¿Está el capitalismo en bancarrota moral?

A los cristianos les cuesta admitir que el capitalismo es uno de los principales propulsores de la descomposición social y moral de las sociedades occidentales.

06 DE ABRIL DE 2016 · 18:20

,capitalismo

Veo en el futuro inmediato una crisis que me inquieta y me hacer temblar por la seguridad de mi país. Se ha exaltado a las corporaciones, luego vendrá una era de corrupción en las altas esferas, y el poder económico de la nación hará lo posible por prolongar su imperio al influir en los prejuicios de la gente, hasta que la riqueza se concentre en unos pocos y la República sea destruida. 

Atribuido a Abraham Lincoln[1] 

Se necesita todo un mundo de políticas nuevas y más firmes, de medidas que fortalezcan nuestras familias y comunidades, que aborden la desintegración del vínculo social y favorezcan la estabilidad por encima de la movilización... 

James Gustav Speth[2] 

Muchos cristianos admiten que el capitalismo se compagina en general con las enseñanzas bíblicas. Su éxito como sistema económico parece justificar la atribución de su origen a la teología cristiana[3]. Esta confianza en el capitalismo como el mejor sistema económico disponible ha implicado que los cristianos no logren admitir que es uno de los principales propulsores de la descomposición social y moral de las sociedades occidentales.

Este artículo -con el que se abre este blog 'Jubileo', dedicado a la publicación de artículos de la revista Cambridge Papers, del Jubilee Centre de Cambridge- destacará cinco deficiencias en los cimientos filosóficos y en las instituciones del capitalismo corporativo, y señalará su impacto devastador en las familias y comunidades, y cómo estas dan lugar al crecimiento de corporaciones gigantes y al poder estatal centralizado. Los cristianos deben buscar urgentemente un nuevo orden económico, basado en la revelación bíblica.

 

¿TIENE RESPUESTAS EL CAPITALISMO?

Los beneficios económicos del capitalismo corporativo son obvios para todos. Paul Collier sugiere que en los últimos treinta años, un millardo de personas ha salido de la pobreza debido a la incorporación de sus economías al sistema de comercio mundial, inspirado en el capitalismo[4]. Muchos en Gran Bretaña disfrutamos de las experiencias que nos ofrecen los viajes en avión, los ordenadores, los iPods y los teléfonos móviles, realidades que son fruto de la eficiencia de las empresas capitalistas. Cuando alguien cercano a nosotros contrae una enfermedad grave o tiene un accidente, ¿quién no está agradecido por los fármacos y la tecnología modernos que, una vez más, son producto de las megacorporaciones? 

En cuanto a beneficios políticos, en muchos países el capitalismo ha llevado al reemplazo de las aristocracias feudales por las meritocracias, y podría decirse que existe un vínculo estrecho entre el capitalismo y la democracia. Como sugiere Novak: “la democracia como sistema político es compatible en la práctica solamente con una economía de mercado”[5].

Por supuesto, el capitalismo no es la única forma de economía de mercado imaginable, pero es la única con la que la mayor parte de la gente está familiarizada. Para muchos, la vida diaria en una sociedad capitalista es sumamente deseable, y millones de personas de naciones previamente comunistas sueñan con alcanzarla. 

A pesar de que hay mucha preocupación en las actividades de la corporación moderna, sobre todo en cuanto a la explotación de la mano de obra y al impacto sobre el medio ambiente, sus críticos pueden caer en la exageración.

Algunas corporaciones grandes cuidan de sus empleados, proveen formación y avance profesional sin distinción de sexo, clase o raza. Fomentan el civismo, aportan generosamente a instituciones benéficas y, cada vez más, están adoptando medidas de protección del medio ambiente, todo ello en nombre de la responsabilidad social corporativa.

Por otro lado, se ha afirmado que el capitalismo se basa, en gran medida, en los valores cristianos. Según sus primeros proponentes como Adam Smith, el capitalismo tiene en cuenta la condición pecadora del corazón humano. Así que, en vez de depender del Estado para la asignación de recursos y la fijación de precios, donde la codicia humana puede ser parte activa con demasiada facilidad, los mercados impersonales determinan estos resultados y cada participante del mercado busca su propio interés. La codicia de cada persona queda limitada, de hecho, por la iniciativa de otros, mediante el mecanismo del mercado. Según afirma un pensador izquierdista importante: “El mercado libre continúa siendo, al fin y al cabo, un factor que fomenta la socialización, un medio de conectar a las personas, incluso de crear confraternidad o, en cualquier caso, de reconocimiento mutuo. Por consiguiente, es lo contrario de la corrupción”[6]. De hecho, las enseñanzas bíblicas asumen la existencia de mercados libres para el intercambio de bienes y servicios, siempre y cuando la conducta de los mercados sea justa y equitativa[7] y que los comerciantes no acaparen alimentos en períodos de escasez[8].

