Arthur Ashe: el otro SIDA, en la pìel

Desgraciadamente, todos podemos caer en el favoritismo, en el rechazo a otros y en la discriminación de los más débiles.

17 DE MAYO DE 2012 · 22:00

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Arthur Ashe fue el primer tenista de raza negra que consiguió alcanzar los primeros lugares del ranking y ganar muchos torneos. Una vez retirado, y debido a una operación a la que fue sometido, fue infectado de sida en una transfusión de sangre, cuando todavía en los hospitales no se tomaban precauciones porque se desconocía el alcance de la enfermedad. Poco tiempo después falleció. En una de sus últimas entrevistas reconocía: “Muy doloroso es saber que tengo este horrible mal, pero mucho más lo ha sido el rechazo que he soportado toda mi vida por el color de mi piel” Dios nos hizo a todos los seres humanos a su imagen y semejanza. El nos creó a todos y nos ama a todos, tanto que envió a su propio Hijo para morir en nuestro lugar. Para Él todos tenemos el mismo valor. Nosotros inventamos las discriminaciones. Dios sigue amando a toda la humanidad. Su imagen permanece en todos los seres humanos, sean quienes sean y estén donde estén. Todas las personas siguen teniendo la misma dignidad, porque Dios se la da. Hasta el mayor asesino tiene en su corazón una mínima parte de la imagen de Dios. Cualquier terrorista al que consideramos "odioso", ama a sus hijos, o a sus amigos, o a alguien, o a algo. Ese amor lo ha puesto Dios en su corazón. Ese amor es el pequeño resquicio que le queda para reconocer que Dios le creó. Jamás podemos hacer discriminaciones entre personas debido a su raza, su conocimiento, su posición social, su belleza, o cualquier otra razón que podamos inventar. Jamás debemos rechazar a nadie. Nadie es más importante que otro por lo que tenga o el lugar poderoso al que haya llegado. Nadie puede sentirse merecedor de nada porque crea que es mejor que otra persona. "Hermanos míos, no tengáis vuestra fe en nuestro glorioso Señor Jesucristo con una actitud de favoritismo. Porque si en vuestra congregación entra un hombre con anillo de oro y vestido de ropa lujosa, y también entra un pobre con ropa sucia, y dais atención especial al que lleva la ropa lujosa, y decís: Tú siéntate aquí, en un buen lugar; y al pobre decís: Tú estate allí de pie, o siéntate junto a mi estrado; ¿no habéis hecho distinciones entre vosotros mismos, y habéis venido a ser jueces con malos pensamientos? Hermanos míos amados, escuchad: ¿No escogió Dios a los pobres de este mundo para ser ricos en fe y herederos del reino que El prometió a los que le aman? Pero vosotros habéis menospreciado al pobre. ¿No son los ricos los que os oprimen y personalmente os arrastran a los tribunales?" (Santiago 2:1-6) Las palabras de Santiago son tan claras, que es imposible explicarlas mejor. Somos un peligro. Desgraciadamente, todos podemos caer en el favoritismo, en el rechazo a otros y en la discriminación de los más débiles. Necesitamos tener los ojos bien abiertos y vigilar nuestro comportamiento; comprender el carácter de Dios, que ama y trata a todos por igual, que nos hizo a todos diferentes para que aprendiésemos a amarnos unos a otros. Sin condiciones. No lo olvides: si estás discriminando a alguien por cualquier razón, lo estás haciendo en contra de la voluntad de Dios. Atente a las consecuencias.

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