Palabra de honor

Vamos a ser claros: El honor, se tiene o no se tiene. No se puede aparentar.

19 DE ABRIL DE 2012 · 22:00

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"La fuerza del honor" es una película dirigida e interpretada por Alex Hendrick. Narra la historia de dos policías luchando en situaciones difíciles, y enfrentando junto con sus amigos el reto más grande de sus vidas: ser padres. Está realizada por el mismo equipo que llevó a cabo la conocida "Prueba de fuego" y realmente merece la pena verla, en primer lugar, porque son muy pocas las películas que tratan sobre el honor. Honor. A muchas personas, incluso les parece una palabra "rara". Ya casi nadie habla sobre ello. No sólo es difícil definirlo, creo que muchos ni siquiera pueden comprender de qué estamos hablando. La cultura de nuestro llamado "primer mundo" se aleja a pasos agigantados de todo lo que tiene que ver con fidelidad, compromiso, lealtad e incluso amistad. El honor no tiene lugar en nuestra vida, porque nos hace perder muchas oportunidades, nos aleja de situaciones en las que la ganancia sería fácil y rápida; y además, despierta en nuestra conciencia sensaciones y sensibilidades que no nos sirven en absoluto para triunfar en la sociedad de consumo. Si alguien sabe que somos personas honradas, puede usarlo en nuestra contra, y eso es peligroso. Como mucho, algunos aparentan tener honor, si ven que ese hecho les va a ayudar a alcanzar sus metas y sus sueños. No les importa pasar por encima de quien sea con tal de llegar a dónde quieren llegar. Y no importa si estamos hablando de negocios, de amistad, de asuntos familiares, o ¡Incluso de objetivos espirituales! Si no me crees, fíjate en las decisiones que tomamos y cómo las llevamos a cabo. Hace años, nuestros padres sellaban un trato con un sencillo apretón de manos y eso era ley. Las dos partes asumían el honor de la otra persona. Hoy cuando se firma cualquier negocio, hay que pagar cantidades impresionantes a abogados para que estudien a fondo la letra pequeña de ese contrato, porque incluso lo que uno ha firmado puede llegar a no servir para nada. Todos asumen el deshonor de la otra persona. Vamos a ser claros: El honor, se tiene o no se tiene. No se puede aparentar. El honor tiene que ver con nuestra palabra y nuestro corazón. El honor es la base de la confianza y la amistad. Puedes creer que tienes cientos de amigos si todo va bien, pero sólo conoces a los que realmente son tus amigos cuando está en juego el honor. Sólo eres un amigo "como Dios manda" cuando estás dispuesto a perderlo todo, antes que la amistad. Muchos sufren cuando son traicionados, y es normal, porque todos somos de carne y hueso. Incluso la gran mayoría de los escritores de los salmos, en la Biblia, hablan sobre la traición; el daño que quieren que les acontezca a los enemigos, y las situaciones que no entiendes de la vida. Es curioso que la reacción de los salmistas es casi siempre la misma que la nuestra: Le pedimos a Dios que actúe, castigando a los que nos hacen daño y nos traicionan... pero jamás pensamos que nosotros también podemos estar fallando a otros. Tuvo que venir el Hijo del hombre para enseñarnos a verlo todo de otra manera: la única correcta. El honor se tiene y se vive, y punto. Una persona de honor jamás es derrotada. El que se equivoca siempre es el que traiciona, aunque aparentemente parezca ser alguien "inteligente" que ha ganado una batalla. Todos olvidamos a menudo que el que traiciona jamás conoce el honor. El verdadero amigo no ve la traición, porque siempre espera lo mejor del otro ¡Incluso siendo traicionado! El héroe de la humanidad no es Judas, sino Jesús, aunque muchos se empeñen en imitar más al primero. Hasta el último momento de la traición, Jesús extendió a su "amigo" un puente de plata para que renunciase a su traición, pero éste no quiso. De eso se trata el honor, de hacer lo correcto, de no preocuparse por lo que las circunstancias u otras personas puedan hacernos. De luchar por la amistad, aunque quién nos traicione sea uno de nuestros mejores amigos. Porque el honor vive también del perdón, aunque normalmente el que traiciona jamás pueda llegar a entenderlo. Es una ley psicológica casi inapelable que siempre se termina odiando a quién se ha ofendido. Dios es digno de honor y de honra, en primer lugar porque pasa por alto nuestras traiciones y nuestras debilidades, y lo que quiere es volver a recuperarnos. Sabe que el precio del perdón es infinito, pero no le importa pagarlo porque desprecia una y otra vez las consecuencias lógicas de nuestra culpabilidad y sale a buscar a quién se ha perdido. Lo "abandona" todo para encontrar al que está lejos. Hace una fiesta cuando volvemos a Él, y no deja de abrazarnos para que sepamos que nuestra traición está olvidada. Está fuera de toda lógica comprender cómo sigue habiendo personas que se resisten a amar a un Dios así. El honor de Dios es seguir amando y mantener su Palabra, aún cuando muchos le desprecien, a Él y a sus promesas. Ese mismo honor puede "verse" en nuestras vidas, aunque sea a una pequeña escala. Beethoven dijo un día que ni aún por un trono merecía la pena traicionar a la verdad y la fidelidad... ¡Qué pena que haya tan pocos que piensen lo mismo! Somos mucho más parecidos a quien lo regaló todo por un plato de lentejas. Quienes viven sin honor y buscan en primer lugar el poder y el dinero, no es que dejen de ser honrados, ¡Es que nunca lo han sido! No debemos engañarnos. Son las personas de honor las que realmente saben vivir. Los que triunfan en lo más trascendental: la Vida con mayúsculas. Cuando estemos en la presencia de Dios, llevaremos una de las mayores sorpresas de nuestra vida, al estar delante de aquellos a quienes Dios honra. No serán los que acaparan los medios de comunicación, ni los que tienen más seguidores en las redes sociales, ni los que han acaparado más poder o dinero, sino mujeres y hombres de honor. En muchos casos desconocidos para casi todos, pero la Biblia dice que "Dios no se avergüenza de ser su Dios, porque el mundo NO es digno de ellos" (Cf. Hebreos 11)

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Con otro ritmo - Palabra de honor