¡Libre!

El hombre que cree que sin Dios puede ser libre, está razonando de la misma manera que el que se lanza desde un rascacielos al vacío después de convencerse a sí mismo que la ley de la gravedad no existe.

17 DE MARZO DE 2017 · 16:33

Foto: Pixabay.,
Foto: Pixabay.

Hasta hoy es la prórroga más famosa de toda la historia de los mundiales de fútbol. Durante las semifinales del campeonato celebrado en México en 1970, Alemania e Italia lucharon de manera extraordinaria durante los treinta minutos para decidir quién acompañaría a Brasil en la final. El partido había terminado con empate a un gol, y la secuencia de los goles de la prórroga fue: Muller, 1-2 en el 95, Burgnich 2-2 en el 98, Riva 3-2 en el 104; Muller 3-3 en el 110 y Rivera 4-3 en el 111 para sellar la clasificación italiana. Más tarde se supo que en una cárcel mexicana 23 presos se fugaron porque todos los vigilantes estaban viendo el partido por televisión. Ganaron su libertad por un pequeño despiste. 

Libertad, el sueño anhelado por todos desde que nacemos. Muchos han dado su vida por ella, y de hecho disfrutamos de libertades individuales debido al gran precio que otros pagaron. La libertad es uno de los bienes más importantes para todos. 

El problema es que vivir en libertad y poder tomar decisiones no es la panacea para todo lo que nos sucede. Incluso viviendo en un país libre, seguimos sintiéndonos frustrados muchas veces. Siempre nos encontramos condicionados por alguna circunstancia o alguna persona. Es imposible disfrutar de una libertad total. Por poner un ejemplo muy simple, si en estos días estás pensando en ir de vacaciones a algún lugar, siempre estarás limitado por el dinero que tienes, las posibilidades de viajar, la ocupación del lugar… y en último caso, la salud, porque aunque puedas ir adonde quieras, nadie puede librarte de cualquier pequeño virus el día antes de salir. (¡Es solo un ejemplo, no te preocupes por eso y disfruta! ¿Vale?). 

No podemos tomar las decisiones que queremos porque estamos limitados. Nuestros límites son físicos, sociales, morales y espirituales. No podemos romper los límites físicos porque sabemos que nuestro cuerpo va a pagarlo. Tampoco los sociales, porque existen leyes que limitan la libertad de cada uno, para que todos puedan alcanzar el mismo grado de libertad. Tampoco podemos sobrepasar los límites morales aunque muchos lo intentan. ¡Las consecuencias siempre caen sobre nosotros, aunque no lo creamos! 

Si rechazamos a Dios, nuestra vida espiritual se muere. Algunos piensan que lejos de él nadie podrá pedirle cuentas de lo que está haciendo, y eso es un error. Piensan en Dios solo en términos de un supuesto policía cósmico, perdiendo al Creador como la fuente de la vida y la libertad. El hombre que cree que sin Dios puede ser libre, está razonando de la misma manera que el que se lanza desde un rascacielos al vacío después de convencerse a sí mismo que la ley de la gravedad no existe. Negar Dios jamás implica que él desaparezca

«Si el Hijo os hace libres, seréis realmente libres» (Juan 8:36), dijo el Señor Jesús. Él ofrece una libertad absoluta, total. Comienza desde lo espiritual y recorre cada rincón de nuestra vida. Es la libertad que vence al miedo, la inseguridad, el dolor o la esclavitud interior y exterior. Es la libertad real, porque está íntimamente ligada a una vida que no tiene fin. 

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Con otro ritmo - ¡Libre!