Familias felices

En la familia es donde crece y se forma la persona, donde se ponen las bases de sus relaciones futuras y sus creencias, y todo eso está herido y sangrando por algún lado.

15 DE AGOSTO DE 2016 · 12:00

,corazón arena, amor playa

Esposas, someteos a vuestros esposos, como conviene en el Señor.

Esposos, amad a vuestras esposas y no seáis duros con ellas.

Colosenses 3:18-19

 

El texto que toca esta semana es de los que levantan polvaredas a su paso; y, si soy sincera, no me apetece mucho hablar de esto.

Por varias razones. La primera, porque no me gusta nada, ni creo que sea correcta, esa interpretación del pasaje tan corriente últimamente que le sirve a algunos para imponer un modelo de familia «bíblico» que, en realidad, esconde un modelo cultural que a ellos les resulta familiar y nada más. En segundo lugar, porque todo el debate se centra, injustamente, en el v. 18, como si todo lo demás no importase nada. Como si no fuese hermoso e importante que se inste a los hombres a esforzarse por amar a sus mujeres por encima del deber y la responsabilidad. Y, tercero, no me apetece hablar de este tema porque hay mucha gente, muchísima, a la que no le interesa hablar de este tema, sino reafirmar sus ideas (débiles por definición si necesitan ser reafirmadas constantemente) y poner sus argumentos encima de la mesa e imponérselos al que se le cruce por delante. No creo que esa gente quiera dialogar ni discutir, y no tengo intención de esforzarme en ello.

Pero aquí estamos.

Lo primero que me llama la atención es la economía de las palabras de Pablo cuando llega a este punto de la carta. Está a punto de encarar los saludos finales. La prosa de Pablo es enorme, específica y barroca. Sin embargo, los versículos 18 al 21 son de una brevedad y de una concisión interesantes.

En su Comentario del contexto cultural de la Biblia, Craig S. Keener apunta en la dirección no de lo que Pablo dice, sino en lo que no dice.

En la literatura de la época era muy común exhortar a las mujeres a obedecer a sus maridos; sin embargo, es curioso, señala Keener, cómo Pablo se esfuerza, tanto en Colosenses como en su carta hermana de Efesios, por usar un término dentro del mismo contexto semántico pero ligeramente menos intenso. Someter no es lo mismo que obedecer, y la diferencia es la clave.

De hecho, en todas las cartas de Pablo, cuando él exhorta a las mujeres a someterse a los maridos, es una cuestión bien sencilla de entender. Sé que a muchos no les gustará oír esto, pero la verdad es que Pablo está diciendo una rotunda verdad: lo más conveniente, lo que más honraba al Señor, era que las mujeres casadas se sometiesen a sus maridos, como dictaba la ley.

La mujer mediterránea de la época no era libre; los únicos libres eran los varones mayores de edad, siempre que no fueran esclavos. Las mujeres pertenecían a la familia del padre hasta que se casaban y pasaban a formar parte de la familia del marido. Su integridad social y jurídica pertenecía a su varón más próximo. Era algo tan obvio como decir hoy que es obligatorio en España tener un DNI que nos identifique.

Pero, como siempre, lo importante no es lo que dice, sino el contexto, por qué lo dice. ¿Por qué tiene la necesidad Pablo, en muchas de sus cartas, de resaltar de una manera u otra que no merecía la pena ni honraba al Señor dinamitar los valores básicos de la familia mediterránea del siglo I d. C.?

Principalmente porque las enseñanzas de Jesucristo que se predicaban en las iglesias habían desmoronado las bases sobre las que se asentaba todo ese sistema. A diferencia de la opinión de muchos rabís judíos, y a diferencia de los filósofos griegos (Aristóteles opinaba que la mujer era un hombre incompleto), se había restituido el valor y la dignidad humana de cada ser humano, que no solo había sido creado a imagen y semejanza de Dios en sus orígenes, sino que ahora, por medio de Cristo, había sido restaurado en esa imagen. Hombre o mujer, esclavo o libre, griego o judío. Daba igual: “Cristo es todo y está en todos”, dice en 3:11, un poco antes.