Además, para que los seres humanos reflejen plenamente la imagen de su Creador, deben tener la oportunidad de ejercer responsabilidad, de elegir, de experimentar “libertad”. Esta libertad florece solamente donde las decisiones e intercambios económicos no están limitados por poderosos intereses sociales o políticos. De ahí que las enseñanzas bíblicas, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, adviertan contra el poder estatal excesivo[9].

Tradicionalmente, los que están a favor del capitalismo son los que abogan muy enérgicamente por límites en el poder del gobierno central. 

Con la clara evidencia de las ventajas económicas del capitalismo y de sus raíces en una comprensión cristiana del mundo, ¿por qué debería el cristiano cuestionar su legitimidad? Como se indica más adelante, las deficiencias del sistema capitalista surgen, en gran parte, de corporaciones donde fue su principal motor de desarrollo. Por eso es importante separar las deficiencias morales intrínsecas al capitalismo en sí de aquellas que pueden ser atribuidas al capitalismo corporativo, es decir, a la forma jurídica de sus instituciones.

 

El marco teológico 

En vez de apelar a la conciencia de forma general, el enfoque de Cambridge Papers es analizar las cuestiones dentro del marco de la revelación bíblica. Esto permite no sólo una crítica de principios o valores, sino que también provee una escala de medición para evaluar las “instituciones”, que Douglass North ha definido como “las normas, tanto formales como informales, que gobiernan el comportamiento de las organizaciones y los individuos” [10]. 

El punto de partida para la evaluación de las “instituciones” económicas y sociales es el hecho de que Dios es un ser social, cuya prioridad no es el crecimiento económico sino las relaciones adecuadas entre la humanidad y él, y los seres humanos entre sí[11]. Este enfoque relacional es el tema del Antiguo y del Nuevo Testamento. Cuando Jesucristo formula los principios morales fundamentales de “ama a Dios y ama a tu prójimo”[12], está haciendo hincapié en la prioridad de la riqueza relacional por encima de la económica, puesto que el amor es una característica de las relaciones.

Un aspecto más controversial de la metodología que se usa aquí es la derivación de normas morales de las leyes sociales y económicas que gobernaron al Israel del Antiguo Testamento. Aunque estas normas deben entenderse a la luz de las enseñanzas del Nuevo Testamento, e interpretarse cuidadosamente en su contexto histórico, proveen una fuente significativa de reflexión ética bíblica, y explícitamente están avaladas por las enseñanzas de Jesucristo[13], y posteriormente por el apóstol Pablo[14]. El Cristo resucitado es Señor de todo lo que existe y esto incluye cada aspecto de la vida humana[15]. Al reflexionar en la manera que las leyes sociales y económicas de las Escrituras hebreas expresan el carácter relacional de Dios, los cristianos hoy pueden aprender qué principios deben gobernar el sistema económico y financiero contemporáneo y, de este modo, lo que el señorío de Cristo requeriría para este sistema. El enfoque que se emplea aquí se expone en detalle en el Jubilee Manifesto[16].

 

CINCO DEFICIENCIAS MORALES DEL CAPITALISMO CORPORATIVO

Los puntos según los cuales se puede evaluar la moralidad de un sistema económico se dividen en tres: 

 1.    La moralidad de su filosofía subyacente

 2.    La moralidad de sus “instituciones”

 3.    Los resultados sociales derivados de sus instituciones

El capitalismo establece un marco en el que las personas, y la sociedad en general, toman decisiones que regulan sus actividades empresariales y financieras. Nuestro análisis estudiará sus manifestaciones contemporáneas, entre las que incluiremos la corporación como su motor y principal protagonista, y los gobiernos nacionales y las agencias internacionales que intervienen para establecer muchas de las reglas, de manera que frecuentemente fomentan la economía de escala y el “apalancamiento”. Este artículo se enfocará en el modelo angloamericano como su manifestación más extrema, aunque sus carencias son evidentes, hasta cierto grado, en todas las economías capitalistas.

