Futuro ¿Qué futuro?

En este escrito presento unas breves reflexiones sobre mi experiencia periodística con la investigación de Barcelona World, y además medito en el modelo de (no)futuro que estamos presenciando. 

30 DE JULIO DE 2015 · 07:28

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Recuerdo que cuando era niño mi padre me llevaba a recoger aceitunas por los campos de olivos que había alrededor de mi pueblo, Vila-Seca. No sé hasta qué punto mi presencia le era de ayuda, pero yo aprendí a descubrir los tesoros de la naturaleza en todas y cada una de aquellas olivas que eran arrebatadas de su rama y que siempre acababan en unas pequeñas tinajas, con aderezo de ajo, cebolla y un agua que iba cogiendo el gusto de los diferentes ingredientes.

Cuando comencé a investigar sobre Barcelona World, hace ya más de seis meses, no imaginé que todo este proceso me llevaría a enfrentarme cara a cara con la tierra. Con la pequeña porción de planeta en la que hasta ahora he vivido y sus reglas naturales. Con las responsabilidades que adquirí respecto a esta tierra, desde el momento en el que nací en ella.

Pocas veces he tenido la posibilidad de explicarme con tiempo, sin ruido y sin presión. Y quisiera aprovechar este escrito para describir algunas de las experiencias a las que me he enfrentado en el proceso de elaboración de mi trabajo de investigación sobre Barcelona World. También me gustaría dedicar una breve reflexión sobre las motivaciones que me han llevado en todo momento a  comenzar, seguir y concluir este proyecto.

Como profesional del periodismo siento que he impactado de lleno con mi oficio. Sin reservas, ni disimulos. He visto algunos de mis miedos disueltos por la fuerza de la colisión y me he frustrado con cada error y contratiempo. También he sonreído y me he emocionado con cada puerta que se abría y cada información que recibía. Y me he conmovido al adentrarme un poco más en el funcionamiento del mundo. Me he envuelto de gigantes, de poderes ocultos y viles, cuya magnitud nunca dejará de sorprenderme y siempre me negaré a aceptar. Y no puedo olvidar el miedo. Esa percepción de sentir que nadaba en medio de un océano sin fondo, sin horizonte. Me he visto, y sigo viéndome, en una extraña e insignificante pequeñez.

Algo menos místico, y que quizás sea de más interés para quien lee estas línea, ha sido la cuestión del código ético por el que debemos regirnos los periodistas y el valor de nuestro compromiso como profesionales. A lo largo de la investigación he repasado cada palabra, cada frase, una y otra vez para intentar no pecar de partidista. Para no poner en boca de nadie, y menos en la mía propia, lo que no tocaba. Es curioso ver cómo ellos, gobernantes y altos cargos de grandes empresas, en ocasiones resultan ser los únicos beneficiados de la ética y la profesionalidad del periodismo. Se cubren con ellas como si fuesen su escudo y de esta manera, los periodistas siempre quedamos en jaque, expuestos a la idea de traicionarnos a nosotros mismo, de traicionar a nuestro querido oficio. De esta manera resulta difícil alcanzarles, puesto que nosotros comenzamos nuestro camino con esa pesada carga a nuestras espaldas. Pero seguimos siempre hacia adelante. Por nosotros. Por nuestros prójimos. Por la verdad.

Cuando comencé a investigar sobre Barcelona World, tan sólo lo planteaba como un hecho injusto que debía ser denunciado y destapado, ya que desde un principio siempre creí que escondía muchos elementos propios de este despiadado sistema que impera. Pero con el paso de los meses, con el horror de los hallazgos y la alegría de plasmarlos en cada línea, destapé viejos recuerdos como el de las aceitunas. Como el de la tierra, antes de nuestras huellas. Y pensé en una sola cosa: futuro.

¿Qué garantías de futuro estamos ofreciendo a los recién llegados a la Tierra, y a los que han de venir? ¿Qué garantías de futuro para los que ya estamos en él y somos conscientes de que la supervivencia no es lo natural? Días ilógicos los que estamos viviendo. Las personas que comienzan a envejecer dictan y sentencian el futuro de las que justo ahora empiezan a descubrir y crecer, y también el futuro de las que todavía no han llegado. Olvidamos que las memorias y los actos del día de hoy tienen garantizada su repercusión en el día de mañana. Si es que este ritmo permite que lo haya. Si esto es futuro, amigos y amigas, entonces el futuro no existe. 

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