Los desafíos para España en los próximos tres años

Para poder servir a este país y ver las oportunidades que tenemos aquí, primero necesitamos ver y analizar sus necesidades.

08 DE ENERO DE 2016 · 19:08

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La Junta de la Alianza Evangélica Española celebró un encuentro del 6 al 8 de noviembre el que se planteó a los presentes compartir su perspectiva sobre el futuro inmediato de nuestro país.

Fruto de las reflexiones, se redactó el documento que reproducimos bajo estas líneas en este blog, vinculado al próximo encuentro de la Alianza Evangélica, Idea2016, que se celebrará en Sevilla los días 19 y 20 de febrero, en los que continuará el desarrollo de las cuestiones aquí presentadas y se trazarán las estrategias para responder a los desafíos planteados.

 

Los principales desafíos para España en los próximos tres años

Como Alianza, formamos parte de la iglesia de este país, y queremos ser relevantes para ella. Para poder servir a este país y ver las oportunidades que tenemos aquí, primero necesitamos ver y analizar sus necesidades.

¿Cuáles van a ser los próximos desafíos más importantes que España va a tener que enfrentar en los próximos tres años? Por consiguiente, ¿cuál debería ser la respuesta de la iglesia a estos desafíos? ¿Cuáles van a ser las grandes oportunidades que se van a abrir para la iglesia durante ese tiempo? ¿Cuáles podrían ser los principales obstáculos que frenaran la respuesta de la Iglesia?

 

1. La crisis de la identidad española

Por un lado, España necesita replantearse su identidad, redefinirla e identificarse con ella. Asimismo, son necesarias nuevas formas de hacer política y generar un nuevo marco político. La lucha contra la corrupción, la polémica entre comunidades, entre otros factores de tensión, podrían ser una oportunidad para definir qué es y qué quiere ser España.

No obstante, la crisis y los modelos políticos han llevado a la sociedad a una profunda crisis de valores además de a una confrontación entre territorios. Es necesaria la reconciliación social de la misma forma que la visibilidad de los fundamentos éticos y esenciales de nuestra identidad colectiva.

Como iglesia, tendríamos que ofrecer una respuesta primeramente desde dentro, impulsando un concepto más amplio de tolerancia y diversidad para llevarlo a la sociedad. Si la iglesia viviera como una comunidad caracterizada por la unidad, el amor, la humildad y el respeto, sería un impacto para su contexto alrededor.

 

2. Crecimiento de la intolerancia

Cuando hablamos del crecimiento de la intolerancia nos referimos a muy diversos fenómenos que, de maneras muy distintas tanto en grado como en efecto afectan a la libertad de conciencia y de expresión. Entre esos fenómenos podemos citar las tensiones políticas (crecimiento del extremismo) y territoriales en toda Europa, la perpetuación de la violencia de género como expresión del machismo, el incremento de las desigualdades sociales que excluyen a capas de la sociedad por marginación, la expansión del yihadismo y la islamofobia por el continente europeo y también las presiones de grupos como el lobby LGTB hacia la imposición de una determinada ideología de género, etc. Una de las consecuencias es que afecta directamente a la identidad personal. Hay un conflicto en la identidad: “¿Es algo que me viene dado, o que elijo? ¿Cómo construyo la identidad, es elección libre?”

Está creciendo la intolerancia en una sociedad que se cree tolerante. Las propuestas de estos grupos ejercen una presión directa hacia los grupos religiosos y todo tipo de ideología opuesta a las suyas.

La Iglesia tiene que actuar en defensa de la libertad, no sólo la suya propia, sino la de todos. La opinión de las comunidades de fe tiene el mismo derecho de ser expresada y respetada que la de los otros grupos.

 

3. Aislamiento personal

Asistimos a la evolución de las nuevas tecnologías. Cambian las formas de conectar e influye en las relaciones personales. Aunque parezca que las personas estén más conectadas que nunca, tienen la sensación de estar más desconectadas entre ellas. Hay una falta en la intimidad y profundidad en las relaciones personales.

Por un lado, la iglesia debería trabajar y potenciar el papel de la familia. Es necesario recuperar un concepto bíblico de “familia”. Al fin y al cabo, la familia no solo es el núcleo básico de la sociedad creada por Dios, sino que también es un espacio clave para la socialización y la transmisión de la fe.

Por otro lado, en la iglesia también se ha introducido el consumismo. Muchos van a la iglesia el domingo, están en el culto y vuelven a casa de nuevo para continuar con su vida, sin discutir el modelo del entorno. Sin embargo, la iglesia no fue diseñada con el modelo individualista, ha sido creada para ser comunidad. El riesgo es que la iglesia misma en su forma de actuar asimile el modelo del consumismo. El riesgo es una iglesia que compita por los miembros ofreciéndoles un espectáculo, en lugar de colaborar con el Espíritu Santo en el crecimiento de discípulos que mueren a sí mismos para que Jesús sea visible en ellos. En la iglesia también se debe trabajar el concepto de “familia de Dios” y fomentar la comunidad, para que sea un lugar al que pertenecer.