No es suficiente examinar solamente los resultados de un sistema económico, también es necesario examinar las causas de esos resultados, es decir, la filosofía social y las “instituciones”. Consideraremos una manera importante en la que la filosofía subyacente del capitalismo está en conflicto con la ética bíblica, cuatro maneras en las que las instituciones del capitalismo lo están, y después pasaremos a analizar dos de las consecuencias sociales destructivas de estas cinco deficiencias morales del capitalismo.

 

1. Una visión exclusivamente materialista 

Generalmente se entiende que el capitalismo tiene que ver con la distribución y uso del capital, aunque también tiene “efectos secundarios” sociales muy significativos. El capitalismo se basa, sin vergüenza alguna, en la búsqueda de beneficios empresariales y en el lucro personal: fomenta la idolatría del dinero, al que Jesucristo se refirió como “Mammón”[17]. Los peligros morales del capitalismo corporativo son similares, puesto que el principal motivo de la corporación moderna es el interés personal y materialista del accionista. Adam Smith proporcionó un marco moral para este afán de riqueza al afirmar que la búsqueda del beneficio propio produce, milagrosamente, el beneficio económico colectivo. Pero la búsqueda del lucro propio está muy lejos del enfoque bíblico en el “el amor” [18], que requiere estar orientado hacia los demás. Las compañías consideran a las personas un recurso, o un gasto, en la cuenta de pérdidas y ganancias, carentes de contexto relacional o ambiental. De ahí que se tenga que contener de modo constante al capitalismo para que no destruya el capital humano del que depende para su existencia futura.

Este enfoque en el capital se presta a la idolatría de la riqueza a nivel personal y al crecimiento económico a nivel corporativo y nacional. Invita a Mammón a suplantar a Dios como foco de la lealtad humana y, de esta manera, quebranta el primero y más fundamental y de los Diez Mandamientos[19]. Los accionistas buscan su lucro personal casi sin saber cómo se genera, otro tanto hacen los ejecutivos de alto nivel, mostrando poca consideración a las estructuras salariales en los niveles más bajos de la compañía y, mientras tanto, la publicidad corporativa persuade a los consumidores a buscar su propia satisfacción de diversas maneras. A nivel sistémico, en el sistema capitalista las empresas buscan ampliar el consumo actual más allá de la satisfacción de necesidades, a fin de generar rendimientos supranormales a los proveedores actuales de capital. Intentan crear este consumo adicional mediante la publicidad, la obsolescencia inherente y la expansión de la deuda. Esto no es una “conspiración” maligna sino la forma de operar del sistema. Sin embargo, el resultado es que no solamente socava la búsqueda de realidades espirituales de las personas y causa sufrimiento en muchos hogares de bajos ingresos, sino que crea enormes y crecientes diferencias de ingresos económicos, con consecuencias negativas para la cohesión social. Por ejemplo, los ingresos ajustados a la inflación de la quinta parte mejor pagada de los asalariados de los EE. UU. han aumentado en un 100 por ciento desde 1970, mientras que han caído en un 10 por ciento para el resto[20].

 

2. Recompensa sin responsabilidad 

Los economistas argumentan que los mercados de capital aseguran que el dinero se adjudica a los miembros de la sociedad que pueden pagar más por él, es decir, a aquellos que lo utilizarán más eficientemente y aumentarán la riqueza de la sociedad más rápidamente. Se debe remunerar a los proveedores de capital simplemente por permitir que alguien más use su capital. Sin embargo, Jesucristo parece entender el principio fundamental de las recompensas económicas de modo distinto. En la parábola de los talentos, Jesús pone en la boca del amo que “ganar” dinero mediante interés en un préstamo es “cosechar donde uno no sembró”, cuando se dirige al siervo perezoso y cobarde[21], es decir, como algo contrario a la justicia natural. Los inversionistas que prestan a interés puede que estén asumiendo cierta medida de riesgo, pero no están asumiendo ninguna responsabilidad respecto a cómo o dónde se utiliza el dinero. Por el contrario, Jesucristo parece concentrar su atención en las implicaciones relacionales de cómo se utiliza el dinero. Esto incluye la repercusión que el dinero tiene en la relación de una persona con Dios y con su prójimo[22]. El financiamiento de deudas comúnmente genera distancia relacional en vez de “proximidad”, ya que el prestamista, por lo general, no tiene ningún interés en mantener alguna relación, o incluso un contacto regular, con el prestatario. 

