Ceñida de humildad

Las acciones del Maestro han de ser imitadas por nosotros discípulos contemporáneos. Él nos ha dejado multitud de enseñanzas que poder poner en práctica.

14 DE NOVIEMBRE DE 2016 · 10:27

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Cada palabra, cada gesto de Jesús, torna las situaciones más prosaicas ofreciéndoles un esplendor que nadie jamás ha logrado otorgar a la trivialidad.

Él tiene entre otras, la cualidad de transformar lo más nimio en un evento colmado de exultante belleza.

Me detengo ante una escena, un suceso que no por ser conocido resulta consabido y corriente, contrariamente sigue pareciéndome hermoso, extraordinario y desbordado de enseñanzas. He vuelto a releer con avidez ese pasaje en el que Jesús, ceñido de humildad, lava los pies a sus discípulos. Pies sucios, cansados de caminar de aquí para allá, pies maltrechos, envejecidos por el uso indebido de un mal calzado. Pies necesitados de un fresco y agradable trato.

Enredada en los avatares diarios a menudo olvido que he de ceñirme una toalla de fraternidad e inclinarme con humildad para lavar pies. Situarme en el lugar preciso para poder darme cuenta quien soy y cual es mi deber.

No siempre resulta agradable andar metidos en faenas un tanto fragosas que nos obligan a salir de nuestra piel y meternos; pidiendo el debido permiso, en las pieles de otros. Mirar a nuestro alrededor en busca de pies sucios, lastimados, doloridos que necesitan que nos inclinemos ante ellos y les demos el bálsamo deseado.

Cuando no entendemos el porqué de los propósitos de Dios, el sinsentido de su plan en nuestras vidas, hemos de abrir los ojos acercándonos a Él para comprender que siempre tiene la respuesta adecuada, la palabra idónea para esculpir en nuestras almas ese sendero que nos conduce al sosiego, a encontrarnos a nosotros mismos en los ojos de los demás.

Las acciones del Maestro han de ser imitadas por nosotros discípulos contemporáneos. Él nos ha dejado multitud de enseñanzas que poder poner en práctica. Si somos capaces de ejercitar alguna de ellas conseguiremos ser un poco parecidos a Jesús, siervos fieles que han aprendido que lavar pies es a veces la mejor manera de recibir bendición.

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