Amar a las personas: una confesión (I)

En la vida no importan tus logros, las cosas que tienes, la educación o el trabajo. ¿Qué importa en la vida?

  · Traducido por Joana Morales

10 DE JUNIO DE 2015 · 15:03

En el camino. / schroederhund, Pixabay,
En el camino. / schroederhund, Pixabay

Mateo 22: 34–40 dice:

Entonces los fariseos, oyendo que había hecho callar a los saduceos, se juntaron a una. Y uno de ellos, intérprete de la ley, preguntó por tentarle, diciendo: “Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento en la ley?”. Jesús le dijo: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas”.

 

Jesús enseña claramente que en la vida importan las relaciones. El resumen de Jesús de la Biblia entera fue “ama a Dios y ama a tu prójimo”. Cuando aprendemos a amar a Dios y amar a las personas que nos rodean vemos nuestra vida desde una perspectiva nueva y con un equilibrio distinto. Pero ¿qué significa amar a las personas?

A principios de 1900, un estudio sobre las instituciones que se encargaban del cuidado de bebés recién nacidos que habían sido abandonados descubrió una tasa de mortalidad extremadamente alta. [1] ¿Por qué? Mucha gente pensaba que si hacían mucho caso a los niños, los malcriarían. La enseñanza científica oficial de la época era que se debía dejar llorar a los bebés y que cuidarles con cariño no era científico. Aunque las instituciones tenían ropa de cama limpia y alimentos nutritivos, los bebés seguían muriendo. Un pediatra decidió desafiar esta enseñanza y trajo mujeres para que cogieran a los bebés, hablaran con ellos y les cuidaran con cariño. La tasa de mortalidad disminuyó drásticamente. El simple amor humano hizo posible que los bebés vivieran.

Otro ejemplo de esta necesidad de amor humano es Melinda Maxwell, una despierta niña de cuatro años, que disfrutaba cuando su padre le leía "Los tres cerditos". Como muchos niños, lo disfrutaba tanto que le pedía a su padre que se lo leyera una y otra y otra vez. El señor Maxwell, un adulto normal y corriente, se cansó pronto de tanta repetición y tuvo una gran idea. Grabó la historia en una cinta y cada vez que Melinda le pedía que le leyera la historia, le daba la cinta y un reproductor. Funcionó por un par de veces, pero después Melinda se frustró. El señor Maxwell le dijo: "cariño, sabes cómo encender la grabadora". "Sí," respondió Melinda, "pero no puedo sentarme en su regazo". [2]

Ambas historias son ejemplos de una verdad que se explicó hace tiempo: "Y dijo Jehová Dios: "no es bueno que el hombre esté solo" (Gen 2:18). Los seres humanos necesitan relaciones afectivas con otros seres humanos. Da igual que seamos bebés o adultos; necesitamos relaciones afectivas para desarrollar nuestra propia identidad y nuestro ser.

 

Comprender la cultura americana (global)

¿Cómo ha moldeado esta necesidad de amor el modo en que vivimos? Debo avisarles de que, como estadounidense, el siguiente análisis de relaciones se basa en mi experiencia de la cultura estadounidense, el país más individualista del mundo. Las culturas de muchos otros países son más comunitarias y familiares, y por lo tanto lo que van a leer a continuación puede ser menos aplicable a su cultura.

Sin embargo, la globalización está moldeando el mundo tan profundamente que estas ideas son una amenaza relacional directa en prácticamente cualquier cultura del mundo. La mayoría de la gente piensa que la globalización sólo tiene tres características:

-Extensión de la democracia y la ley

-Poder económico del capitalismo de mercado libre

-Conectividad de la comunicación por internet

Estos elementos de la globalización son como hardware que une al mundo en una gran aldea global. Lo que queda fuera de este análisis es el software de ideas y cultura de la globalización. Como señalamos en un artículo anterior, la incredulidad Europea (el ateísmo y el agnosticismo) pasó de ser menos del 1% de la población mundial en el año 1900 a más del 15% en el año 2000.[3] La incredulidad es la religión que crece más rápidamente en el mundo y se propaga por medio de estrategias educativas cada vez más globales.