La distancia relacional entre el proveedor y el usuario de capital, creada ahora por el financiamiento de deudas, así como por mucho financiamiento de fondos de inversión, puede verse fácilmente en el funcionamiento de las grandes corporaciones. Los proveedores de capital, por lo general, tienen poca o ninguna participación en la toma de decisiones de la empresa, salvo quizás en casos de insolvencia. La mayoría de inversionistas provee el financiamiento de fondos de inversión a través de un intermediario financiero (por ejemplo, un fondo de pensiones); frecuentemente ni siquiera saben (o no les importa) en qué empresas tienen acciones. Los accionistas individuales rara vez asisten a la junta general anual de la empresa; aun los intermediarios financieros generalmente hacen poco para influir en la política de una empresa, y prefieren “irse” si las cosas salen mal, pues se incurre en menos gastos que si se intenta influenciar en las decisiones de una empresa. La negociación de derivados, de manera similar, no supone responsabilidad alguna por los actos de la empresa objetivo.

Debido a que la compra de acciones a través del mercado de valores no proporciona un capital adicional a la empresa escogida, es difícil distinguirla de una apuesta en las carreras de caballos. La intención del inversionista no es contribuir al crecimiento de la empresa sino conseguir beneficios a corto plazo; los inversionistas no aportan ningún esfuerzo ni talento que contribuya al rendimiento de la empresa. La única manera que la compra de acciones contribuye al rendimiento de una empresa es en el contexto de captación de nuevos capitales y, posiblemente, en casos de absorción de sociedades.

Así como depositar dinero en el banco dio lugar a la advertencia de Jesús de que eso era “cosechar donde uno no sembró”[23], seguramente así sería la mayoría de transacciones de la bolsa de hoy en día. Jesús parece cuestionar la legitimidad de que una persona esté sentada en casa, con los pies en el escritorio, por así decirlo, y se le recompense de igual forma que a una persona que activamente comercia bienes o trabaja todo el día en la fábrica. Así como los revolucionarios estadounidenses se apropiaron del lema: “nada de tributación sin representación”, ¿deberíamos adoptar hoy el lema de “nada de recompensa sin responsabilidad, nada de beneficio sin participación”?

 

3. Responsabilidad limitada de los accionistas 

La corporación, que apenas tenía una función mínima a principios del capitalismo, ahora es el motor principal del crecimiento económico. A mediados del siglo diecinueve, se permitió a las empresas constituirse en personas jurídicas, separadamente de sus accionistas; poseen sus propios bienes y tienen muchos de los derechos y privilegios de una “persona” individual. Si se registran como sociedades de responsabilidad limitada, sus accionistas no son responsables más allá del importe del capital suscrito o desembolsado por sus acciones.

Limitar la responsabilidad es contrario a la enseñanza bíblica porque, con carácter excepcional en el Derecho contractual, permite que las deudas queden impagadas en caso de insolvencia. Esto contradice una obligación moral fundamental[24].

Peor aún, y como se ha demostrado en la última década, los acreedores que no han recibido pago frecuentemente son empleados, consumidores y empresas pequeñas, proveedoras de bienes y servicios, con poco o ningún conocimiento de las circunstancias financieras de una gran empresa. Estos suelen ser bastante legos en materia de finanzas, mientras que los más capaces de defender su postura son, a menudo, los bancos y los ejecutivos de sueldo elevado: frecuentemente hay mucha injusticia. Entre algunos ejemplos están las bancarrotas de Enron, WorldCom y XL[25]. 

En tanto que los defensores del capitalismo resaltarían la manera en que la responsabilidad limitada ha dado lugar a un gran movimiento de capitales para la empresa productiva, que quizás no habría sucedido de otra manera, también ha tenido muchas consecuencias negativas imprevistas. Debido a que los riesgos de impacto negativo del endeudamiento son limitados, en tanto que los riesgos de impacto positivo no lo son, los directivos —con el respaldo de los accionistas— han estado dispuestos a pedir préstamos enormes en proporción a la base del capital y así hacer crecer las empresas a un ritmo frenético. Estas corporaciones gigantescas tienen un enorme poder de mercado, capaz de aplastar fácilmente a los competidores pequeños. En el sector financiero, los planes de incentivos a menudo recompensan de manera excesiva la toma de riesgos con impacto positivo, sin sanción alguna a la toma de riesgos con impacto negativo, reflejando así la postura de los accionistas ante el riesgo. Las enormes pérdidas resultantes tienen que ser financiadas por los contribuyentes, a fin de limitar de las secuelas políticas y económicas de mayor impacto.

