¿Era necesaria la campaña electoral?

Lejos de funcionar como elemento para convencer al votante del partido rival, las campañas sólo resultan eficaces en el sentido de la movilización electoral.

24 DE JUNIO DE 2016 · 20:15

Acto de campaña de Unidos Podemos, en Sevilla.,unidos podemos sevilla
Acto de campaña de Unidos Podemos, en Sevilla.

¿Para qué sirven las campañas electorales? ¿Realmente son eficaces en su intención de convencer al electorado? A efectos prácticos, ¿funcionan como elemento determinante de la volatilidad del voto, o simplemente como plataforma para proyectar la imagen del candidato? En cada cita electoral, los partidos políticos afrontan multitud de gastos en carteles, mítines y panfletos durante los quince días previos a las elecciones. En el contexto en que se presenta la actual repetición de las elecciones, fruto de la incapacidad para establecer un pacto de gobierno con suficiente apoyo parlamentario, varios han sido los partidos que han planteado la necesidad de ahorrar en la actual campaña. No es de extrañar que los principales valedores de esta idea hayan sido, principalmente, los politólogos que lideran uno de los partidos con opciones de gobernar.

La ciencia política ha estudiado con bastante profundidad el efecto que producen las campañas electorales. Pese a la diversidad de resultados, se puede extraer una idea bastante clara de la inmensa mayoría de estudios hechos hasta ahora: las campañas electorales, lejos de funcionar de forma efectiva como elemento para convencer al votante del partido rival para que vote al mío, sólo resultan eficaces en el sentido de la movilización electoral. Pese al tremendo gasto de recursos económicos, humanos y de tiempo que conlleva la preparación y ejecución de una campaña electoral, la evidencia empírica nos demuestra que el impacto que producen en la volatilidad del voto (el cambio de votar al partido A para votar al partido B) es mínimo, y que sólo funcionan para llamar al electorado propio, al que ya tiene una afinidad con el partido, a que vaya a votar y no se abstenga. Pese a todo, ningún partido puede (o debe) renunciar a bombardear de imágenes y mensajes para promocionar a su candidato, ya que el partido rival siempre hará exactamente lo mismo. Los partidos establecen su plan de acción, más por la necesidad de evitar que sus rivales monopolicen el bombardeo de imágenes al electorado que por tratar de convencer a un electorado indeciso. En este sentido, sin duda las nuevas redes sociales, especialmente Twitter, parecen ofrecer una plataforma tremendamente eficaz para las nuevas candidaturas que han entrado en el sistema de partidos español, más aún por el perfil promedio de sus votantes (más jóvenes, más conectados a través de estos nuevos medios de comunicación). Y todo esto, prácticamente gratis.

Por ahora, lo que la ciencia política nos ha podido revelar es que la volatilidad del voto tiende a estar más afectada por la labor de gobierno y sus consecuencias económicas para el votante (en el caso del candidato o partido que opta a la reelección) y por los mensajes continuos de alternativas, propuestas y mensajes lanzados desde la oposición a través, especialmente, de debates parlamentarios, participación en tertulias televisivas y mensajes difundidos por las redes.

Entonces, ¿es necesaria la campaña electoral? Pese a todo, sí. Y, si no lo es, luchemos por conseguir que se convierta en un instrumento útil: comprometámonos a conocer las propuestas de cada partido, contrastémoslas con nuestros propios valores, nuestra propia cosmovisión, nuestra propia utopía para nuestra sociedad, y ejerzamos nuestro voto de forma responsable y convencida. Pero, sobre todo, hagamos una labor constante de control de nuestros representantes durante su mandato, y hagamos que la campaña se convierta en un compromiso vinculante con la ciudadanía, y no en una mera proyección de imágenes y discursos. Votemos sabiamente.

 

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