Al mismo tiempo la cultura americana es cada vez más influyente a nivel mundial a través de películas, televisión y música. Hace varios años impartí un curso de verano en Praga, la capital de la República Checa. Durante seis semanas, mi esposa y yo sólo escuchamos música americana (rock, jazz, country) en los restaurantes, los taxis y el transporte público checo. El individualismo americano puede resultar ajeno al principio para muchas culturas, pero penetra a través de la fuerza destructiva mediática que tienen la música, el cine y la televisión norteamericana, que están barriendo el mundo como parte de la globalización. Aunque el siguiente análisis no sea directamente aplicable a su contexto actual, se puede utilizar como una forma de entender los medios estadounidenses que influyen cada vez más en la gente joven de todo el mundo.

 

Alexis de Tocqueville: el semental salvaje del individualismo americano

El comentarista más respetado de la cultura y el carácter americano es Alexis de Tocqueville, un pensador francés que escribió sobre América hace 170 años. [4] ¿Cómo describió de Tocqueville la postura de los norteamericanos con respecto a las relaciones? Llamó a los estadounidenses “individualistas”, y lo que quería decir es que se centraban en ellos mismos y que se sentían muy motivados por el placer y el éxito. Se parece mucho a la cultura americana de hoy, ¿verdad? Pero de Tocqueville pasó entonces a describir lo que no es cierto hoy en día: que los norteamericanos eran el pueblo más moral y religioso del mundo. ¿Cómo podemos entender esta extraña descripción?

De Tocqueville describió a los estadounidenses como egocéntricos, orgullosos, creativos, ambiciosos, pragmáticos y dispuestos a asumir grandes riesgos. La personalidad estadounidense podría ser ejemplificada como un semental joven, poderoso y fogoso. Pero de Tocqueville también argumentó que las fuertes riendas del cristianismo, la moral y el matrimonio guiaban al semental salvaje.

En Estados Unidos, las sectas cristianas están infinitamente diversificadas y cambian constantemente, pero el cristianismo en sí es un hecho tan irremisiblemente establecido que nadie se compromete a atacarlo o a defenderlo”. [5]

El vagón de la moral cristiana siguió a la locomotora de la fe cristiana de los norteamericanos: "los americanos, después de adoptar las doctrinas principales de la religión cristiana sin mayor investigación, están obligados a aceptar de igual manera un gran número de verdades morales que se basan en dicha religión y que están conectadas con la misma". [6]

Como resultado, la moralidad, igual que el cristianismo, fue una influencia poderosa que frenaba el individualismo de los estadounidenses. De Tocqueville escribe acerca de la fuerza de la moral en Estados Unidos: "aunque los viajeros que han visitado América del Norte difieren en muchos puntos, todos están de acuerdo en señalar que la moral es mucho más estricta que en otros lugares".[7]

La tercera rienda que describe de Tocqueville es el matrimonio. Escribió lo siguiente:

"Ciertamente no hay ningún país del mundo en el que se respete el lazo del matrimonio tanto como en Estados Unidos, o donde la felicidad conyugal se tenga en más alta estima". [8]

El matrimonio era la relación más importante para los estadounidenses, y la vida hogareña, gestionada por la esposa, era la fuente y el ancla de la moral de todos los miembros de la familia. De esta manera, de Tocqueville entendía que las mujeres americanas eran las que cultivaban el tejido moral de América. El lazo del matrimonio se valoraba tanto que cualquier vicio que amenazara dicha relación era, en palabras de Tocqueville, "tratado con un grado de severidad desconocido en el resto del mundo". [9]

Cristianismo, moralidad y matrimonio fueron las tres riendas que mantuvieron a raya el individualismo del semental americano. Por lo tanto, de Tocqueville describe a los estadounidenses como los más individualistas y egocéntricos y sin embargo, al mismo tiempo, como al pueblo más cristiano, moral y casado del mundo.

Pero ha habido un cambio profundo en la cultura americana en los últimos 170 años. Las riendas (cristianismo, moralidad, matrimonio) que han guiado al semental americano del individualismo se han deshilachado y se han vuelto frágiles y débiles. En el último medio siglo, las riendas se han terminado de romper y hemos visto cómo este individualismo americano tradicional se ha convertido en un individualismo radical. Lo que antes era egoísmo guiado por compromisos externos con el cristianismo, la moralidad y el matrimonio ahora es sólo egoísmo incontrolado.