 

4. Personas desligadas de su entorno 

En el Antiguo Testamento, las leyes del Jubileo demandaban que todas las propiedades rurales se devolviesen a la familia propietaria original cada cincuenta años, de manera gratuita. Esto garantizaba un arraigo a largo plazo, en un lugar determinado, para cada familia ampliada[26], fortalecía la lealtad a Dios y contribuía a la solidaridad familiar. Estos fines se ven resaltados por sus antítesis en la historia de la viña de Nabot[27]. Un efecto derivado de las leyes del Jubileo sobre la tierra era garantizar una medida de equidad en la distribución y posesión de bienes, lo cual aseguraba una distribución amplia del poder político.

En contraste, el capitalismo considera las tierras y propiedades como bienes sin importancia relacional. Los efectos de pasar por alto el papel de la tierra con referencia a la identidad y solidaridad familiar se pueden ver históricamente en el cercamiento de tierras, mediante el cual los poderosos terratenientes locales desposeyeron a las familias de bajos ingresos de sus derechos a las tierras ancestrales, dando lugar así a emigraciones masivas a las ciudades[28]. Hoy en día hay escasa protección contra la ejecución hipotecaria, cuando los asalariados pierden sus empleos y no pueden pagar los intereses de sus hipotecas. Esto contribuye a la pérdida del arraigo para muchas familias y también repercute en la distribución de ingresos, dada la importancia de la propiedad como patrimonio.

La ventaja de romper este vínculo entre personas y localidad, argumentan los economistas, es aumentar la productividad de la mano de obra y el crecimiento económico nacional, porque las personas se pueden trasladar más fácilmente adonde su productividad, y por consiguiente sus salarios, son más elevados. Sin embargo, a medida que los miembros de la familia ampliada se van a vivir lejos unos de otros, y las comunidades se vuelven cada vez más transitorias, ya no pueden desempeñar papeles de apoyo social. Por ejemplo, los abuelos ya no pueden ayudar a cuidar a sus nietos, y la responsabilidad de cuidar a los ancianos y a los discapacitados recae en el Estado, que tiene que sufragar los costes utilizando los ingresos fiscales. Los economistas constantemente han pasado por alto las “externalidades” económicas y relacionales de la movilidad, es decir, el costo que supone para la familia ampliada y la sociedad en conjunto, cuando una persona o una familia nuclear se traslada a vivir a otro lugar. 

 

5. Salvaguardias sociales inadecuadas 

El marco legal en el que opera el capitalismo corporativo es el resultado de filosofías económicas y políticas predominantes y del poder de grupos de interés opuestos. Sin embargo, el capitalismo no encierra en sí mismo el concepto de protección a los débiles mediante restricciones al mercado. Se asume que los consumidores se cuidan de sí mismos, por consiguiente, se hace énfasis en la libertad de la persona para producir o consumir lo que desee, sin intervención estatal. Se cree que la desregulación del mercado dará lugar a que las empresas actúen con mayor eficacia, las que a su vez producirán una mayor riqueza y bienestar. Este punto de vista favorece los intereses del sector empresarial, así que, dados sus enormes recursos para ejercer presión y ante la debilidad relativa de una oposición sindical o religiosa, su perspectiva ha prevalecido.

La desregulación supone que hay limitaciones mínimas en cuanto a la disponibilidad y promoción del crédito al consumidor, pese a que son bien conocidos los devastadores efectos del endeudamiento para la salud personal y las relaciones familiares[29]. En cambio, la ley bíblica establece la prohibición de cobrar intereses sobre los préstamos[30] y que todo préstamo se deberá anular cada siete años[31]. La desregulación se asegura que la mano de obra esté disponible las 24 horas al día, siete días a la semana, mientras que la ley bíblica preserva un día de cada siete para prioridades no relacionadas con el trabajo, como el descanso, la adoración y la familia[32].

