La motivación correcta

Nunca nos debe preocupar lo que nuestros enemigos digan, sean quienes sean, no importan sus nombres.

27 DE MAYO DE 2016 · 09:00

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Momentos antes de la final de la Copa de Europa de fútbol disputada entre la Roma y el Liverpool, celebrada en el estadio olímpico de Roma (1984), Joe Fagan, el entrenador de los ingleses se reunió en la caseta con los suyos y les dijo que no sabía cómo pronunciar los nombres de los jugadores rivales, así que no iba a hablarles de ellos.

"Pónganse la camiseta", dijo "y tráiganla al final del partido empapada de sudor...  eso sí, no olviden traer también la copa”. A pesar de jugar en el estadio del “enemigo”, el Liverpool fue el campeón.

Cuando hacemos algo para Dios, Él sólo nos pide una condición: que lo hagamos con todo el corazón para Él.

No importan los nombres o los apellidos. No es tan importante a quién ayudamos, o lo que el enemigo quiera hacer, lo realmente trascendental es nuestro corazón y nuestra obediencia al Señor.

Muchas veces vivimos preocupados por lo que piensen o hagan esos dos tipos de personas: nuestros amigos o nuestros enemigos.

Unos nos influyen indirectamente, porque solemos hacer caso de lo que nos dicen; los otros indirecamente porque en muchas ocasiones les tenemos “miedo”. Nos influye demasiado el "qué dirán", "qué pensarán los demás", "¿les parecerá bien o no?" y otras cosas parecidas, sin darnos cuenta de que todo eso no tiene ningún valor delante de un corazón limpio.

Si lo que hacemos, lo hacemos bien, “como para el Señor" ¡nadie tiene derecho a juzgarnos!

Nunca nos debe preocupar lo que nuestros enemigos digan, sean quienes sean, no importan sus nombres.

Dios es el que da la victoria siempre. A veces dejamos de hablar del Señor por miedo a lo que digan ¡Esa es la actitud de un perdedor! ¡Vamos a orar al Señor para que nos dé atrevimiento para hablar a otros! ¡Vamos a llenar nuestro corazón de osadía, cuando se trata de compartir el amor de Dios!

Un corazón dispuesto a obedecer a Dios en todas las circunstancias, eso sí merece la pena en la vida.

Es lo que Dios pide de nosotros, que intentemos hacer todo bien y para su gloria, desde lo más sencillo a lo más complicado; que sea de corazón. Que nuestras motivaciones sean limpias, ¡Sin que nos importe lo que demás puedan decir!

"Todo lo que hagáis, hacedlo para el Señor de corazón, y no para los hombres" Colosenses 3:23

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Con otro ritmo - La motivación correcta