Hoy en día, la gente no suele tener compromisos “para toda la vida” con sus amigos y familiares. Por el contrario, se plantean las relaciones como apegos pasajeros. Los sociólogos han descrito cuántos norteamericanos modernos ven sus matrimonios como "monogamia secuencial". Un ejemplo de esta realidad relacional fue una encuesta realizada en la década de los 60 que documentó que los compromisos primarios de la mayoría de los estadounidenses eran con el bienestar emocional, económico y social de sus seres queridos. Décadas más tarde, se hizo la misma encuesta. Ahora, los compromisos primarios de un americano medio son con su propio bienestar emocional, económico y social. La mayoría de los estadounidenses buscan su propia felicidad.

 

El individualismo: las relaciones como un medio para conseguir la felicidad

Hasta ahora hemos establecido dos hechos:

1) Estamos hechos para tener relaciones, y sin ellas no podemos estar satisfechos

2) La cultura americana fomenta un estilo de vida independiente en el que nuestro objetivo principal es la felicidad personal

Esto tiene consecuencias incongruentes. Queremos relaciones, pero no queremos compromiso. Nos damos cuenta que la vida es más satisfactoria cuando desarrollamos relaciones. Estamos motivados a relacionarnos con otros en nuestra búsqueda de la felicidad, pero nuestra cultura desalienta el compromiso. Tendemos a unir estos dos componentes, y nos relacionamos sin compromiso. En última instancia, para obtener lo que queremos, usamos las relaciones; utilizamos a la gente. En una palabra, nos involucramos en relaciones para conseguir algo.

 

[10]

Un ejemplo de este individualismo radical son los héroes del cine americano moderno. Cuando yo era niño, a John Wayne se le consideraba la encarnación de lo que significaba ser un hombre. En la década de los 80, los jóvenes americanos (chicos y chicas) solían elegir a Clint Eastwood como héroe y modelo a imitar. En la década de los 90, el modelo para muchos jóvenes norteamericanos fue Harrison Ford. Clint Eastwood, Harrison Ford y John Wayne se representan como individuos resistentes sin relaciones profundas o necesidades. Con esta clase de héroes, no deberíamos sorprendernos de que los estudios demuestren que la inmensa mayoría de hombres estadounidenses no tienen un amigo con quien puedan compartir sus pensamientos y sentimientos más profundos.

 

Amar a las personas

El tema de este artículo (amar a las personas) es diametralmente opuesto a eso. En lugar de relacionarte para conseguir algo, la Escritura nos llama a dar. En el segundo gran mandamiento, Jesús enseñó, "amarás a tu prójimo como a ti mismo". Jesús explicó que al amar a Dios y a las personas se cumple la ley: "de estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas".

Los discípulos de Jesús deberían tener un sistema de radar espiritual compuesto por dos ejes: un eje vertical de nuestro amor a Dios y un eje horizontal de nuestro amor por los demás. Nuestra vida debe guiarse por estos dos ejes. Cuando nos preguntemos cómo debemos vivir y qué deberíamos hacer, estos puntos de referencia de nuestro amor hacia el Señor y el amor por las personas nos darán perspectiva y orientación.

Sería difícil sobreestimar la importancia de amar a la gente. En Juan 3:14 leemos: "nosotros sabemos que hemos pasado de muerte a vida, en que amamos a los hermanos". Nuestro amor por los demás es un signo visible que somos auténticos hijos de Dios. En Juan 13:34-35, Jesús explica: "un mandamiento nuevo os doy: que os améis unos a otros; como yo os he amado, también os améis unos a otros. En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros". Francis Schaeffer comenta así este versículo: "Jesús le está dando un derecho al mundo. Bajo su autoridad le da al mundo el derecho de juzgar si tú y yo somos cristianos renacidos en base a nuestro amor observable hacia todos los cristianos”. [11]

¿Se acuerdan de las clases de ciencia en el instituto? En mi clase utilizábamos papel de tornasol para algunos de los experimentos. Era una sencilla herramienta de prueba que demostraba si un determinado producto químico estaba presente. Lo que enseña la Escritura es que amar a la gente es el papel de tornasol que demuestra que somos creyentes y les muestra a los no creyentes que el cristianismo es verdad. El amor es la prueba del papel de tornasol del cristianismo.