En los últimos años, la desregulación en Gran Bretaña ha dado lugar a la supresión de límites en el horario de apertura de los bares y a la eliminación de salvaguardias referentes al crédito al consumidor, a las apuestas y al juego. Sin embargo, hay sobradas pruebas de que una parte considerable de la población no está en condiciones de asumir esas “libertades” —por razones como incapacidad mental, vida familiar deficiente, falta de educación, debilidad de carácter y otros factores. Las consecuencias negativas repercuten, no sólo en las personas que toman decisiones perjudiciales para sí mismas, sino también en sus cónyuges, hijos, parientes, amigos y vecinos que resultan perjudicados emocional o físicamente por estas decisiones[33].

 

DOS CONSECUENCIAS DE LAS DEFICIENCIAS MORALES DEL CAPITALISMO CORPORATIVO

1. Desintegración familiar y comunitaria 

¿Realmente importa la desintegración familiar y comunitaria, que hemos señalado anteriormente, causada por el capitalismo? ¿Acaso la gente hoy en día no puede vivir sana y feliz sin el apoyo relacional de la familia y la comunidad? La evidencia sugiere que no. Los efectos de la desintegración familiar frecuentemente son devastadores y están bien documentados. Entre ellos se encuentran: el abuso de menores (en particular en familias reconstituidas), la violencia doméstica, la mala salud, resultados deficientes en educación y empleo, y más probabilidades de delitos y de consumo drogas[34]. Otras consecuencias son: dificultad de mantener un matrimonio a largo plazo para los hijos de padres divorciados, mayor probabilidad de soledad en la vejez y enfermedades mentales, incluso la depresión[35]. La mayor riqueza de algunos sectores sociales en las naciones capitalistas se debe contrastar con una mayor “pobreza relacional” que se extiende en una creciente proporción demográfica jamás vista. Hay peligro de que con el tiempo estos problemas relacionales se fortalezcan a sí mismos y se reproduzcan por sí solos. De hecho, un importante grupo de expertos cree que la desintegración relacional en la Gran Bretaña, en cuanto a divorcio y familias monoparentales, ha alcanzado un punto irreversible[36].

Las secuelas de la desintegración familiar y comunitaria son aún más graves y profundas de lo que esta evidencia indica. 

La carencia de relaciones estables amenaza el sentido de identidad de muchas personas, dando lugar a un profundo desasosiego y desdicha. También repercute en sus capacidades para establecer lazos de intimidad. A nivel de nación, las familias juegan un papel crucial en la transmisión de cultura; proteger a la familia asegura la continuidad de una gran diversidad lingüística y cultural entre las personas, que contribuye tanto a la creatividad y bienestar humanos.

 

2 Megagobierno y megacorporaciones 

Una segunda consecuencia de las deficiencias del capitalismo a largo plazo es un crecimiento masivo del gasto público. A medida que el número de familias afectadas crece inexorablemente, el tamaño de la burocracia estatal también aumenta.

El gasto público en la asistencia social ha alcanzado un nivel que muchos consideran insostenible, sin embargo, sin ese gasto muchas personas vulnerables tendrían poco o ningún apoyo físico o emocional. En segundo lugar, a medida que las corporaciones han crecido hasta convertirse en organizaciones gigantescas, el tamaño y el poder de las agencias gubernamentales necesarias para su regulación también se ha extendido, a fin de que el Estado pueda asegurar una fuente de poder compensatorio. 

¿Importa el tamaño y el poder del estado? Hay varios motivos por los que, a largo plazo, un estado centralizado y fuerte constituye una amenaza para la libertad individual, para la estabilidad de las familias y comunidades locales y para las instituciones de la sociedad civil. A medida que las agencias estatales se van haciendo cargo de muchas de las funciones de la familia y la comunidad local, se debilita la razón de ser de éstas y, de esta manera, se reduce más el compromiso y la lealtad ciudadana hacia ellas. Por ejemplo, prestar apoyo a un pariente desempleado, enfermo o en la pobreza ya no se considera una responsabilidad de la familia. El abandono de responsabilidad personal a nivel del hogar, bien puede ser un factor importante de que exista una menor participación política y cada vez un menor número de votantes en las elecciones locales y nacionales. También existe el peligro de colusión entre dirigentes políticos y líderes empresariales para sacar provecho mutuo, haciendo que el gobierno sea un mal inspector de las actividades empresariales. Por tanto, el peligro extremo es que las corporaciones crezcan más allá de que sea posible una regulación eficaz y que el gobierno se suelte de sus amarras democráticas, con el resultado de que las empresas y el gobierno lleguen a ser prepotentes y opresores. Abraham Lincoln bien pudo haber previsto esta posibilidad[37]. 

