Marilyn Monroe y los espías

El envidioso es de tal manera que no se indigesta con lo que come, sino con lo que ve comer.

20 DE SEPTIEMBRE DE 2012 · 22:00

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Muchas personas tuvieron una relativa amistad con Marilyn Monroe, incluso algunos llegaron a estar con ella en su propia casa. Lo que se descubrió un día, es que ella tenía anotado en su teléfono un número falso, para que nadie supiese su número real, aunque estuviesen en su casa. Los que veían el número y lo anotaban sin que ella lo supiera, para más tarde llamarla, ¡se encontraban la desagradable sorpresa de estar hablando con el depósito de cadáveres de la ciudad! La verdad es que era una manera original de quitarse de encima a desagradables, pesados o envidiosos. La envidia es una cualidad que muy pocos admiten tener como compañera. La verdad es que es una de las sensaciones que más pueden destruir a alguien, porque el envidioso es de tal manera que, como dice el refrán, no se indigesta con lo que come, sino con lo que ve comer. Cualquier cosa que la persona envidiada hace, tiene o recibe pasa a ser un motivo de frustración para el que lo ve, hasta tal punto que la vida puede llegar a convertirse en un pequeño infierno. Si no tienes cuidado, la envidia puede llegar a destruirte a ti, y destruir a los demás. Y en cierto modo, no importa si envidias a un amigo o a un enemigo. Los celos son tan crueles que te enseñan lo que no existe y te hacen ver lo que nunca ha ocurrido. Es como si dejaras de vivir, porque todo lo bueno que puedas encontrar está oculto completamente bajo las sombras de la envidia. Incluso todo lo que la otra persona puede hacer por ti desaparece ante la brillante amargura de tus propios pensamientos. Lo único que existe es lo que tú crees que existe: mejor dicho, lo que tu envidia te dicta que existe. Porque el envidioso se vuelve esclavo de sus propios pensamientos. Vive sin vivir. Es capaz de abandonarlo todo para dedicarse a destruir al otro. No encuentra mayor satisfacción que el mal ajeno. Disfruta con las penalidades del que es bueno. Y a veces, el envidiado, ni sabe lo que está ocurriendo, y vive feliz más allá de las nubes de la ofensa. Si no dejas de envidiar, la vida misma se hace imposible. Nada satisface, y nada te hace feliz. Ni siquiera la destrucción del otro. No merece la pena empezar el proceso. No es de gente inteligente envidiar a nadie. Sólo empezamos a tener paz cuando aprendemos a admirar a otros. No tengas dudas, el envidioso siempre muere, los que permanecen en el corazón de las personas son aquellos a quienes admiran.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Con otro ritmo - Marilyn Monroe y los espías