La escritura enfatiza mucho la importancia del amor. Las reuniones de la iglesia de los primeros creyentes se llamaban "ágapes" e incluían una comida juntos (Judas 12). ¿Llamarían “fiestas de amor” a nuestras reuniones de la iglesia? En I Corintios 13, Pablo escribe: “Y ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor, estos tres; pero el mayor de ellos es el amor”. También escribió en Romanos 13:10: “el cumplimiento de la ley es el amor”. Pedro exhortaba a los creyentes así: “amaos unos a otros entrañablemente, de corazón puro” (I Pedro 1:22). Pedro enfatizaba la importancia del amor: "Y ante todo, tened entre vosotros ferviente amor" (I Pedro 4:8).[12] El autor de Hebreos urge a los creyentes así: “y considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras” (Heb. 10:24).

 

Una confesión acerca del amor

He de hacer una confesión. He luchado en mi vida cristiana por amar a la gente. Para explicar esto tengo que contarles un poco de mi trasfondo, y empezaré con mi carrera como jugador de fútbol americano en secundaria.

 

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Cuando jugaba al fútbol americano en el instituto cojeaba al correr. No es una buena cualidad para un jugador de fútbol; sin embargo, me fue bien. No por tener mucho talento o ser muy rápido. Mi principal punto fuerte era mi agresividad: a los entrenadores le gustaba ese instinto animal. En la primavera de mi primer año en el instituto, los entrenadores me hicieron capitán defensivo del equipo de fútbol para la siguiente temporada. Otros tres chicos de primer año fueron nombrados co-capitanes ofensivos. Cada uno de ellos llegó a jugar en la liga universitaria de fútbol americano. Mi cojera no atrajo a tantos ojeadores y yo no jugué al fútbol americano en la universidad. ¿Por qué yo, un jugador con menos talento natural, fui seleccionado como capitán en solitario? El entrenador explicó que mi selección fue resultado de mi "personalidad" y "agresividad".

 

[14]

Me pasó algo parecido en la universidad. Hice las pruebas para el equipo de rugby, me cogieron en el primer equipo y ganamos campeonatos estatales en mi primera temporada. El entrenador de rugby usó la misma palabra (agresividad) para explicar por qué fui seleccionado. Era cierto. No siempre tenía claras cuáles eran las reglas durante esa primera temporada de rugby, pero sabía que disfrutaba atropellando a la gente. Esa agresividad era distintiva. Como chico estadounidense adolescente en la década de los 70 cuyo modelo era John Wayne, pensé que eso demostraba que era un hombre.

¿Por qué abro el baúl de los recuerdos? He llevado esta actitud agresiva conmigo durante gran parte de mi vida, y sin darme cuenta a veces vuelvo a estos instintos antiguos profundamente arraigados. Esta tentación no desapareció automáticamente cuando adquirí un compromiso con Cristo. De hecho, esta actitud y este comportamiento seguían presentes cuando comencé a ir al seminario con ventipocos años. Algunos podrían pensar que la conclusión de esta historia será que maduré espiritualmente en el seminario. Me da pena confesar que gran parte de mi carácter agresivo y el orgullo y la arrogancia que lo acompañan siguieron conmigo durante mis años de seminario, y también después. Como sabe todo pariente de un teólogo en ciernes, el conocimiento envanece, pero el conocimiento teológico envanece hasta límites insospechados.

Sin embargo el área en la que más tuve que luchar contra mi agresividad (y los pecados del corazón que la acompañan) fue en mi matrimonio. Me casé relativamente tarde, a los 32 años. Como resultado, cuando me casé estaba convencido de me conocía a mí mismo perfectamente. Había ayudado a otras personas con sus matrimonios en años anteriores, y pensé que ya era un experto. En realidad, yo era la personificación del proverbio “el orgullo precede a la caída”.