 

CONCLUSIÓN

¿Está entonces el capitalismo en la bancarrota moral? Solamente las personas pueden estar “en la bancarrota moral”, puesto que son las personas, no los sistemas económicos, las que tienen una relación con Dios. A nivel personal, independientemente del sistema económico en que vivan, “todos han pecado y están destituidos de la gloria de Dios”[38]. Los sistemas económicos, sin embargo, pueden ser una causa del pecado de las personas, y Jesús advierte lo grave de esta acusación[39]. A pesar de que todos los sistemas políticos y económicos tienen deficiencias morales en cierta medida, pocos discutirán que todos los sistemas son igualmente defectuosos. Entonces, ¿cuán defectuoso es el capitalismo? ¿Hasta qué punto contribuye el capitalismo a que una nación caiga en la bancarrota moral?

Imaginemos un mundo en el que los seres humanos no necesiten a la familia ni a la comunidad para apego, madurez y apoyo relacional, o donde todas las personas nacieran en familias estables, con un marcado sentido de responsabilidad personal hacia los demás y de cuidado del planeta, en el que pudiéramos descubrir a Dios mediante el afán de lucro, en vez de una búsqueda activa del significado de la vida. Entonces, el capitalismo corporativo, casi indiscutiblemente, podría evadir la acusación de estar en la bancarrota moral, o incluso de causar la bancarrota moral. Pero el mundo no es así.

Si el capitalismo corporativo contribuye notablemente a la bancarrota moral de las sociedades occidentales, ¿pueden los cristianos, a pesar de todo, aceptarlo como parte de su contexto cultural y simplemente concentrarse en la evangelización personal y en obras sociales individuales? Los profetas del Antiguo Testamento consideraron necesario que el pueblo de Dios abordara las causas y no simplemente los síntomas de la injusticia y la descomposición social[40]. De igual forma lo juzgó Jesús[41]. Siendo así, ¿cómo pueden los cristianos hacer oídos sordos al urgente llamado a una reforma radical del capitalismo? ¿Cómo podemos empezar el proceso de reforma y qué aspecto podría tener un sistema alternativo? Este será el tema de un próximo artículo.

 

El Dr. Michael Schluter, CBE, fundó  Jubilee Centre en 1983, y en la actualidad es el jefe ejecutivo de Relational Research, que tiene como objetivo ayudar a aquellos grupos que buscan promociar el pensamiento relacional (Relational Thinking) a nivel internacional, sobre todo en Singapur, Sudáfrica, Hong King, Australia y EEUU. Tiene un doctorado en agricultura agrícola, y trabajó anteriormente 6 años en África como asesor económico para el Banco Mundial y como investigador para el Instituto Internacional de Investigaciones sobre Políticas Alimentarias (IFPRI, por sus siglas en inglés).Michael está casado con Auriel, tiene 3 hijos y 12 nietos.

 

 

Notas

Agradecimientos: Además del grupo de redacción deseo agradecer a Paul Mills, Paul Shepanski, John Ashcroft, Jonathan Rushworth, Richard Barkham, Mike King, Will Candler, Maeve Thompson y a muchos otros amigos por sus comentarios en los borradores iniciales de este artículo. Los errores que persistan en el texto son absolutamente responsabilidad mía. 

Traducido por Manuel Serrano y Mayra Ileana Urízar de Ramírez.

Editado por Protestante Digital para su publicación en abril de 2016. El texto original se editó en 2009 en Cambrigde Papers.

 

 

[1]www.de-fact-o.com/fact_read.php?id=110 

[2]James Gustav Speth, The Bridge at the End of the World: Capitalism, the Environment and Crossing from Crisis to 

Sustainability, Yale University Press, 2008, pág.145. 

[3]La así llamada «hipótesis Weber-Tawney». Véase en particular R. H. Tawney, Religion and the Rise of 

Capitalism (1926), Read Books, 2006. 

[4]Paul Collier, The Bottom Billion: Why the Poorest Countries are Failing and What Can be Done About It, Oxford 

University Press, 2007. 

[5]Michael Novak, The Spirit of Democratic Capitalism, The IEA Health and Welfare Unit, 1991, pág.14. 

