Memoria de Fidel y Cuba

Recuerdos de mi visita a Cuba en 1959 y 1983. La distribución de Biblias era restringida, y en los medios no había libertad de expresión. Pero las iglesias pudieron seguir con su ministerio siempre que no criticaran al gobierno.

27 DE NOVIEMBRE DE 2016 · 16:00

,Fidel Castro

La muerte de Fidel Castro ha traído a mi memoria recuerdos de mi visita a Cuba en octubre de 1959 y luego en 1983.

Los Bautistas del Perú tuvimos el ministerio del pastor bautista Luis Manuel Agüero y su esposa Julia Remedios de Agüero, desde comienzos de 1955 hasta febrero de 1957, en la Iglesia Ebenezer de Miraflores. Fueron dos años de ministerio intenso en los cuales trabajé a su lado mientras terminaba mis estudios en la Universidad de San Marcos, y enseñaba en la “Escuela Angamos” que nuestra iglesia creó, con apoyo de la Misión Bautista. La señora Agüero era pedagoga y orientó decididamente la labor educativa que realizamos. Yo aprendí del Pastor Agüero todo lo que implica la vida pastoral: enseñanza, predicación, administración de la iglesia, visitación y cuidado pastoral de los miembros. Tuvimos la visita del Dr. Luis Manuel González Peña, excelente predicador a quien los universitarios creyentes llevamos a dar una conferencia en la Universidad. Agüero se había especializado en programas de educación cristiana y quería ayudar a más iglesias en ese campo. Lamentablemente  la Misión Bautista que sostenía a tres pastores, dejó de hacerlo por desavenencias con uno de ellos, y obligó al pastor Agüero a volver a su país.

Mi esposa Lilly y yo mantuvimos la amistad con la familia Agüero, de modo que cuando tuvimos oportunidad de ir a Estados Unidos en relación con la obra universitaria en 1959, nos pusimos de acuerdo con ellos para visitarlos en Cuba.

Llegamos a La Habana en octubre de 1959, cuando Fidel Castro llevaba diez meses en el poder luego del triunfo de su revolución. Al preguntarle al pastor Agüero acerca de Fidel me respondió entusiasmado “Chico, es un profeta de Dios. Está limpiando a Cuba de la prostitución y la vida disipada”. Recuerdo que fuimos juntos a ver un partido de béisbol en el cual Fidel dio el pelotazo inicial. En todo el país había un fervor entusiasta por Fidel y los evangélicos lo compartían. En ese momento el evangelista González Peña había sido elegido Presidente de la Convención  Bautista de Cuba Occidental y el Pastor Agüero como Secretario.

Al volver al Perú, y más adelante en la Argentina, mantuvimos una correspondencia regular y fuimos enterándonos de los cambios sociales que Fidel y sus partidarios iban llevando a cabo. Los evangélicos en general veían con simpatía y hasta admiración algunos de estos cambios, como la Reforma Agraria, y las políticas inclusivas de salud y educación universal.

Sin embargo con el paso del tiempo muchos pastores empezaron a dejar el país, viajando sobre todo a Estados Unidos. En algunos casos la Misión Bautista ayudaba a los pastores con el cambio de moneda, lo cual iba a ser condenado posteriormente por el gobierno como tráfico de divisas.  

En determinado momento el gobierno quiso ejercer control de las iglesias pidiendo las listas de los miembros y los informes económicos de las iglesias. El pastor Agüero como Secretario de la Convención Bautista criticó estas medidas y se opuso a ellas. Al poco tiempo fue hecho prisionero y enviado  preso a la Isla de Pinos, donde fue maltratado y torturado. Estuvo catorce años preso y fue liberado gracias a gestiones de la Alianza Bautista Mundial.