Dentro de la vida de la iglesia esa igualdad era notable e innegable, y cuando más se ahondaba en ella, más tenía que resaltar Pablo lo obvio: aunque esa igualdad existiese de hecho dentro de la vida de la iglesia, las leyes seguían dictando que la mujer pertenecía legalmente al marido y eso había que respetarlo. Y era bueno respetarlo. No existían derechos civiles ni policía; el marido responsable de su esposa era la única garantía para su seguridad y la de sus hijos.

Creo que todos los que hoy en día toman este versículo para asegurar que existe una jerarquía “espiritual” o de cualquier otra clase dentro de la familia sin tomar en cuenta el detalle de que se está hablando de una realidad social de hace más de dos mil años en una cultura que no era la nuestra, yerran el blanco.

Y puedo decir esto porque, como todo, hay que seguir leyendo el texto para entenderlo plenamente. En este pasaje hay un consejo breve, de un versículo cada uno, para hombres y mujeres, padres e hijos, respectivamente; después hay cinco versículos que hablan de la condición del esclavo y del amo.

Esos cinco versículos siguen teniendo su valiosa enseñanza para el día de hoy: la integridad del corazón es más valiosa que cualquier clase de trabajo; por respeto al Señor no debemos fingir entusiasmo; debemos realizar nuestro trabajo como si estuviéramos directamente bajo órdenes del Señor, sirviendo a Cristo mismo; hay una recompensa por el esfuerzo sincero, igual que hay un pago por el mal que se realiza conscientemente; los que están al mando deben ser justos y equitativos.

Sin embargo, hoy en día no podemos aplicar esos principios a la relación entre el esclavo y su amo, sino a otros contextos similares. En muchos pasajes de la Biblia se deja la puerta abierta para la abolición de la esclavitud, y eso finalmente se pudo llevar a cabo en el siglo XIX. Hoy vivimos en un contexto completamente diferente, y no nos hacemos a la idea de hasta dónde nos afecta esa diferencia.

Del mismo modo ocurre con la situación específica de la mujer. El concepto de fondo es realmente hermoso, pero hay un peligro real en pretender que está imponiendo una norma, una forma, una imposición “literal” de un texto bíblico sin su contexto, para un modelo de familia bíblico, como requisito para que una familia pueda ser feliz. La verdad es que no, estos versículos no hablan de eso.

Cualquier cosa que diga a este respecto es susceptible de ser malinterpretada porque existe una cuestión de fondo que lo embarra todo: estamos dolidos con las familias. Estamos dolidos con nuestras relaciones personales.

En esta sociedad en la que vivimos el concepto de familia ha mutado (junto con todo lo demás), pero la diferencia es que este es uno de los que puede llevarse por delante la salud mental de toda una población.

En las familias es donde crecen y se forman las personas, donde se ponen las bases de sus relaciones futuras y de sus creencias, y todo eso está herido y sangrando por algún lado. En el mundo en el que yo he crecido he conocido a muchos hijos que vivían con sus abuelas mientras sus madres solteras se dedicaban a vivir su vida; he conocido a demasiados padres ausentes a los que los hijos adolescentes apenas ven; he conocido a chicas que se lanzan al cuello del primero que les dice algo bonito debido a que nunca han tenido cerca una figura paterna. He conocido a familias desestructuradas y profundamente tóxicas que por fuera tenían una apariencia de total normalidad. He conocido a mujeres que seguían casadas con maridos a los que despreciaban pública y privadamente, y a maridos con una cohorte de novias interminable. He conocido a hijos completamente ignorados delante de una videoconsola mientras sus padres intentaban recomponer los pedazos de su vida. He conocido a madres que tenían a sus hijos a miles de kilómetros de distancia para poder darles de comer. También a divorciados que seguían enamorados de la esposa o el marido que les rechazó y les abandonó de la noche a la mañana.

Y en medio de todo eso quiero dejar de pelearme con estos versículos. La relación entre el hombre y la mujer se debe basar en algo más que en sumisión y amor, y eso lo sabemos todos, en especial los que estamos casados; pero es un buen punto de partida comenzar por el respeto mutuo y por poner esa relación en un lugar de honor en la vida de cada uno

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Amor y contexto - Familias felices