[6] Bernard-Henri Lévy, «Does the free market corrode moral character?», on-line at www.templeton.org/market, Autumn 2008. 

[7]P. ej. Deuteronomio 25:13–16 y Miqueas 6:10–11. 

[8]Proverbios 11:26. 

[9]P. ej. Deuteronomio 17:14–20; 1 Samuel 8; 1 Reyes 21; Apocalipsis 13, etc. 

[10]Douglass C. North, Institutions, Institutional Change and Economic Performance, CUP, 1990. 

[11] Michael Schluter argumenta este punto en «What Charter for Humanity?», Cambridge Papers, Vol. 15, No. 3, 2006. 

[12]Mateo 22:34–40. 

[13]P. ej. Mateo 4:4; Mateo 5:11-20; Marcos 7:9-13. 

[14]P. ej. 1 Timoteo 1:8; 2 Timoteo 3:16. 

[15]Colosenses 1:15–20. 

[16] Michael Schluter y John Ashcroft, Jubilee Manifesto: a framework, agenda and strategy for Christian social reform, IVP, 2005. Véase en particular los capítulos 11 y 12 escritos por Paul Mills. 

[17]Mateo 6:24. 

[18]Mateo 22:34-40. 

[19]Éxodo 20:2–3. Obsérvese también la advertencia de Jesús en Lucas 12:13–21. 

[20]Citado en Ben Runnell, «Debt is Capitalism’s dirty little secret», Financial Times, 30 de junio de 2009. 

[21] Mateo 25:26–27; Lucas 19:22–23. En cuanto a la legitimidad de aprender lecciones de economía con las parábolas, véase Christopher Townsend y Michael Schluter, Economics in the Parables of Jesus, documento de trabajo (working paper) del Jubilee Centre, 1985. 

[22]P. ej. Mateo 20:1-16; Lucas 16:9; Marcos 12:41-44. 

[23]Mateo 25:26-27. 

[24]Salmo 37:21. Su razonamiento se describe en más detalle en Cambridge Papers, vol 9, núm. 2, 2000. 

[25]La historia de Enron puede verse en la película: Enron: Los Tipos que Estafaron a América, 2005.

[26]Véase Levítico 25:8–11. 

[27]1 Reyes 21. Para examinar estas cuestiones, véase Michael Schluter, «Roots: Biblical norm or cultural anachronism?», Cambridge Papers, vol 4, núm. 4, 1995. 

[28]Véase Helen Hayward, Attitudes to the Ownership and Distribution of Land in Britain 1500–1930, Jubilee Centre, Cambridge, octubre 1991. 

[29]P. ej. véase Raymond Lang et al., Families in Debt, Jubilee Centre, Cambridge, 1988. 

[30]P. ej. Deuteronomio 23:19–20; Levítico 25:35–38. 

[31]P. ej. Deuteronomio 15:1–6; 31:10; Nehemías 10:31 

[32]P. ej. Génesis 2:2–3; Éxodo 20:8–11; Isaías 58:13–14; Marcos 2:28. Queda claro que la protección de las personas vulnerables era uno de los objetivos de las leyes sabáticas (véase Deuteronomio 5:12- 15). 

[33]Un ejemplo es la decisión del gobierno británico de permitir que los comercios permanezcan abiertos los domingos, de modo que en casi 1,5 millones de familias el padre o la madre trabaja regularmente los domingos. Véase Matt Barnes y Caroline Bryson, Keep Time For Children: The Incidence of Weekend Working, National Centre for Social Research, Londres, 2004. 

[34]Social Justice Policy Group (Grupo de políticas de justicia social), Breakdown Britain: Interim Report on the State of the Nation, Centre for Social Justice, Londres, 2006; y J. Margo y M. Dixon, Freedom’s Orphans: Raising Youth in a Changing World, Institute for Public Policy Research, Londres, 2006. 

[35]Rebecca O’Neill, Experiments in Living: The Fatherless Family, Civitas, Londres, septiembre 2002. 

[36]Margo y Dixon, op. cit. p.95. 

[37]Véase la cita al comienzo de este artículo. 

[38]Romanos 3:23. [39]Mateo 18.7. [40]Véase Isaías capítulo 58, en particular el versículo 6. 

[39]Mateo 18.7. 

[40]Véase Isaías capítulo 58, en particular el versículo 6. 

[41]Véase Mateo 18:7; Mateo 5:11–20, en particular el versículo 13.

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