Traté a Lori, mi mujer, como si fuera mi nueva estudiante. Pero a ella no parecía gustarle esa actitud, y durante esos primeros años yo no podía entender muy bien por qué. Las mujeres siempre se ríen cuando cuento esto. La situación se complicó más (y mis errores pasaron más desapercibidos) por el hecho de que mi mujer tenía sus propias luchas que afrontar, y nuestras debilidades tendían a retroalimentarse. Me pareció muy fácil señalar con el dedo como Adán y decir “es la mujer que me has dado, Señor”. Sin embargo, durante esos primeros años de vida matrimonial, al pasar el tiempo y mirarme en el doloroso espejo de un matrimonio en problemas, la imagen que veía reflejada con claridad era la de mi agresividad. No amaba a mi mujer como Jesús me enseñaba a amarla.

Cuando Lori y yo estuvimos de luna de miel en la Arkansas rural, visitamos a un alfarero que creaba unas tazas y ollas muy bonitas. Para recordar nuestro viaje elegimos dos preciosas tazas de color marrón, verde y turquesa. Años más tarde, en medio de uno de los momentos más difíciles de nuestro matrimonio, una de las tazas se hizo añicos un día mientras limpiábamos. Parecía ser la imagen de las luchas y los fallos en nuestra relación.

 

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Finalmente me di cuenta que tenía que asumir mi parte de responsabilidad en ese turbulento matrimonio. Me convencí de que mi comportamiento y mi espíritu agresivo eran deshonrosos para el Señor. Jesús era fuerte, y sin embargo no era agresivo. Era resuelto, pero no orgulloso. Era seguro y confiado, pero humilde. Yo había conocido a hombres amables que eran fuertes. Sin embargo, excusaba mi más que evidente falta diciendo “él es amable por naturaleza. Yo no soy así”.

Sin embargo leo en la palabra de Dios que las características de un fiel seguidor de Jesús son paz, paciencia y mansedumbre. Empecé a darme cuenta de que mi preciada agresividad era una debilidad. Era un área de mi vida que tenía que identificar, confesar y por la que me tenía que arrepentir. Recuerdo la primera vez que realmente me asombré por el comentario de Pablo en I Cor. 16:13: “velad, estad firmes en la fe; portaos varonilmente, y esforzaos”. La verdadera hombría no era una cuestión de fuerza en contraposición al amor, sino que para ser un verdadero hombre hay que tener fuerza y amor.

¿Cómo consigue un jugador de rugby agresivo al que le encanta arrollar a la gente ser paciente y amable? Esta es un área de la lucha: identificar y descartar patrones y actitudes equivocados, o vicios.

Pero hay más. Ser como Jesús no es simplemente un proceso de identificar y descartar los elementos negativos. Este proceso también debe ser entendido como un proceso positivo de crecimiento en una relación profunda con Dios, y que los frutos de esta relación vertical desborden en relaciones horizontales. La Biblia habla de esto como cultivar ciertas virtudes o frutos del espíritu. En palabras sencillas, yo necesitaba crecer en amor.

A lo largo de los años estudié las descripciones del carácter de Cristo que los creyentes deben adoptar y me dolía darme cuenta de cuánto necesitaba cambiar.

Todo esto lleva al tema que tenemos ante nosotros. Ser amable con alguien que acabas de conocer es relativamente fácil. Preocuparte por un amigo es natural y normal. Pero amar realmente a los miembros de tu familia es una de las tareas más importantes y difíciles de la vida.

Piensen en una serie de círculos concéntricos. Nuestra relación con Dios es el núcleo interno de nuestra vida y es la relación más importante que tenemos. Justo alrededor de este núcleo, si estamos casados, está nuestra relación íntima con nuestro cónyuge. El círculo siguiente incluye nuestra familia. Estas relaciones (con cónyuges, hijos, padres, madres y hermanos) son las más difíciles de la vida.

Nuestras familias nos ven tal y como somos. A veces nos sentimos tentados a gestionar nuestra imagen fuera del círculo familiar. Pero no nos podemos camuflar dentro de nuestra familia. Ven nuestros corazones. La modificación superficial de la conducta es algo frívolo. Necesitamos amar a nuestras familias.

Lo que intentaré explicar en los siguientes artículos son lecciones que una persona que no está naturalmente dotada en esta área ha aprendido duramente. No puedo hablar como si hubiera entendido perfectamente todas las verdades y las hubiera archivado en mi mente, como si fueran un problema de álgebra que se ha resuelto perfectamente. Más bien son principios que se deben aplicar todos los días, como el torpe proceso de aprender a bailar por el que pasa alguien a quien bailar le resulta especialmente difícil. Es doloroso darse cuenta de lo mal que se te da amar a los demás, pero esta conciencia puede ser útil ya que nos impulsa a la confesión, la dependencia y la fidelidad.

