Una mesa compartida para el mundo

¿Qué pasaría hoy si tú, cuando vas a la iglesia vieras a algún grupo de personas marginadas, en lugar de ir al rito cúltico, te quedaras compartiendo el pan y la palabra con ellos?

03 DE NOVIEMBRE DE 2015 · 16:11

Sharing the bread / Trevor Butcher (flickr - CC BY 2.0) ,
Sharing the bread / Trevor Butcher (flickr - CC BY 2.0)

El mundo necesita una gran mesa compartida para atajar el problema de la pobreza y de la exclusión social. Una gran mesa, a gran escala que se solidarice con la tragedia y escándalo humano que es la pobreza. Para ello, deberíamos acostumbrarnos a colaborar con nuestras pequeñas mesas compartidas con los proscritos, los pobres y los excluidos que nos son cercanos.

No hemos hecho pedagogía sobre el concepto de mesa compartida que nos dejó Jesús cuando él comía con proscritos y pecadores como anticipo del reino de Dios. ¿Qué pasaría hoy si tú, cuando vas a la iglesia vieras a algún grupo de personas marginadas y cambiaras tu opinión y, en lugar de ir al rito cúltico, te quedaras compartiendo el pan y la palabra con ellos? ¿Apoyarían tus correligionarios o tus compañeros miembros de tu iglesia esa conducta o se escandalizarían porque te has quedado a comer y hablar con pecadores? Si hay escándalo en nuestras pequeñas posibilidades de mesa compartida, no será posible el que hagamos que todos participemos en una grandiosa mesa compartida con el mundo pobre.

De las comidas en mesa compartida de Jesús, los religiosos der la época se escandalizaron. Quizás muchos religiosos en nuestro aquí y nuestro ahora se escandalizarían si, esperando que Jesús entrara en sus templos, éste se quedara, como una forma de anticipación del reino, sentado a la mesa con los proscritos y pecadores. No es de extrañar el escándalo de algunos. Quizás hoy, si algo de esto pudiera ocurrir en el siglo XXI, las reacciones no serían muy diferentes. Es posible que aún no hayamos entendido ni el Evangelio ni los valores del reino que irrumpe en nuestra historia con el nacimiento de Jesús. Si es así, el proyecto de mesa compartida con el mundo no será posible.

¿Cómo se puede entender que estas comidas, los banquetes que, a veces, narró Jesús en donde no entraron los autoconsiderados dignos o merecedores, sino que entraron los pobres de los caminos, los lisiados y proscritos como signos del reino o, si se quiere, del reinado de Dios que ya está entre nosotros, como señal del “ya” del reino? Sí, no era sólo que se explicaba el reino como mesa compartida, sino que los comensales e invitados no coincidían con aquellos que se consideraban limpios, y a sí mismos se justificaban.

Si esto causa asombro hoy, la gran mesa compartida que el mundo hoy necesita no será posible construirla en solidaridad con los pobres de la tierra. Quizás es que hoy, todavía, a los cristianos cómodos e integrados en las sociedades de consumo y del lujo, también les resultará difícil asimilar estos signos del reino.

¿Se dan hoy estos signos del reinado de Dios entre los hombres? ¿Es que ya no son necesarios? ¿Es que ya no se da la mesa compartida como signo del reino y sólo se comparte nuestra mesa con aquellos que después nos van a invitar a compartir de nuevo la mesa con ellos? ¿Es que los valores son diferentes? ¿No hay necesidad de compartir hoy la mesa con los proscritos, pobres y pecadores? Sí. Sí hay necesidad. Asumamos los valores de Jesús en torno a la mesa compartida.

Hay que compartir la mesa, creare una gran mesa compartida con el mundo pobre. Tremendo simbolismo ante un mundo empobrecido en donde las tres cuartas partes de la humanidad vive en pobreza esperando que haya justicia que culmine en un compartir solidario. Eso sería hoy la auténtica mesa compartida en el ámbito mundial. Quizás un signo del acercamiento del reino sería que los enriquecidos, los integrados en el lujo del mundo consumista, los cristianos que caminan con sus bolsas llenas en un mundo de pobres, se pararan a practicar en el mundo la mesa compartida, el pan compartido, la práctica de la justicia que nos demandaban tanto los profetas como Jesús mismo. Hoy se necesitan signos del reino, personas que vayan anticipando que también hoy el reino de Dios quiere acercarse a nosotros, a los pobres y a los proscritos de nuestra historia.

 

Indifferent Legs / Riccardo Cuppini (Flickr - CC BY-NC-ND 2.0)

Necesitamos aprender a practicar la mesa compartida tanto en el ámbito individual y familiar, como en el ámbito de la pobreza en el mundo. Tenemos que posibilitar la creación de esa gran mesa compartida con un mundo que pasa hambre. Es nuestra responsabilidad como cristianos.

No, no. No busques solamente a amigos y a personas integradas en el sistema. No busques ayudar solamente en el mundo pobre a aquellos que consideras justos, limpios o puros. Jesús nunca hace separación entre puros e impuros, justos o pecadores, integrados o marginados. Estas separaciones en el mundo hoy serían una tragedia y nos impedirían la creación de la gran mesa compartida y solidaria que el mundo necesita.

Esas divisiones, esas distinciones son categorías nuestras, insolidarias con el hombre empobrecido o excluido. Los cristianos ni siquiera deberíamos pensar en prójimos y no prójimos. No nos corresponde a nosotros estos juicios. Estas separaciones o divisiones son categorías satánicas que hacen que el hombre confunda el Evangelio y los llamados valores del Reino. Mirad a Jesús. Él descompensa la balanza y se inclina del lado de los pobres, los desclasados y los oprimidos por un sistema social y religioso injusto. Con ellos forma su banquete, no solamente comiendo con ellos en la tierra, sino que adjudica las mismas categorías para el banquete del Reino de Dios.

No, no es fácil asimilar estas categorías o valores evangélicos que nos dejó Jesús. Aún hoy pueden seguir escandalizando. ¿Quizás seguimos pensando que cómo reaccionarán ante nuestras solidaridades de una mesa compartida individual los religiosos que nos son cercanos? ¿Y si pensamos en una mesa compartida con el mundo pobre o empobrecido?

No lo dudemos. La auténtica evangelización consiste en compartir la vida, el pan y la palabra. Quizás esa sea la auténtica mesa compartida que evangelizaría al mundo, la mesa compartida que necesitan los pueblos, mesa solidaria que ayudaría a reducir la pobreza y la miseria en el mundo. Además, a su vez, estaríamos también anticipando al mundo que el reino de Dios “ya” está entre nosotros.

Practiquemos la mesa compartida para vencer la insolidaridad, para buscar justicia, para hacer justicia al huérfano, la viuda y el extranjero. No callemos ante la falta de mesa compartida con los pobres de la tierra. No. Debemos dar la cara y dar ejemplo, ese ejemplo solidario que nos dejó Jesús al practicar la mesa compartida con los proscritos, pobres y pecadores. Si nos callamos y damos la espalda al hecho de seguir el ejemplo de Jesús, seremos cómplices de la insolidaridad, la injusticia y la pobreza en el mundo.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - De par en par - Una mesa compartida para el mundo