A la vez, hay cierto aislamiento de la iglesia con respecto al mundo. Como la iglesia no busca entender la sociedad, mantiene una mentalidad de gueto. La consecuencia es que los miembros se sienten incómodos, perdidos y poco capacitados para ejercer su papel dentro de la sociedad Si la iglesia cree que está aquí únicamente para hacer cultos, entonces pierde de vista que está llamada a ser misionera. El llamamiento no es a encerrarnos en el local, sino a vivir fuera con propósito. Es nuestro desafío lograr ser más influyentes en la sociedad, fomentar la espiritualidad en lo cotidiano, y generar modelos de comunidad adaptables, pero no influenciables.

 

4. Desafío de configuración socio-económica

Inmigración, refugiados, gestión de seguridad, libertades... España no solo debe enfrentar las necesidades sociales propias, sino que también tiene el reto de responder a la situación de los refugiados y los inmigrantes que esperan llegar al territorio español y encontrar un lugar aquí. 

Otra pregunta que se plantea es la de la seguridad, en un entorno violento. Los atentados jihadistas en los últimos años han tensado la sociedad. De alguna manera hay un debate entre ceder libertades al Estado para obtener seguridad. Finalmente, la seguridad nunca es absoluta, sino relativa. Un Estado más policial gana algo de seguridad, pero pierde mucha libertad. Hay un riesgo real para la libertad personal cuando los Estados espían a sus ciudadanos. El caso Snowden nos ha demostrado cuán vulnerables somos al poder de un Estado absoluto.

Inevitablemente, la crisis económica, tan prolongada en el tiempo y tan profunda en su impacto, la llegada de flujos de refugiados e inmigrantes económicos, etc. nos obliga a plantearnos temas como la justicia de nuestro sistema económico. La iglesia tiene la capacidad y el desafío de integrar a las personas y tiene el llamado de acoger a los refugiados y desamparados. Asimismo, las necesidades sociales y económicas nos dan la oportunidad de dar luz y esperanza para las personas que están sufriendo. Hasta ahora la iglesia ha sido un lugar de acogida para millones de inmigrantes desde finales de los 90 del siglo pasado, ha sido un ejemplo para la sociedad en el trato a aquellos que han caído en adicciones, etc. El porcentaje de las estructuras de apoyo a los desfavorecidos que hemos puesto en marcha como evangélicos es mucho mayor que el porcentaje de la población que se declara evangélico. El desafío es seguir respondiendo de acuerdo a nuestros valores en las nuevas situaciones.

 

CONCLUSIÓN

Frente a la reflexión sobre la situación de España y sus desafíos para los próximos tres años, la iglesia debe reaccionar. No solo generando espacios de comunidades que procuran la paz y el amor, promueven la tolerancia y el respeto e impactan en la sociedad, sino también recuperando nuestra identidad y nuestra misión en el mundo. 

La iglesia debería enseñar sobre estos temas. La vía de actuación eficaz sería volviendo a la predicación de todo el consejo de Dios. De esta manera, se enseñaría todo el mensaje de Dios y Su visión en distintos temas, extrayendo los principios bíblicos y aplicándolos a la actualidad para que sean relevantes. 

Por consiguiente, recuperaríamos la santidad. Una identidad clara permite la flexibilidad y la adaptabilidad contextual. Pero, por lo general, las iglesias de España no son suficientemente orgánicas, sino que están regidas por estructuras y formas rígidas. 

De la misma manera, existe cierta resistencia en las iglesias a generar espacios en los que se puedan desarrollar las personas que lo quieran hacer. Espacios donde los dones puedan crecer y potenciarse.

El evangelio no se limita al plan de salvación; afecta a todas las esferas de la vida. Y en demasiadas ocasiones, la iglesia ha visto cifras o resultados, en vez de ver a las personas tal y como Dios las ve, integrales. 

Tampoco ha habido un compromiso mayoritario con la misión. Solo se ha valorado la misión como el envío de misioneros a otros países, pero la verdad es que la iglesia en sí misma tiene que ser misional. Tenemos que reflexionar en las iglesias sobre si estamos mostrando un estilo de vida diferente, si estamos siendo sal y luz, si estamos realmente luchando con el mal y las estructuras que este crea.

Cuando los cristianos tienen convicción en lo que son y en lo que hacen, aunque sean minoría, pueden ser agentes de transformación. Nunca ha entrado un poder tan grande en el mundo como el que tiene el Espíritu Santo. Para ser esos agentes de transformación precisamos una clara identidad en Cristo y una visión más lúcida del llamamiento de Dios a los que formamos la comunidad de Dios, la Iglesia.

 

Redactado por Óscar Pérez y Ariadna Conde.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Idea2016 - Los desafíos para España en los próximos tres años