer no es sólo comprometerse con Dios, sino también con el hombre y, especialmente, con el hombre marginado, empobrecido, despojado u oprimido. 

Lo que hicisteis por estos mis hermanos más pequeños, por mí lo hicisteis”. Frase preciosa y que nos llena de la alegría de la salvación, pero su contraria, la negativa, es una frase de un Juez que hace justicia y que acaba condenando. Señor, abre nuestros ojos y líbranos del pecado de omisión. Haznos ser solidarios, amorosos y creyentes que practican la misericordia a la que hemos de ser movidos.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - De par en par - Ante el juez