En 1966, cuando vivíamos con mi esposa en Madrid porque yo estudiaba en la Universidad Complutense, la Sra. de Agüero nos pidió ayuda  porque quería enviar a dos de sus hijos a vivir con una tía en los Estados Unidos. Muchos cubanos en esa época salían de Cuba rumbo a España para después irse a otros lugares. Así que durante tres meses tuvimos a una hija y un hijo de la familia Agüero como huéspedes en nuestro apartamento en Madrid.

Durante las décadas de 1960 y 1970 Fidel llegó a ser una figura simbólica para la izquierda latinoamericana, porque se había atrevido a enfrentarse a los Estados Unidos con la presencia de bases militares rusas a 145 kilómetros de Miami. La declaración de sus convicciones marxistas y leninistas la hizo Fidel después de haber llegado al poder con un programa que se podría describir como socialista.

En el marxismo basaba Fidel la implantación de un régimen político autoritario. Pero su popularidad en el mundo universitario era notable y muchos jóvenes se hicieron militantes revolucionarios como único camino de luchas contra los problemas sociales y políticos de los países latinoamericanos. Quienes trabajábamos como evangelistas y discipuladores en las universidades tuvimos que aprender a presentar el Evangelio en un ambiente así, y fuimos desarrollando lo que ha llegado a ser la Misión Integral.

Aunque muchos pastores y líderes evangélicos no concordaban con el autoritarismo del régimen castrista y su maltrato a los opositores, decidieron permanecer en Cuba y seguir ejerciendo sus ministerios aun dentro de las limitaciones impuestas por una sociedad comunista.

Había también pastores y teólogos identificados completamente con el régimen y que hacían propaganda del mismo en el exterior. Al final de la década de 1970 el régimen permitió a algunos evangélicos independientes viajar a cursos y eventos en el exterior y regresar al país.

La distribución de Biblias y de libros evangélicos estaba restringida, y en los medios de comunicación no había libertad de expresión. Pero al igual que en regímenes totalitarios de derechas como los de República Dominicana o Chile durante el régimen de Pinochet, las iglesias pudieron seguir con su ministerio siempre que no criticaran al gobierno.

Con el correr del tiempo creo que Fidel llegó a ser como otros caudillos típicos latinoamericanos: autoritario, intolerante, obsesivo con la propia seguridad. También es importante recordar que sus enemigos políticos desde el exterior conspiraron repetidamente sin éxito, de muchas maneras, para derrocarlo y deshacerse de él. Los atentados contra su vida fueron muchos y el bloqueo impuesto por los Estados Unidos condicionó seriamente las posibilidades de que las reformas de Fidel mostrasen un efecto social transformador.

Cuando visité Cuba en 1983 tuve que hacerlo invitado por una entidad oficial evangélica reconocida por el régimen. A mí personalmente en la Aduana en La Habana me decomisaron varios libros cristianos que llevaba conmigo y sólo me dejaron entrar una Biblia. En 1983 pude conversar en privado con mi amigo el evangelista González Peña, quien estuvo preso por cinco años por negarse a usar su cargo y su influencia al servicio del régimen. Él decidió no salir del país sino seguir sirviendo a su pueblo bautista, aun en medio de limitaciones, hasta su fallecimiento.

Lo que me impresionó en esta visita fue que se observaba en la calle una pobreza generalizada pero no había esos contrastes de miseria y opulencia típicos de las grandes ciudades latinoamericanas. Tampoco había grandes anuncios comerciales en las calles pero sí los carteles inmensos exhortando al trabajo y a conseguir metas en la cosecha del azúcar.

En nuestras reuniones evangélicas sabíamos que siempre había observadores e informantes, muchos de ellos voluntarios, que servían al gobierno observando y reportando el contenido de la predicación y la enseñanza. El historiador y periodista exilado Marcos Antonio Ramos ha escrito un Panorama del Protestantismo en Cuba (Caribe 1986).

Es famosa la frase de la autodefensa de Fidel luego del juicio por su primera intentona revolucionaria: “Condenadme, señores jueces, la historia me absolverá”. Todavía no disponemos de todos los datos y la perspectiva para conocer a fondo su historia. 

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