La semana que viene veremos el primero de los elementos del amor.

 

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[1] John Augustine Ryan: "Foundling Asylums". The Catholic Encyclopedia. Vol. 6. (New York: Robert Appleton Company, 1909).

 

[2] Alan Loy McGinnis: “The Friendship Factor: How to Get Closer to People You Care For”. (Minneapolis: Augsburg Fortress Publishers, 2004), 87.

 

[3] David B. Barret, George Thomas Kurial y Todd M. Johnson: “World Christian Encyclopedia: A Comparative Survey of Churches and Religions in the Modern World”. (Oxford: Oxford University Press, 2001), 4.

 

[4] En “Habits of the Heart” (Hábitos del corazón), el libro más influyente acerca de la cultura americana de los últimos 30 años, el autor (Robert Bellah) dice que simplemente quería que ese libro fuera una aplicación moderna del análisis de de Tocqueville.

 

[5] De Alexis de Tocqueville. “Democracia en América”. Ed. por Bruce Frohnen. (Londres: Regnery Publishing, Inc., 2002), 396. El impacto de este “hecho irremisible” del cristianismo era que las personas se sentían presionadas a profesar al menos algún elemento de la fe cristiana. De Tocqueville escribió que “entre los angloamericanos hay algunos que profesan los dogmas de fe cristianos porque creen en ellos y otros que lo hacen porque tienen miedo de que parezca que no creen”.

 

[6] De Tocqueville. “Democracia en América”, 396.

 

[7] De Tocqueville. “Democracia en América”, 542.

 

[8] De Tocqueville. “Democracia en América”, 242.

 

[9] Alexis de Tocqueville. “Democracia en América”, volúmenes I & II (The Floating Press, 2009), 1197.

 

[10] Jones60b. “John Wayne.” 8 de diciembre de 2013. Nicole. “Postal de Clint Eastwood”. 31 de julio de 2010. hytam2. “Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal.” 15 de enero de 2008.

 

[11] Francis A. Schaeffer. “The Mark of the Christian”. (Downers Grove, IL: InterVarsity Press, 1970), 22.

 

[12]J.N.D. Kelly. “Black’s New Testament Commentaries: A Commentary on the Epistles of Peter and Jude”. (London: A. and C. Black Limited, 1969), 176.

 

[13] Bryan Hewitt. “20141114_LeomFitch_205042_1”. 14 de noviembre de 2014.

 

[14] Kyle Mooney, Jess Debski. “Rugby_17Oct_0170”. 17 de octubre de 2010.

 

[15] Nils Geylen. “365-118 FEB 13”. 13 de febrero de 2007.

 

Greg Pritchard se licenció en la Trinity School of Divinity antes de doctorarse en la Northwestern University. La intersección de teología, historia, filosofía y sociología es su centro de atención a la hora tanto de escribir como de enseñar. Ha dado clases de posgrado sobre apologética, teología, historia, liderazgo, el Nuevo Testamento, ética y pensamiento cristiano en instituciones americanas, europeas y asiáticas del más alto nivel académico. Su libro, “Willow Creek Seeker Services”, se ha publicado en cuatro idiomas. Además, Greg ha trabajado como jefe de operaciones en una firma de inversiones de Chicago. Actualmente es el presidente del Foro de Líderes Cristianos y el director del Foro de Liderazgo Europeo.

 

El Foro de Líderes Cristianos (FOCL) es el patrocinador del Foro de Liderazgo Europeo (ELF, por sus siglas en inglés), cuyo propósito es unificar, orientar y proporcionar recursos a los líderes evangélicos europeos para renovar la iglesia bíblica y re-evangelizar Europa. Esto ocurre en primer lugar en la reunión anual del ELF, que tiene lugar todos los meses de mayo en Polonia. Además del ELF, el FOCL alberga una biblioteca de medios online y una comunidad de aprendizaje para cristianos evangélicos. Para saber más, visita foclonline.org y euroleadership.org; o agréganos en Twitter @FOCLonline y Facebook Forum of Christian Leaders.

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